Les dijo, por ejemplo, que Po-Tole era la estrella más
pequeña del sistema Sirío. Que hasta era muy pequeña y se componía de una
materia que era llamada por los negros "Sagala". Esta materia era
sumamente penada. Tan pesada que un puñado de ella pesaba tanto como "toda
la orilla de la costa del mar". Otro indicio más era también distintivo de la pequeña estrella que circundaba a Sírio. Po-Tole es una palabra doble.
Po designa a una especie de cereal, y Tole significa muy pequeño. Puede pues
traducirse por "el grano más pequeño". Y en efecto el acompañante de
Sirio es extraordinariamente pequeño en comparación a esa gigantesca estrella.
Añádase a ello además que los negros Dogon representan la revolución oval del
acompañante de Sirio en los dibujos que efectúan con pasta de mijo en máscaras
y rocas. Como aclaración desearía incluir algunas observaciones sobre el
sistema de Sirio. Sirio es la estrella más brillante en el cielo nocturno
nórdico, como todo el mundo sabe. Se encuentra en la constelación del Gran Can
y fue ya conocida por los antiguos egipcios con el nombre de Sotis. Sólo a
mediados del siglo XIX, y tras largos años de observación, el astrónomo
americano Bassel descubrió ciertas oscilaciones en Sirio, desacostumbradas en
una relativamente inmóvil estrella fija. Durante décadas fueron medidas y
registradas esas oscilaciones, hasta que se descubrió que se repetían
regularmente cada cincuenta años. Ulteriores cálculos dieron por inequívoco
resultado que Sirio debía estar circundada por una invisible acompañante, la
cual era manifiestamente capaz de influir en el equilibrio gravitacional de la
estrella principal. Y esta acompañante invisible fue bautizada con el nombre de
"Sirio B". Hasta que en nuestro siglo, hacia 1929, el astrónomo
americano Clarke logró descubrir ópticamente con un
potente telescopio a la hasta entonces invisible Sirio B
exactamente en la posición calculada. Posteriormente el acompañante pudo ser
fotografiado con aparatos de gran capacidad. A simple vista, Sirio B sigue
siendo aún invisible, pero con ayuda de poderosos medios auxiliares
modernísimos pudo estimarse que el acompañante de Sirio es una de las llamadas
"blancas enanas", o sea, una pequeñísima estrella de extraordinaria
densidad. La relación de Sirio A a Sirio B es, según el más reciente
conocimiento, de 0,42: 27.000. Sirio B sería, pues, una estrella extremadamente
compacta con una inconcebible densidad. Sirio B circunvala a Sirio A en
exactamente 50.004 años. La Mitología de los negros Dogon está pues muy
expresivamente confirmada por la Astronomía moderna. Esta tribu ha sabido
siempre que Sirio está circunvalada por una invisible estrella acompañante. Y
ha sabido, además, que para realizar una de esas revoluciones emplea cincuenta
años. Sirio B es invisible. A pesar de lo cual sabían de ella los Dogon. Sirio
B es muy pequeña. Se trata pues de una blanca enana. Sirio B es de una
elevadísima densidad. También esto concuerda y los Dogon lo han sabido
asimismo siempre. Tenemos pues cinco pruebas inequívocas de que a la tribu
Dogon le fue transmitido por su "celestial Maestro" un conocimiento
que nosotros ignorábamos hasta hace poco. Mas en última instancia los críticos
arguyen que es posible que alguien a comienzos de este siglo visitara a los
negros Dogon y les contase sobre Sirio B. Pero el propio culto de los negros
descarta esta objeción.
En cada fiesta del cincuentenario Sigui los Dogon elaboran
un determinado brebaje en la choza del jefe de la aldea. Cada familia se halla
obligada en esta ocasión a fabricar un recipiente con tallos entrelazados de
plantas y meter en él un poco del brebaje ligeramente alcohólico, al cual se
le añadirá agua en la propia choza. Tras la fiesta del cincuentenario son
colgados los recipientes vacíos de la viga maestra de la correspondiente
choza, donde se marchitarán y ya no serán más utilizados. Al contarse estos
resecos recipientes se sabe exactamente cuántos siglos hace que los negros
Dogon celebran su Fiesta Sigui. El comienzo de este culto se retrotrae al
menos al siglo XI, y entonces no había hombre alguno en este planeta que
supiese algo sobre la blanca enana Sirio B, la duración de su período, sus
proporciones gravitarias y su tamaño y densidad. Veo en estos hechos
incontrovertibles una terminante prueba de que la Tierra recibió otrora la
visita del Universo. Y quien duda de esto, no alcanzará manifiestamente a
poseer una perspectiva universal, o no se hallará en posición de asimilar estos
nuevos conocimientos. Las huellas de los "dioses" pueden hallarse por
doquier en nuestro globo; basta con abrir los ojos y aprender a ver... a ver
con los ojos de hoy y sin las polvorientas gafas de un científico emperrado en
sus rancias ideas de las que no quiere apearse. Dos ojos ven más que uno, y
cinco pares de ojos más que los míos solos. Por ello doy la más cordial
bienvenida al eficaz concurso que me prestan los autores de esta obra en el
examen de la cuestión. No espero ninguna prueba terminante, pero quizá sí
valiosos datos... y hasta nuevos indicios de aquellas Inteligencias que en el
más oscuro pasado visitaron la Tierra y fueron después convertidos en dioses o
héroes. La nueva Ciencia de la Astro-Arqueología va a cobrar por ello gran
trascendencia social, y aun cuando todavía faltare el último indicio de la
acción extraterrestre en la Tierra, recuérdese a Schliemann, a quien bastaron
las Leyendas y los Mitos para encontrar a la desaparecida Troya. Tengo una gran
esperanza de que esta obra contribuirá a convencer a muchos más hombres, que
no estamos solos en el Universo... y que nunca lo estuvimos.
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