Aclaración.
Para
quienes hayan leído mi libro “Austerria: Los Túneles de Agharta en América”,
encontrarán hacia el final del quinto capítulo- en la pág. 68-, donde se hace
referencia de Juan Móricz, “el verdadero Indiana Jones”, el siguiente
comentario: “Juan Antonio (Milia) y Mónica (Williams Aguirre) se casaron y se
fueron a vivir a Ecuador”. “…Don Pedro Romaniuk (su padrino de bodas) quien a
instancias de ellos, viajaría a Guayaquil a conocer en persona al mismísimo
Juan Móricz y compartir, junto a ellos, encuentros y congresos ufológicos en
aquel país y en el vecino Perú”.
En
realidad Don Pedro Romaniuk ya había conocido a Juan Móricz en Buenos Aires
(Capital Federal) cuando en la década del 60 se reunían en el Instituto de
Biopsicosíntesis, fundado por los Prof. Dr. Juan A. Aleandri y César Castillo,
ubicado en la calle Juncal 2061, 1er piso ·B” casi calle Junín, dependiente de
la Universidad John Fitzgerald Kennedy. Allí, -recuerda la Lic. en Psicología
Bettina Allen, quien oficiaba de Secretaria contando con aproximadamente 30 años
de edad- participaban entre otros, el
espeleólogo Julio Goyén Aguado y el Ing. Sigurd Von Wurmb. Además-agrega
Bettina Allen- que Móricz dio una serie de conferencias en la Universidad
Kennedy, luego del descubrimiento de la afamada Cueva de los Tayos en la región
de Morona-Santiago en las estribaciones de la Cordillera del Cóndor en Ecuador
aproximadamente en 1964. Efectivamente, hay documentación periodística y de
boca del propio Goyén Aguado de la presencia de Juan Móricz en Buenos Aires en
1967, realizando entrevistas con miembros de la cúpula militar Argentina cuando
se desempeñaba como Presidente de facto el Gral. Juan Carlos Onganía, buscando
apoyo para una futura Expedición a las cavidades donde se hallaría oculto el
fabuloso Tesoro denunciado por el explorador Húngaro-Argentino.
Javier
E. Stagnaro, Buenos Aires, 07/07/2015....Cuando Moricz regresó a la Argentina en 1977 con la idea de conseguir apoyo para una
expedición y contactarse con amigos, fue que tuve la oportunidad única de hablar con él. Fue
por intermedio de mi amigo Juan Antonio, quien también había regresado al país. Supe que
Moricz se hospedaba en un pequeño hotel de la Avenida de Mayo al 600, muy próximo a la
oficina del Centro Argentino de Espeleología.
En aquel entonces Juan Moricz, estaba preocupado por su vida, dado el nivel de información al
que había tenido acceso tras el descubrimiento realizado en una de las cuevas o cavernas de
los Tayos, en la región de Morona, Santiago, en el oriente del Ecuador.
He podido cotejar documentos, donde en 1967 se le solicitaba al entonces Presidente de la
Nación Argentina, General Juan Carlos Onganía, el apoyo necesario para la creación de una
entidad socio-cultural que facilite los trabajos de investigación del eminente antropólogo y
permita llevar a buen término una expedición a la zona cordillerana del hermano país de
Ecuador -según una carta redactada por Goyén Aguado-.
En la región de los ríos Morona y Santiago, Juan Moricz ha descubierto una red de túneles y
cavernas que contienen "Objetos valiosos de gran valor cultural e histórico para la humanidad,
que consisten en láminas de metal, que elaboradas por el hombre, contienen la relación
histórica de toda una civilización perdida de la cual el género humano no tiene memoria ni
indicio todavía. Tales objetos se encuentran agrupados dentro de varias y distintas cuevas,
siendo de diversas clases en cada una de ellas". "He realizado -dice Moricz- el descubrimiento
de manera enteramente fortuita en circunstancia en que, en mi calidad de científico,
investigaba aspectos folklóricos, etnológicos y lingüísticos de tribus ecuatorianas. Los objetos
por mí descubiertos tienen las características siguientes, las cuales he podido constatar
personalmente:
- Objetos de piedra y metal en distintos tamaños, formas y colores.
- Láminas de metal grabadas con signos y escritura ideográfica, verdadera biblioteca metálica
que contiene la relación cronológica de la historia de la humanidad, el origen del hombre sobre
la Tierra y los conocimientos científicos de una civilización extinguida".
Este texto, un fragmento de la denuncia notarial realizada por Juan Moricz ante el escribano Dr.
Gustavo Falconi, de Guayaquil, contiene en síntesis, las palabras que él mismo utilizara en la
conversación que mantuvimos, agregando que dada la trascendencia de la información allí
contenida, no podía brindarla parcialmente a través de un medio de comunicación local, sino
que debía realizarlo a escala mundial.
A tal fin necesitaba reunir fondos y apoyo logístico de una nación neutral para la adquisición de
un satélite de comunicaciones para realizar el anuncio de su hallazgo en "vivo y en directo" a
todo el planeta. Para ello estaba considerando la posibilidad de un acuerdo con un país árabe,
o bien contar con el dinero necesario que en algún momento podría obtener de la explotación
de los yacimientos auríferos y de esmeraldas que había descubierto en sus exploraciones.
Moricz, llegó a ser concesionario de casi noventa empresas mineras en El Ecuador, siendo
potencialmente una de las fortunas más importantes del mundo. Por esto y por lo que sabía,
temía por su vida, si dejaba traslucir algún dato de importancia a un medio no adecuado o
fácilmente interceptado y censurado.
Como si fuera parte de un guión de la serie "Los Expedientes X", creada por Chris Carter, la
vida de Juan Moricz está plagada de un sinfín de interrogantes y de detalles que lo convirtieron
en un personaje casi de ficción. De hecho, incluso se han escrito ensayos y novelas inspiradas
en su fantástica vida, de las que más adelante haré mención. Años después de ese reportaje o
entrevista, me enteré por Goyén Aguado que Moricz se había registrado en varios hoteles al
mismo tiempo, en aquel año de 1977, hospedándose en el más modesto de todos, no por falta
de fondos, sino para despistar su ubicación, ya que había sido víctima de intento de secuestro
en varias ocasiones.
El infatigable viajero e investigador Andreas Faber-Kaiser, autor de interesantísimas obras en
las que vuelca sus inquietudes y descubrimientos en busca de lo trascendente, que tuvo el
coraje de adentrarse en la selva del oriente ecuatoriano, y que contactó a Juan Moricz ense había traído del interior de las cuevas? Moricz le contestó: "No pasaría nada. Entonces no
habré sido yo el elegido para dar este mensaje".
Juan Moricz y Andreas Faber- Kaiser |
por la periodista Cora Cané, en la contratapa del diario "Clarín" (Clarín Porteño, de Buenos
Aires), daba cuenta de una singular noticia:
"...Las cuevas de los Tayos, punto neurálgico en el conflicto entre Perú y Ecuador, fueron
descubiertas por el húngaro naturalizado argentino y hombre de brillante personalidad, Juan
Moricz. El 21 de julio de 1969 declaró, en escritura pública... (lo que ya se ha relatado
anteriormente)". "Según él, estuvieron habitadas por el pueblo de los Belas, hace 250.000
años. Los Tayos son aves nocturnas, del tamaño del halcón, que viven en esas cuevas y
habrían sido sagradas para remotas religiones... Con su muerte, Juan Moricz se llevó los
secretos de los mundos subterráneos que él afirmaba haber descubierto. Los Andes guardan,
en toda su extensión, cuevas sin fin".
Repentinamente y casi de forma velada, se daba cuenta de la muerte de tan notorio personaje,
Faber-Kaiser quien también moriría en extrañas circunstancias, había agregado algunos datos
respecto de su desaparición diciendo que: "Janos Moricz murió a consecuencia de un infarto de
miocardio el 27 de febrero de 1991 en la habitación de un hotel en Guayaquil". Nada más.
Intentos posteriores de Goyén Aguado y de otras personas que lo conocieron y lo trataron, no
pudieron saber muchos más detalles de lo ocurrido, planteándose dudas e interrogantes sobre
la verdad de dicha información, o el real motivo del deceso de Juan Moricz.
Pero volvamos unos cuantos años más atrás y veamos cuales fueron los pormenores de su
azarosa vida, entre el mito y la realidad que hicieron de Moricz, alguien digno de ser
contemplado en su verdadera dimensión.
Revistas y periódicos de diversos países trataron la personalidad de éste investigador en 1969:
"Gracias a la escritura y al idioma he podido comprobar que los súmeros, y muy posteriormente
los hunos y los magyares, tienen un origen en América y que realizaban frecuentes viajes entre
este continente y Asia valiéndose de las corrientes ecuatoriales del Pacífico" -decía Moricz en
un reportaje al Diario La Nación-. Sonriendo, con voz muy baja y un tono de disculpa, Juan
Moricz desgrana su explosiva teoría, agregando que, según él, la cuna de la civilización está en
las más altas cumbres de Ecuador. Es así como no somos un nuevo mundo, sino el más viejo
de todos. Y para apoyar sus palabras saca un pequeño sello de su bolsillo, explicando que se
trata de una pieza precolombina, que sin embargo ostenta una escritura idéntica al antiguo
magyar. Hace ver textos y antiguos documentos, pero a pesar de las demostraciones y del tono
serio y desapasionado, en el rostro de alguno de los que escuchan se dibuja la incredulidad,
que Moricz aplasta con un desafío:
-"Ese idioma, el antiguo magyar, todavía lo hablan los indios Cayapas en la selva occidental del
Ecuador, dentro del territorio delimitado por los Ríos Santiago, Cayapas y Onzole. Además de
las tribus que habitan las estribaciones de la Cordillera Oriental y el Amazonas, existen
pequeños grupos que aún mantienen esa lengua ancestral y sus milenarias tradiciones. Yo he
estado con ellos, y pude conversar en magyar, sin necesidad de intérprete".
Los invito a que me acompañen: Moricz, nacido en Hungría, pero naturalizado argentino,
"ahora se siente americano por partida doble".
Sonriendo casi irónicamente lanza la piedra de su teoría a los oyentes, y luego se divierte
viendo cómo los agitan ondas de sorpresa. Luego retrocede. "Yo prefiero exponer los hechos, y
no elaborar teorías. Sólo soy un investigador".
En apoyo de su teoría revolucionaria, Moricz desparrama sobre la mesa cientos de carillas
cuidadosamente escritas a máquina: "Aquí hay 10.000 topónimos del antiguo reino de Quito,
todos ellos similares a nombres geográficos y apellidos existentes hoy en la cuenca de los
Cárpatos".
El rostro de Moricz se endurece y toma cariz enigmático mientras juega con un collar de
torteros o cuentas precolombinas.
Lo curioso es que el hecho de que los magyares provenían de América fue conocido siempre
por España y los Hasburgos. De allí la germanización de Hungría y la imposición del quechua
en América, para anular el "chimú", o magyar, el idioma secreto de los Incas, de la que sólo se
salvaron los pueblos de la selva.
Moricz realizó su estudio comparativo de las lenguas precolombinas del Reino de Quito y del
norte del Perú, el cañari-puruba y purucha-mochica, con el magyar de 1965, basándose en un
trabajo de J. Jijón y Caamaño. De allí surge que en la cuenca de los Cárpatos se repiten casi
todos los nombres del antiguo Reino de Quito: Ur, Urko, Maras, y miles de otros. La relación
entre los pueblos del reino de Quito y los pueblos de Asia era frecuente. De acuerdo con las
corrientes del Océano Pacífico, el puerto de salida para los viajes era Tumbes y sus regiones
aledañas. El regreso tenía lugar en la bahía de Caráquez, adonde nos trae otra extensa
corriente. Esto lo podrán comprobar mis amigos que salieron recientemente en balsas desde
Guayaquil (conviene aclarar aquí, dado que la nota no lo dice, que se refiere al famoso
navegante español Vital Alsar -ver “bibliografía”) quien realizara varias travesías transoceánicas.
La primera de ellas en 1966, que concluyó al borde de la tragedia, fue a bordo de “La
Pacífica”, donde contó con la participación del experimentado marino francés Marc Modenna.
En 1970, a los 33 años de edad, realizó la segunda expedición con “La Balsa”, donde fue
acompañado por el canadiense Norman Tetrault (23), el chileno Gabriel Salas (23) y
nuevamente, el francés Marc Modenna (44) cuyo destino final era Australia, llegando triunfalmente
a Sydney en el mes de noviembre de ese año, hazaña que repetiría en 1973. En 1976
se propuso realizar otra, junto a un grupo de veinte compañeros, con la idea de seguir la ruta
de Orellana. Saliendo de Guayaquil, remontar a Quito y bajar por el Río Coca, hasta el
Amazonas, para una vez alcanzada su desembocadura en el Atlántico, atravesarlo, hasta llegar
a la ciudad de Santander en España.
Muchos años después (12 de julio de 1984) lo haría el argentino Alfredo Barragán y la
tripulación, con una edad promedio de 36 años, completada por Jorge Iriberri, Horacio
Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Arrieta, impulsó su balsa "Atlantis" por el Océano
Atlántico desde las Islas Canarias hasta el puerto de La Guaira en Colombia. Ambos (Alsar y
Barragán) contaron con la ayuda de Moricz para realizar los trámites y conseguir la madera
balsa en Ecuador, según me relataran, el espeleólogo Julio Goyén Aguado y el arquitecto
Carlos María Zavalla.
Habiéndose cumplido el 25º Aniversario de la Expedición Atlantis, será creado en la ciudad de
Dolores (Pcia. de Buenos Aires), el Museo de la Aventura, donde podrá ser apreciada la balsa
y los elementos de dicha expedición.
Y agrega Moricz -volviendo a la nota de La Nación-: "Quito se llamó antiguamente Kitus, que se
descompone en Kit (dos) y Us (progenitores), en magyar, hoy su nombre es Ketos, que tiene la
misma significación.
Era éste el antiguo reino de Gog y Magog, tan buscado desde hace siglos por los
investigadores".
"Voy a ser muy combatido, lo sé, porque con estos descubrimientos muchas teorías quedan sin
valor, pero la ascendencia quiteña de los antiguos magyares surge hasta en su indumentaria
folklórica y sus costumbres. Por ejemplo, cuando en Hungría se entierra a un héroe, siempre se
dice "va a reposar en la Constelación de la Osa Mayor", y precisamente en los valles Quinche y
Cochasqui existen grupos de monumentos funerarios que son fieles reproducciones de la Osa
Mayor".
Prudente, Juan Moricz prefiere esperar un tiempo antes de publicar su libro, y ha decidido
volver a Ecuador, donde reanudará sus investigaciones arqueológicas, preferentemente en
cierta cueva oculta en la selva y protegida por una tribu guerrera que, atendiendo a sus
palabras, oculta una verdadera biblioteca compuesta de láminas de oro que revelará algún día
al hombre americano su condición de "padre de las razas".
Y las noticias no se hicieron esperar, el 17 de octubre de 1969, el diario Clarín, en una nota de
la señora Cora Cané -que casi podríamos denominar su biógrafa- daba cuenta de "La
Expedición Moricz 1969": "Triunfo sensacional de un argentino".
Titulares más cargados de entusiasmo que de sensacionalismo pregonaban: "América abre sus
puertas a un mundo subterráneo".
"La América misteriosa, guardadora del paisaje agresivo, de la superstición y del encantamiento;
la América de las razas bravías que con su perfil de cordillera mira de frente al cielo;
esta América descubierta, explorada, discutida, revela hoy -a la historia y al futuro- un nuevo
secreto oculto durante milenios en lo más profundo de las entrañas. Un mundo subterráneo,
que ya mencionara la mitología egipcia y griega, donde aún quedan vestigios de la creación del
hombre y de su paso por un tiempo que hasta hoy permaneció inexplorado".
Sensacional descubrimiento (los túneles andinos)
"El doctor Juan Moricz, investigador y explorador argentino de brillante trayectoria, acaba de
regresar de Guayaquil luego de presidir una de las más sensacionales expediciones "de los
últimos siglos". La Moricz 1969, que lo llevó al corazón del oriente ecuatoriano, en plena selva,
donde tiene su dominio la temida tribu de los jíbaros (Shuaras). Recorrió la zona, donde la
vegetación alcanza un desarrollo fascinante, hasta llegar a la Cueva de los Tayos (nombre éste
de un ave nocturna), cuyas profundidades varían entre uno y tres kilómetros. Descendieron
hasta los 80 metros hallando en el fondo una avenida de 60 metros de ancho aproximadamente
por unos 500 de longitud y 120 de altitud con respecto al "cielo raso" o montañas de la
superficie. Moricz estimó en unos 500 milenios su antigüedad, afirmando que "existen otros
pasadizos y corredores simétricos que van hacia otras avenidas de las cuales unos están más
abajo y otros más arriba de la avenida central; todos, trabajados con piedra laja natural,
acondicionada por el hombre. No hay dudas que constituyeron refugios humanos que ya
mencionó la mitología, pero perdida a través del tiempo y de la historia".
Este revolucionario descubrimiento cubre la primera parte de la expedición cuya próxima etapa
llevará a Moricz y a su grupo a verificar la existencia de los "Taltosok Barlangia": Taltos es
nombre genérico de seres superiores conocidos en tiempos remotos y Barlangia significa
"cuevas", en idioma magyar (en el año 1994, la novelista de ascendencia escocesa Anne
O´Brien Rice -Anne Rice- famosa por su "Entrevista con un vampiro", luego llevada como guión
del film homónimo, interpretado por los actores Brad Pitt y Tom Cruise, completa la saga de "La
hora embrujada" y "Lasher", con "El último de los Taltos" -los sobrevivientes de la raza míticapersonajes
que la autora define de la siguiente manera: "Taltos, familia de seres brillantes,
únicos y/o perturbados que desde hace siglos usan tanto la ciencia como la magia para
alcanzar la grandeza y poder sobrevivir).
Es interesante recordar que Moricz emparenta a los "Tayos", etimológicamente con los
"Taltos", en cuanto -como veremos más adelante- que ambos hacen referencia o están
conectados con la idea de "Seres Superiores".
Sostiene Moricz que razas no registradas en la historia de la humanidad y que vivieron en las
profundidades del suelo americano en la noche de los tiempos, han dejado su rastro en estas
cuevas que la cordillera oculta en lo más profundo de sus entrañas.
En la próxima expedición, deberán sortear toda suerte de peligros y riesgos, proponiéndose
descender a varios cientos de metros de profundidad. Durante semanas habrán de vivir en el
más absoluto silencio y oscuridad -sin otra luz que la de las linternas- desentrañando paso a
paso la red de laberintos que enlazan avenidas, pasillos y grandes estancias donde alguna vez
hombres de razas superiores, ya extinguidas, dieron forma a una cultura y a un sistema de
vida desconocidos. De lo que puedan descubrir surgirán elementos decisivos para aclarar
algunos de los misterios que encierra el origen de la vida humana en América.
El verdadero Indiana Jones
"La expedición que preside el argentino Juan Moricz está integrada por un numeroso grupo de
expertos, quienes cumplieron un complicado itinerario para llegar a destino: salieron desde
Guayaquil a Cuenca en automóvil y camión, desde Limón, a lomo de mula hasta El Pescado,
Tres Copales, La Esperanza y la Unión; continuó en canoa hasta la Puntilla, en el río Santiago
y su enlace con el Río Coangos; siguieron a pie hasta la jibaría de Jukma, dominio del "brujo de
la jibaría del Coangos" y continuaron hasta el lugar donde se radicó el campamento, en la
jibaría perteneciente a Guajaro.
Una sola mujer la integra: Lilian Icaza, guayaquileña, que residió en Buenos Aires durante más
de 20 años, regresando hace poco más de un año a su país. Con el coraje y la inteligencia
propios de la mujer americana, acompañó al grupo compartiendo con los hombres los
innumerables peligros que en todo momento amenazaron la vida de los expedicionarios. La
culminación de los trabajos realizados tuvo un carácter profundamente emotivo que nos llega
muy de cerca de los Argentinos: el 10 de agosto pasado (1969) fecha patria del Ecuador, los
expedicionarios celebraron en plena selva el acontecimiento, acompañados por un grupo de
jíbaros. Allí, en el misterioso mundo que todavía habla el lenguaje virgen de América, Moricz
izó la bandera de Ecuador y la de la Argentina".
Así concluía la nota de Cora Cané, esperando el próximo capítulo de una aventura, que inspiraría
con éxitos multimillonarios a varios autores, guionistas, productores y directores de
novelas y películas. Se ha asegurado que el personaje del profesor y arqueólogo "Indiana
Jones", interpretado por el actor estadounidense Harrison Ford, en el film de Steven Spielberg
"Los Cazadores del Arca Perdida": (”Raiders of Lost Ark”), (basada en un argumento de George
Lucas (director y guionista de “Star Wars” -La Guerra de las Galaxias- y Philip Kaufman,
novelada posteriormente por Campbell Black, en una adaptación de un guión de Lawrence
Kasdan), se había inspirado en la figura del eminente doctor Vendyll Jones, quien hace algunos
años estaba realizando excavaciones en "Las Cuevas de la Columna y las Especias", en la
polémica región de Qumran, dónde se hallaron en 1948 los famosos "Rollos del Mar Muerto",
en la cual esperaba encontrar indicios de la tan mentada "Arca de la Alianza". Sin embargo se
dijo lo mismo de otro aventurero, el explorador Gene Savoy, que realizó expediciones en el
Perú descubriendo decenas de nuevas ciudades y necrópolis incas y pre-incas, constituyendo
uno de sus mayores logros la ubicación de la verdadera y mítica ciudad de Vilcabamba, la
misma que buscaba Hiram Bingham cuando en 1911 partió con el patrocinio del Departamento
de Arqueología de la Universidad de Yale, en EE UU, y no muy lejos de Cuzco; el día 24 de
julio, después de una complicada escalada, llegó a Vilcabamba, situada en un angosto cerro
bajo el pico conocido como Machu Pichu, sin saber aún que ese era el lugar que buscaba.
Bingham recién publicaría en 1930 "Machupichu", la obra que daba cuenta del descubrimiento
que lo haría famoso mundialmente, como uno de los arqueólogos más importantes de la
historia moderna. Gene Savoy por su lado, llevaría las cosas por terrenos más polémicos, ya
que su tendencia mística lo emparentaba con quizá "El Explorador" por antonomasia, el célebre
coronel británico Percy Harrison Fawcett, quien creía en la existencia de una mítica ciudad que
denominó crípticamente como "Z", y que consideraba una colonia de la "Atlántida", o, como
pensaba Savoy, de los restos de la perdida "Lemuria" o continente de "Mu".
Es decir modelos no faltan para inspirar el personaje de "Indiana Jones", pero aquellos que
hayan visto el film "Los Cazadores del Arca Perdida" (o "En Busca del Arca Perdida") o leído la
novela (Ed. Planeta-1981), recordarán que el primer capítulo se desarrolla en "Sudamérica, año
1936", donde el Dr. Jones en compañía de dos peruanos apellidados "Barranca y Satipo" y
cinco indios quechuas, se adentraban en la selva Amazónica en busca del templo de los
guerreros "Chachapoyan", donde el Dr. Jones esperaba encontrar un valioso ídolo de oro.
He aquí un dato curioso, ya que la ficción del relato, nos conecta con un verdadero misterio
arqueológico y antropológico, "El enigma de los Chachapoyas y la ciudad de Kuélap", o bien
"Los indios blancos". Antonio Cerdán titula así una nota para la revista española "Mas allá de la
ciencia", en la cual podemos leer:
El aventurero “Indiana Jones”, interpretado por Harrison Ford. |
"Un aura de misterio sigue rodeando a esta cultura desconocida que pobló las tierras del
sudeste de los Bracamores, en la margen derecha del río Marañon. Su centro fue el valle de
Uctubamba, término que significa "territorio de agujeros o cuevas". Sus vestigios-templos,
palacios y fortalezas siguen en pié resistiendo el clima y la maraña de vegetación que los
cubre. Un ecosistema tan abrupto que alguno de sus enclaves, como Chipurik, son casi inaccesibles,
aunque no tanto como para ocultar unas extrañas botijas de barro con forma humana
que no son más que nichos en los cuales descansaban los restos mortales de los jefes".
Pues bien, Cerdán nos cuenta que estos utilizaron nada menos que 25 millones de metros
cúbicos de bloques de granito rosado para construir su centro cultural y religioso, la ciudad de
Kuélap, pero que el enigma de los Chachapoyas residía en su origen étnico. Según el profesor
Kaufmann Doig, de Perú, su nombre puede derivar de la cultura Aymará selvática de los
Sachapcollas, sin embargo el problema surge en que los Aymará son de raza mongoloide,
mientras que los Chachapoyas son de piel blanca. Algunos antropólogos han emparentado a
los Chachapoyas con migraciones traspacíficas de Australoides procedentes de Oceanía, como
en el caso de Paul Rivet, solutrenses ibéricos que lo hicieron en balsas hace 18.000 años o
vikingos, como afirmaba el investigador radicado en la Argentina Jacques de Mahieu. Es decir
de alguna manera, la relación de estos aborígenes con los pueblos europeos y asiáticos,
podría aproximarse a las teorías de Juan Moricz.
Pero volviendo a las aventuras de "Indiana Jones" en las selvas de Sudamérica, una vez
descubierto el Templo de los "Chachapoyan" al cual ingresa en compañía del codicioso
peruano Barranca, son sorprendidos en su trayecto, dentro de las oscuras galerías, por
mortales guardianes que silenciosamente reptan por sus espaldas: enormes y negras
tarántulas, arañas del tamaño de un plato de postre.
Es evidente que el personaje del Dr. Jones está inspirado no sólo en el explorador Juan Moricz,
sino en los relatos que tanto él como Goyén Aguado, hicieron a la prensa, precisamente en el
detalle de la descripción de las arañas gigantescas que se refugian junto a otros tantos
animales salvajes en la oscuridad de la caverna de Los Tayos, viviendo en una temperatura
constante de 20 grados y respirando aire puro.
En una de las entradas o galerías laterales -recuerda Goyén Aguado, en una charla que
mantuvimos en el CAE, estando presente el fotógrafo Miguel Doura- se hallaron frente a una
boca de acceso en forma de ranura sobre un alerón o saliente, algo así como un portal, el cual
se hallaba plagado de arañas de todos los tamaños imaginables.
En un intento por hallar otra forma de ingresar a dicha cavidad, Goyén Aguado, encontró a
nivel del suelo, una boca que dejaba pasar ajustadamente el cuerpo, teniendo que arrastrarse
por varios metros. Moricz llevaba la delantera, y en su camino iban espantando con las manos
gran cantidad de ejemplares de enormes arañas, que tal vez atontadas por la luz de las
linternas, no llegaron a atacarlos o provocarles algún daño. Los metros de aquel corredor, que
podían contarse en una veintena, parecían interminables por la impresión causada por la
presencia de los arácnidos y el sentimiento de opresión en sus cuerpos. Finalmente llegaron a
una sala de gran capacidad, donde Julio Goyén Aguado pudo observar, igual que Moricz, que
de algún lugar se filtraba luz solar.
Asomándose Goyén Aguado por la abertura donde se filtraba la luz, pudo ver que daba al
exterior de la caverna y que algunos metros mas abajo, corría el Río Yaupi, lo cual le indujo a
concluir que de haber sabido podrían haber ingresado por allí, y haberse ahorrado tantas
penurias. Una vez dentro de aquella sala, pudieron observar algunos agujeros o simas
circulares en el piso de la misma, a los cuales los aborígenes Shuaras o Jíbaros, les tenían
gran respeto o temor, no queriendo acercarse a los mismos por nada del mundo
Archivo Javier Stagnaro |
Goyén Aguado, picado por la curiosidad, se acercó para observar en su interior y ver la
posibilidad de ingresar a uno de ellos; aún sin pisar aparentemente nada, ni haber tocado en
ningún lado algo, de pronto desde la parte superior de la cavidad, cayeron dos gruesas cañas
tacuara con sus extremos cortados en punta de lanza. Una que cambió su ángulo de caída,
golpeó transversalmente la espalda de Goyén Aguado, sin provocarle heridas de importancia -
por suerte-, la otra en cambio se clavó al lado de uno de los pies de Juan Moricz, como clara
advertencia que estaban pisando un lugar prohibido.
Antes de regresar, con asombro Moricz y Goyén Aguado, tuvieron que dar paso a una
caravana de gigantescas arañas, que se dirigían hacia el interior de la caverna, como si de una
columna de soldados en marcha hacia un objetivo desconocido se tratara, siendo tal vez parte
de un sistema de protección natural de aquellos tesoros, que se ocultan bajo la tierra.
Escena ésta que se repite en la segunda película de "Indiana Jones y el Templo de la
Perdición", o bien en el capítulo 6 de la novela homónima, donde ingresando al "Templo de la
Muerte", atraviesan un pasadizo oculto, detrás de las paredes de la habitación del palacio, el
cual está infestado de insectos de toda clase, propio de las cavernas o regiones húmedas,
como en la zona donde se desarrolla la acción.
Es decir, que tratándose de un explorador contemporáneo, Juan Moricz bien pudo ser el
modelo a elegir, teniendo en cuenta además otros pormenores que veremos más adelante y
que casualmente, son elementos vitales en el guión de las hasta ahora, cuatro películas de
"Indiana Jones".
Sin duda, la personalidad del Señor Juan Moricz plantea muchos interrogantes ya que los datos
que se poseen son escasos o deliberadamente insertos dentro de especulativas teorías sobre
su origen; datos que él mismo ha brindado a la prensa, o entre sus amistades y conocidos.
Así entre la comunidad húngara residente en Argentina, pocos o casi ninguno daba crédito a
los dichos de Moricz, siendo considerado poco menos que un estafador, término que era
asociado libremente por su condición de aventurero, apodo que relegaba de plano cualquiera
de las disciplinas, ciencias o estudios que éste hubiera cursado. Es decir, que se ponía en tela
de juicio su calidad de científico o su titularidad en cualquiera de los campos de la ciencia, en
los que Moricz se decía versado.
En un reportaje cedido al periodista Alberto Borges en la revista "Vistazo" número 231, de
Guayaquil, Ecuador, en agosto de 1976, se dice que Juan Moricz: "...inicia su búsqueda del
mundo perdido en 1950, registrando (cavernas de) los Tayos, en Argentina, Bolivia y Perú, y
finalmente, los detecta en las estribaciones de la Sierra del Cóndor, en Ecuador".
Goyén Aguado por su parte aseguraba que lo había conocido en Buenos Aires en 1958,
cuando trabajaba de Despachante de Aduana en el estudio del Doctor Mujica; para ese
entonces, dado que Moricz había nacido el 20 de febrero de 1923, éste contaba con 36 años
de edad, y Julio Goyén Aguado, nacido en 1941, con apenas 17 años de edad.
Para 1964, Moricz ya se encuentra residiendo en Ecuador, es posible que como él aseguraba,
el azar lo ubicara en el curso del Río Coangos, el cual lo condujo a lo profundo del Amazonas,
encontrando allí a la primitiva tribu de los Shuaras, en 1965 o tal vez anteriormente. Nada
puede asegurarse. Lo cierto es que, según su relato, ha contactado con el cacique Nayambí y
el brujo Juckma, quienes le indicaron la existencia de las cuevas donde moraría el ave que
figuraba en el escudo familiar de Moricz, el Talto o Tayo, que tanto había buscado. Los
Shuaras o Jíbaros, habían agregado a Moricz el siguiente comentario: "...que ya era tiempo de
que un hombre blanco conociera la realidad del mundo subterráneo".
Conmocionado por esta singular confesión, Moricz regresó en 1966 a Argentina en busca de
apoyo, poniéndose en contacto con el capitán de navío Enrique Green Urien, con el coronel
Carlos María Zavalla, profesor de la Universidad Argentina de Ciencias Sociales y finalmente
con Julio Goyén Aguado, que aún no había fundado el CAE, como dice la nota de Rogelio Fojo,
de quien he tomado estos párrafos.
Antes de continuar cronológicamente con las actividades de Moricz, repararemos en otro dato
que el periodista Alberto Borges ha revelado en su reportaje, el cual dice textualmente:
"Juan Moricz (54) nacido en Hungría, ciudadano argentino... es sin duda alguna un hombre
fuera de serie. Se cree que durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de un misterioso
grupo germano-húngaro dedicado a descifrar fenómenos paranormales. Luego aparece en
Argentina como espeleólogo y explora infinidad de cavernas desde Jujuy hasta Tierra del
Fuego, mas tarde se lo ve en Bolivia y Perú realizando estudios de Geología".
Quien desee adquirir el libro de Javier Stagnaro puede solicitarlo al siguiente correo: jatostagnaro@gmail.com
Gracias por trasmitir esa informacion.Saludos desde Cusco Peru.
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