-Y esta piedra, ¿qué evoca para usted?
El hombre
interrogado toma el guijarro entre sus manos, lo sopesa, se concentra y luego
dice:
-Veo una
gran meseta desértica, situada a mucha altura. A su alrededor, solo hay
montañas; hay un mar o un océano cercano. En ella hay cavadas una especie de líneas
que se entrecruzan. Sobre ellas evolucionan cohetes. Algunos descienden del
cielo, otros suben hacia él.
El individuo
se calla. Su nombre es Raymond Réant y es uno de los psíquicos más destacados
del instituto Metafísico de París. Siempre igual: a partir de un objeto
anónimo, hasta entonces completamente desconocido para él, se deja llevar por
una "memoria". Dicho en otras palabras, merced a ese objeto, él
reconstruye sus alrededores y su historia.
Réant
prosigue:
-Estos
aparatos, que no tienen rueda, circulan sobre esas líneas y las sobrevuelan a
unos 20 centímetros de altura. Solo se ve una abertura en esas naves y está
situada en su capa posterior. No muy lejos se levanta una ciudad, una enorme construcción
parabólica, así como muchas más. Todas son de piedras talladas y de dimensiones
gigantescas. Su arquitectura es extraña. He aquí que un cohete se aproxima a
mí. De él salen varios seres. Parecen hombres, pero muy corpulentos y sus
orejas son mucho más largas que las nuestras. Llevan una especie de traje
espacial, pero no casco. Algunos
hombres, exactamente iguales a nosotros rodean a los recién llegados, parecen
de raza india.
El médium, agotado, se
queda en silencio.
¿De dónde proviene la
misteriosa piedra? Todos los asistentes al instituto Metafísico se hacen la
pregunta. Hasta que el hombre que llevó a Raymond Réant a la reunión toma la
palabra.
-Traje esta piedra de la
meseta de Nazca, Perú…
Un murmullo se eleva. Todos
conocen Nazca, esta alta meseta de Los Andes, donde efectivamente se han
encontrado huellas rectilíneas de algunos metros de ancho y varios kilómetros de
largo que se entrecruzan hasta perderse de vista.
A veces forman
sorprendentes dibujos de animales, tan desmesurados que solo se pueden
identificar desde un avión.
Los indígenas del altiplano
hablan de una leyenda según la cual misteriosos “dioses blancos” habrían trazados estas verdaderas pistas de
aterrizaje en la arena, dioses blancos que habrían venido a colonizar la Tierra
siglos atrás. Estas pistas de Nazca plantean un enigma a todos los arqueólogos dese
hace muchos años. Hasta ahora, aún se ignora la verdad.
La hipótesis más avanzada –aunque
lógicamente rechazada por la ciencia “oficial”-, es que estas gigantescas
pistas eran en realidad terreno de aterrizaje para aparatos interplanetarios en
los que seres de otros mundos habitados del universo vinieron a visitar a los
hombres. Ellos serian el origen de la leyenda de los “dioses blancos”.
Desgraciadamente, nadie ha podido hasta ahora dar una prueba fehaciente de esta
hipótesis. Y es por ello que la visión de Raymond Réant adquiere caracteres
realmente impresionantes. Si efectivamente este guijarro puede expresarse por
la voz de un médium, tenemos por fin la prueba de que seres venidos de otras
galaxias aterrizaron en este ovnipuerto, en determinado momento de nuestra
historia.
Este artículo fue publicado en la revista mexicana Duda (n°
457, Abril de 1980)
A pesar de los numerosos estudios que se les han hecho, las figuras de Nazca continúan siendo un enigma insondable |
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