sábado, 31 de mayo de 2014

EL JUMENTO ENCANTADO por ERNESTO CABREJO

Luego de algunas averiguaciones (incluso una charla con la viuda de Cabrejo), confieso que me resulta cada vez más fascinante y más misteriosa, la vida y los conocimientos de “Don Ernesto”. Para algunos fue un sabio Maestro. Aquí otro de sus  cuentos “iniciáticos”:

De su obra inédita "Hombres, Paisajes y Acontecimientos
desconocidos":


Ernesto Cabrejo

Era 1917. A mis cuatro años de edad, visitaba todos los días a mi abuelo materno. Cierto día le pregunté:
 -Papá Santos, cuéntame ese cuento que en el día del duelo de doña Cornelia oí que le narrabas al tío Andres...
 -¿El burro encantado? -No es un cuento, es una realidad...Escucha..
 "Un día vino a verme muy apenado, Celedonio. Quería participarme de su dolor, pues el más hermoso y fuerte de sus burros se había "encantado" y ademas de hacerle falta su animal de carga, temia el contagio de todos sus animales, y aun de toda su familia. El jumento se pasaba todo el día frente a un peñasco y movia su cabeza como diciendo sí y no. Fue a consultar al cura Olazcoaga y este le aseguró que estaba atrapado por el demonio, debido a la incredulidad de sus dueños. Había que hacer misas, rogativas y exorcismos, de lo contrario toda la familia caería en las garras del maligno.
 -Así que don Santos, voy a vender mi vaca para poder pagar al buen tayta cura, así nos libra de la tentación, me dijo-
 -Primero Celedonio, déjame ver al animal, y después negociaras tu vaca.
 Y acto seguido, salimos de viaje para los pagos de Celedonio. Efectivamente, frente a un peñasco, el pobre burro movía a cabeza, ya en forma afirmativa, ya en forma negativa, como si dialogara con algo desconocido. El camino por el cual transitaba el animal,  era muy sinuoso y saltaba un barranco que solamente el diablo podía hacerlo. Ante tal problema me hice descolgar con unas sogas, cansado de escuchar los ruegos de Celedonio:
 -¡Por favor, Don Santos, rece, no vaya a ser que usted también quede atrapado!-
 Tan abstraído estaba e animal, que ni se dio cuenta de mi llegada, y...¿sabes qué pasaba? El burro lamía la peña en la cual parecían florecer unas escamas sucias de sal. Con la ayuda de otra piedra raspé la roca; era muy dura y rojiza, extremadamente lisa y, cosa rara, había unas inscripciones que me llamaron mucho la atención. Más como demorara, perplejo ante tal acontecimiento, la mujer de Celedonio, que nos acompañara para rezar, lloraba amargamente porque me veía hacer los mismos ademanes que del burro. Y ante los ruegos: ¡Regrese, Don Santos!, me hice ascender con las cuerdas y me reintegré al grupo, que daba gracias a Dios porque no había signos de encantamiento en mí. Ya en casa, le pregunté a Celedonio:
 -¿En qué época visita tu burro la peña?
 -En primavera y en verano, don Santos.
 -¿No en invierno?
-No, don Santos.
 -Por lo pronto no vendas tu vaca, que da leche para tus niños. Dime ¿cuánto demora tu burro ante la peña?
 -Cuatro a cinco días. Cuando regresa, lo alimentamos bien, lo utilizamos para llevar el trigo, para cargar la leña... pareciera olvidarse, ¡pero se escapa al menor descuido!
 -Bien, en cuanto regrese, al afrecho que le das como alimento, añádele un poco de salmuera, y para dale confianza, hazle lamer un terrón de sal todos los días. Te aseguro que el burro no regresará más al peñón.
 -Seguro, ¡sal le daba el diablo! -comentó la mujer.
 -Para la entrada del invierno faltan 15 días, yo vendré por una semana a visitarte y conversaremos mucho.
-Rezaremos por las noches el Santo Rosario, dijo la mujer.
 Y así fue. Regresé al peñón cuando toda la gente comienza a arar sus terrenos para la siembra, pues tal era mi deseo, es decir, estar solo.
 Empecé por la parte superior de la peña, a buscar tierra salobre... en vano. La llovizna había lavado todo. Di un rodeo, descolgándome por unos arboles, buscando siempre una mina de sal o un estanque acuoso, pensando que de éste se produjera su evaporación y depósito en la peña, pero fue inútil. Allí estaba roja como una herida y lisa como una porcelana, con sus hermosas inscripciones, que parecían invitarme a su lectura. Y hablando consigo mismo: "oh, que lástima, no se lo de las esferitas". Cuando cumplas ocho años, tú las descifrarás.
-Mi madre ya me enseñó a leer, le contesté.
-No querido nieto, esta escritura no es de nuestro idioma, ni siquiera de alguno conocido.
-Entonces, ¿cómo lo comprendes tú?
-Cuando quieres escuchar un vals de Montes y Manrique, colocas la arandela de estearato de sodio en el gramófono, ¿no es así? Y lo escuchas... Así son las inscripciones... (Caray con lo de las tres esferitas... pero tú sabrás descifrarlas).
 Cuando cumplí ocho años, murió mi abuela. Trastornos en la casa. Después murió mi abuelo. Mi libro está preparado desde 1940, pero debo respaldar tantas cosas raras con fotografías de las inscripciones y su forma de interpretación.
 Esto leyó mi abuelo en los grabados del peñón:

 A LOS NATURALES HIJOS DE ESTE HOSPITALARIO MUNDO:

 "Nos nombráis en vuestro primitivo y sagrado lenguaje, todos los días de vuestra vida, y sin embrago nos desconocéis. Somos vuestros huéspedes desde hace miríadas de siglos. Hemos habitado en el interior de todas vuestras cumbres (Tauat - Anti - Suyuk) y hemos formado ciudades interiores, como algunas exteriores, las que dejamos intactas junto con nuestros relatos y conocimientos, de los cuales os hacemos legítimos herederos.
 Parte de nuestros hermanos, no se adaptaron o sucumbieron en terribles guerras con diferentes razas invasoras, que hicieron de este bello mundo un campo de batalla, para dirimir sus enconos lejos de sus mundos, sin el más elemental respeto por vuestra raza en gestación, débil, cartilaginosa, con escaso cerebro, piel porosa y muy oscura y expuesta a un inhóspito-selectivo, en todos los órdenes de la naturaleza.
 En los tiempos de nuestra llegada, todo estaba en formación: agua, atmósfera, reinos vegetal, mineral, animal, humano; enormes ríos dividían llanuras inestables, vuestros días más cortos, más cálidos, más húmedos e irradiaciones de vuestros elementos en estabilización.
 En estos momentos, todo ha cambiado: atmósfera, agua pura , agua salina, frutos de infinitas variedades, continentes casi estables, no hay tantas fieras, pero sí un peligro: aparte de vosotros, los pacíficos naturales, los buenos, los mansos, hay híbridos con vicios atávicos: destrucción, derramamiento de sangre, homofágia. A todo esto le llaman arte, y a su acción, guerra.
 Os alertamos: estas corrupciones son las causas de que hermosos mundos giren vacíos por el universo.
 Todos los extraños que les hemos visitado, somos prófugos de nuestros mundos y nos comparamos a niños que desprecian, destruyen el alimento materno y abandonan el cadáver de su madre muerta con el estigma de homicidas. Y a manera de epitafio sobre nuestra existencia, de la que no encontrareis restos, es decir, esqueletos ni lápidas sepulcrales, contaremos nuestra historia, la cual deseamos que nunca se repita en ningún mundo, ni en ningún estado de la materia.
 Por un largo rato, papá Santos quedó pensativo. Luego continuó:
 "Si los animales son inconscientemente más perfectos que los hombres ¿no ocurriría que el burro se sentía arrullado por ese murmullo pétreo?
 Y siguió el relato:
"Nuestro hermoso y lejano mundo llegó a un grado de deslumbrante perfección, tanto en ciencias como en artes, en higiene como en moral, lo cual permitía una inalterable y pacífica convivencia humana.
 De día nos iluminaba un hermoso astro azul y de noche un antisol, creación de nuestros sabios, pues nuestro estado de reposo es diferente al vuestro. Nuestra alimentación, sabiamente administrada nos tornó excesivamente longevos y, aunque teníamos responsabilidades, nuestra apariencia era de niños. La agricultura dejó de existir porque la población aumentaba cada segundo y faltándonos superficies libres, edificamos ciudades aéreas. La luz del anti-sol, reflejadas en prismas de colores hería caudalosos estanques de agua saturada químicamente y de ella se formaban nuestros alimentos. El piso de nuestro mundo era como de vidrio logrado por vibración térmica quedando pequeños canteros para cultivar flores y arboles como recuerdo de nuestro pasado. Como nuestra enorme población no decrecía, debimos mandar contingentes de familias a mundos de la misma materia que la nuestra, pero todas las experiencias que en los mundos se hacían coincidían. En los primitivos nuestra herencia genética retrocedía. En los fríos, no se adaptaba, porque es difícil encontrar en el universo dos mundos similares. Y empezó el problema: para evitar más nacimientos, nos esterilizamos y no nacieron criaturas por milenios, en los cuales fuimos más sabios, más hermosos, más felices, más sensibles, pero transgresores, porque el hombre es como una sustancia viva, sujeta a transformaciones por una ley armónica y perfecta. Querer eternizarse es contrariar las leyes evolutivas del universo.
 Un día nuestras mujeres quedaron grávidas. Análisis y toda indagación fueron normales. Pero al tiempo tan ansiado de su alumbramiento, parieron monstruos que destruyeron gran parte de nuestra humanidad, salvándonos los que pudimos escapar. Daríamos más detalles de este tétrico acontecimiento, pero nos es imposible y solo diremos que nuestro mundo es MASA que gira monstruosamente por los espacios infinitos"
 Muy triste, mi abuelo Samamé sentenció:
-Parece una paradoja: en este universo tan perfecto reinan inseparables la armonía y el desorden, siendo nuestra humanidad un producto de este último, quizás tengan razón las religiones en hablar de un pecado original.



Fuente: http://urazandi.euskaletxeak.net/vol1/dvd03/Publicaciones/La%20Baskonia/htm/index.htm

Otros cuentos de Ernesto Cabrejo:

http://elsurdelgrantriangulo-pablo.blogspot.com.ar/search/label/ERNESTO%20CABREJO






sábado, 3 de mayo de 2014

UN ENCUENTRO CON EL MUNDO INVISIBLE

Se cuenta que desde tiempos inmemoriales existe un mundo invisible: el reino feérico, el país borroso, donde habitan la "gente pequeña", los seres elementales de la naturaleza. Se cuenta también que algunos seres humanos los han visto e incluso han interactudado con ellos; y aunque estas tradiciones parecen haber nacido en Escandinava  y Europa, en Sudamérica y a lo largo y ancho de nuestro país (Argentina) se conocen infinidad de historias y relatos sobre estos seres tan relacionados con la tierra y la naturaleza.
 A través de los años he recogido experiencias que me relataron diferentes personas: recuerdo una muchacha que durante su infancia convivía con un duendecito en su habitación, pero contarlo a sus padres le trajo más trastornos que otra cosa: psicólogos, incomprensión, etcétera; recuerdo un hombre de campo y sus historias en las serranías cordobesas.
 Antes de centrarme en el caso que quiero narrar, unos detalles: los estudiosos de estos temas dicen que en la infancia y hasta la pre adolescencia, muchas personas tienen una "sensibilidad" o "capacidad" especial para poder entrever estos mundos invisibles, por no estar tan contaminadas por lo mundano y lo material de la existencia de los adultos o de lo que un pensador llamó "esa mediocre resignación que algunos llaman madurez".
 Yamila recuerda que cuando tenía 12 años (hoy tiene 21) regresaba una noche de invierno a su casa de la calle Sófocles, en el barrio 25 de Mayo (Localidad de Moreno, Pcia. de Buenos Aires), junto con sus padres. Estacionan su automóvil frente al portón de entrada donde a su derecha tienen un árbol frondoso y siempre muy verde. Ella desciende para abrir dicho portón, el auto entra, las ramas del árbol se bambolean por el envión del coche, Yamila las corre para que no rayen la carrocería y cuando cierra el portón ve a su derecha, con el rabillo del ojo, muy cerca de su perfil derecho, una "cosita" chiquita dorada, bien brillante que volaba como un colibrí con sus piernitas hacia adelante y parecía haber salido desde lo oscuro del árbol hacia su oreja; Yamila voltea rápidamente su rostro y logra ver con más detalle lo que le pareció una "muñequita" como de 10 centímetros con alas muy grandes que regresó volando en zig zag hacia el árbol y desapareció entre sus ramas. Sorprendida, le comentó a su mamá lo que había visto. Hoy en día su madre, aunque no logró ver nada, recuerda el comentario exaltado de su hija en esos momentos. Yamila dice que nunca había estado interesada en los cuentos de hadas y ni siquiera en las películas de Disney y demás. 
Recreación del ser diminuto visto por Yamila,  realizada por Joel Crocsel

 Tal vez estos seres -si es que existen- a veces sean sorprendidos o decidan ellos a quienes revelarse. Nuestras ciudades industrializadas, con más concreto que espacios verdes, de una fea estética, no parecen ser los lugares más accesibles para entrar en contacto con la "gente menuda". Pero, quién sabe, en algún lugar cercano a nosotros, se encuentre una puerta donde vislumbrar por la pequeña cerradura esos "mundos paralelos" y no sentirnos tan solos.
Yamila describiéndonos su experiencia