martes, 6 de octubre de 2015

EL MISTERIO DE SIRIO B por Erich von Daniken

Cuando se esgrimen los fundamentos de la teoría de los Antiguos Astronautas, uno de los caballitos de batalla, es la mitología de las tribus Dogon de África y sus cultos ancestrales. Y quien sino, Erich Von Daniken (Las Huellas de los Dioses, Walter A. Fuchs, 1980) nos puede relatar este misterio que al día de hoy sigue fascinando como hace tantos años.

Reiteradamente, los exponentes de la "Ancient Astronaut Theory" sostienen que los extraterrestres que nos habrían visitado hace miles de años fueron manifiestamente de semejanza humana. Dibujos y grabados en las rocas, y antiguas mitologías lo demuestran así, e igualmente se desprende la misma conclusión de las representaciones religiosas. A lo cual se opone el crítico, por considerarlo irrisorio. Los extraterrestres, según él, se habrían desarrollado de manera muy distinta a nosotros y jamás se nos hubiesen asemejado. Y es este repetido aserto el que desearía yo invalidar con las consideraciones que a continuación expongo. En tanto que en cualquier planeta de otro sistema solar dominen similares condiciones prebióticas a las de la Tierra, la vida se formará y desarrollará en gran medida de manera semejante. Ello es muy simple, puesto que la evolución tiene formas condicionadoras. Y contra estas formas y leyes es impotente la vida en desarrollo. Ejemplos para las formas condicionadoras: hay muchos. La frente debe siempre desarrollarse en la proximidad de los ojos. Es éste el camino más corto para las neuronas y con ello la reacción. La nariz se encuentra siempre en la proximidad de la boca, pues el ser viviente quiere oler y probar, antes de comer. Las manos o asideros deben extenderse forzosamente hacia delante, y por cierto en el ángulo visual, pues deben ver lo que prenden. Como ya se ha dicho, para un tal desarrollo humanoide es premisa indispensable la existencia de un ambiente prebiótico semejante al que se encontrara en la Tierra. Y de hecho, es extraordinariamente elevada la probabilidad estadística de que existan planetas semejantes a la Tierra con similares disposiciones prebióticas. Las más recientes estimaciones cifran en doscientos mil millones las estrellas fijas sólo en nuestra Galaxia. La posibilidad de que otros planetas sean semejantes a la Tierra es pues considerablemente mayor de lo que hasta ahora se había supuesto. En estos planetas semejantes a la Tierra deben consecuentemente desarrollarse también entes vivientes similares a los terrestres, y hacerse inteligentes con el tiempo (cuando menos las especies apropiadas) hasta lanzarse un día al viaje espacial. Y cuando abandonan su sistema solar y ponen rumbo a otro extranjero, es consecuencia obligada que busquen para su aterrizaje un planeta semejante a la Tierra, o sea, parecido al suyo propio. Nosotros procedemos exactamente así. Enviamos nuestras sondas de investigación a los planetas de nuestro sistema solar, para examinar sus posibilidades de habitabilidad. Y así lo hicieron también los extraterrestres. Buscaron un planeta idóneo para su aterrizaje, que correspondiese a sus propias condiciones de vida, y en el cual pudieran establecerse y desarrollarse lo mismo que nosotros, yendo así a parar precisamente a nuestra Tierra. Una vez aquí, los extraterrestres manipularon genéticamente a nuestros primitivos antepasados, y por cierto "a su imagen". Así lo confirman las Mitologías de todos los pueblos, y también la Biblia. i Los "dioses" (plural) crearon a los hombres "a su imagen y semejanza"! Mas esto significa también que nuestro cerebro se desarrolló de manera semejante a la de los extraterrestres. El cuestionamiento del crítico se torna por consiguiente absurdo, pues los extraterrestres no se han desarrollado al azar lo mismo que nosotros, sino nosotros como ellos, y por cierto deliberadamente... siempre considerando como base de nuestras reflexiones al modelo lógicamente estructurado que contemplábamos delante. Somos el producto según su propia imagen. Por ello es también comprensible que nuestro pensamiento discurra obligadamente en el mismo sentido que el de los extranjeros que nos visitaron. Un hombre piensa en efecto en sentido humano y no en el de un cocodrilo. No tiene pues cabida alguna la objeción de que los extraterrestres no pudieran ser humanoides. Una inequívoca prueba mitológica para la visita de extraterrestres a la Tierra en un lejano pasado la ofrece el culto de los negros Dogon. Tras la II Guerra Mundial, en el año 1946, los etnólogos franceses Madame Dieterlen y Monsieur Griaule se trasladaron al África donde vivieron durante cuatro años en la tribu de los Dogon. A su regreso a Europa en el año 1951 publicaron un extenso y documentado artículo en el Journal de la Societé des Africanistas, revista especializada del "Musée de l'Homme" de París. El título del artículo rezaba: "Un Sistema-Sirio sudanés". Los dos investigadores habían constatado que los negros Dogon celebraban cada cincuenta años una festividad específica, a la que denominaban "Fiesta Sigui". Al preguntarles los etnólogos cuál era el motivo de la misma y su significado, los negros les respondieron que era debido a que cada cincuenta años Po-Tole circunda a Sirio. Po-Tole, según los negros, es invisible. Los investigadores indagaron de dónde podían saber los Dogon que una estrella a la que llamaban Po-Tole circundaba cada cincuenta años Sirio, si no podían verla. Y su respuesta fue pasmosa: "Nommo, el Padre, que vino del Universo, nos lo dijo así." Y Nommo había dicho aún mucho más a los negros Dogon.
Les dijo, por ejemplo, que Po-Tole era la estrella más pequeña del sistema Sirío. Que hasta era muy pequeña y se componía de una materia que era llamada por los negros "Sagala". Esta materia era sumamente penada. Tan pesada que un puñado de ella pesaba tanto como "toda la orilla de la costa del mar". Otro indicio más era también distintivo de la pequeña estrella que circundaba a Sírio. Po-Tole es una palabra doble. Po designa a una especie de cereal, y Tole significa muy pequeño. Puede pues traducirse por "el grano más pequeño". Y en efecto el acompañante de Sirio es extraordinariamente pequeño en comparación a esa gigantesca estrella. Añádase a ello además que los negros Dogon representan la revolución oval del acompañante de Sirio en los dibujos que efectúan con pasta de mijo en máscaras y rocas. Como aclaración desearía incluir algunas observaciones sobre el sistema de Sirio. Sirio es la estrella más brillante en el cielo nocturno nórdico, como todo el mundo sabe. Se encuentra en la constelación del Gran Can y fue ya conocida por los antiguos egipcios con el nombre de Sotis. Sólo a mediados del siglo XIX, y tras largos años de observación, el astrónomo americano Bassel descubrió ciertas oscilaciones en Sirio, desacostumbradas en una relativamente inmóvil estrella fija. Durante décadas fueron medidas y registradas esas oscilaciones, hasta que se descubrió que se repetían regularmente cada cincuenta años. Ulteriores cálculos dieron por inequívoco resultado que Sirio debía estar circundada por una invisible acompañante, la cual era manifiestamente capaz de influir en el equilibrio gravitacional de la estrella principal. Y esta acompañante invisible fue bautizada con el nombre de "Sirio B". Hasta que en nuestro siglo, hacia 1929, el astrónomo americano Clarke logró descubrir ópticamente con un
potente telescopio a la hasta entonces invisible Sirio B exactamente en la posición calculada. Posteriormente el acompañante pudo ser fotografiado con aparatos de gran capacidad. A simple vista, Sirio B sigue siendo aún invisible, pero con ayuda de poderosos medios auxiliares modernísimos pudo estimarse que el acompañante de Sirio es una de las llamadas "blancas enanas", o sea, una pequeñísima estrella de extraordinaria densidad. La relación de Sirio A a Sirio B es, según el más reciente conocimiento, de 0,42: 27.000. Sirio B sería, pues, una estrella extremadamente compacta con una inconcebible densidad. Sirio B circunvala a Sirio A en exactamente 50.004 años. La Mitología de los negros Dogon está pues muy expresivamente confirmada por la Astronomía moderna. Esta tribu ha sabido siempre que Sirio está circunvalada por una invisible estrella acompañante. Y ha sabido, además, que para realizar una de esas revoluciones emplea cincuenta años. Sirio B es invisible. A pesar de lo cual sabían de ella los Dogon. Sirio B es muy pequeña. Se trata pues de una blanca enana. Sirio B es de una elevadísima densidad. También esto concuerda y los Dogon lo han sabido asimismo siempre. Tenemos pues cinco pruebas inequívocas de que a la tribu Dogon le fue transmitido por su "celestial Maestro" un conocimiento que nosotros ignorábamos hasta hace poco. Mas en última instancia los críticos arguyen que es posible que alguien a comienzos de este siglo visitara a los negros Dogon y les contase sobre Sirio B. Pero el propio culto de los negros descarta esta objeción.


En cada fiesta del cincuentenario Sigui los Dogon elaboran un determinado brebaje en la choza del jefe de la aldea. Cada familia se halla obligada en esta ocasión a fabricar un recipiente con tallos entrelazados de plantas y meter en él un poco del brebaje ligeramente alcohólico, al cual se le añadirá agua en la propia choza. Tras la fiesta del cincuentenario son colgados los recipientes vacíos de la viga maestra de la correspondiente choza, donde se marchitarán y ya no serán más utilizados. Al contarse estos resecos recipientes se sabe exactamente cuántos siglos hace que los negros Dogon celebran su Fiesta Sigui. El comienzo de este culto se retrotrae al menos al siglo XI, y entonces no había hombre alguno en este planeta que supiese algo sobre la blanca enana Sirio B, la duración de su período, sus proporciones gravitarias y su tamaño y densidad. Veo en estos hechos incontrovertibles una terminante prueba de que la Tierra recibió otrora la visita del Universo. Y quien duda de esto, no alcanzará manifiestamente a poseer una perspectiva universal, o no se hallará en posición de asimilar estos nuevos conocimientos. Las huellas de los "dioses" pueden hallarse por doquier en nuestro globo; basta con abrir los ojos y aprender a ver... a ver con los ojos de hoy y sin las polvorientas gafas de un científico emperrado en sus rancias ideas de las que no quiere apearse. Dos ojos ven más que uno, y cinco pares de ojos más que los míos solos. Por ello doy la más cordial bienvenida al eficaz concurso que me prestan los autores de esta obra en el examen de la cuestión. No espero ninguna prueba terminante, pero quizá sí valiosos datos... y hasta nuevos indicios de aquellas Inteligencias que en el más oscuro pasado visitaron la Tierra y fueron después convertidos en dioses o héroes. La nueva Ciencia de la Astro-Arqueología va a cobrar por ello gran trascendencia social, y aun cuando todavía faltare el último indicio de la acción extraterrestre en la Tierra, recuérdese a Schliemann, a quien bastaron las Leyendas y los Mitos para encontrar a la desaparecida Troya. Tengo una gran esperanza de que esta obra contribuirá a convencer a muchos más hombres, que no estamos solos en el Universo... y que nunca lo estuvimos.



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