sábado, 10 de mayo de 2025

LAS CIUDADES PERDIDAS DEL INTERIOR DE BRASIL. TEXTO E INVESTIGACIÓN DE C. STEIGER



Historias sobre ciudades perdidas adornadas con
tesoros, restos de civilizaciones precolombinas de alto
nivel en el interior de Brasil, han movilizado aventureros en
las más diversas épocas. Pero lo cierto es que el propio
Itamaraty, el Museo Nacional y el Centro Nacional
de Investigación y Cultura ya han confirmado tales
ruinas. En este articulo, el autor invita a
profundizar en los hechos, citando los informes
mas fantásticos y creibles



Ciudades en las selvas, llenas de fabulosos tesoros, siempre despiertan la imaginación.
En todas las épocas, como una constante, hay referencias a su existencia.
 Hombres con objetivos diversos -aventureros, científicos, misioneros- se aventuran en las selvas, a menudo para no regresar jamás. Desaparecen sin dejar rastro y nunca más se sabe de ellos.
 Se crean leyendas sobre el destino de tales civilizaciones. 
 ¿Habrían logrado sus objetivos y permanecido en compañía de seres desconocidos para nosotros? ¿O por el contrario habrían encontrado la muerte? Sin embargo, envueltas en un velo de misterio, las narraciones han llegado a interesar a científicos y entidades como la austera Royal Geographical Society de Inglaterra.
Además de una serie de pequeñas leyendas sobre ciudades y civilizaciones perdidas e están relacionadas directa o indirectamente con Brasil, la de Eldorado fue, quizás, la que más atrajo a los aventureros. Era una ciudad que inicialmente, para algunos, debía estar ubicada al este de las Guayanas: era el Dorado de Parima. También se decía que estaba ubicado en el altiplano colombiano y que su rey se pintaba el cuerpo de oro para bañarse en el lago sagrado. La leyenda despertó la codicia de muchos aventureros.  En 1540, después de regresar de una expedición, Pedro de Limpias contó la primera historia de El Dorado.
 Después de ser ubicado en las Guayanas y Colombia, Eldorado pasó a ubicarse en los mapas en el centro de Brasil, en medio de “tierras desconocidas”.
Era el lago Eupana y conectaba las cuencas del Amazonas, del Sao Francisco y del Plata.

Enein, el fantástico imperio del rio Madeira

Se organizaron varias expediciones para descubrir sus famosos tesoros, así como su misteriosa civilización. Las antiguas expediciones de Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana (1541); por Fernán Pérez de Quesada y Phi-lipp von Hutten, en 1548; la de Pedro Ursúa, cuatro años después; la de Antonio de Berrio, en 1584; la de Walter Raleigh, en 1617 y la de Frei Domingos de Brieva, en 1637, todas ellas evidentemente infructuosas, demuestran claramente la codicia que despertó la leyenda.
 Uno de estos aventureros regresó diciendo que los incas se habían refugiado en El Dorado; Otros se referían a un imperio fantástico, conocido como Enein situado, en la cuenca del río Madeira.
 El ciclo de Eldorado daría origen, en Brasil a la leyenda la Sierra de las Esmeraldas, tan buscada por los bandeirantes. Decenas de escritos misteriosos, según la creencia de la época, circulaban en manos de los habitantes de la entonces modesta Sao Paulo de Piratininga. A los jesuitas se les atribuía el conocimiento de información invaluable para su ubicación, debido a la conexión que tenían con los indígenas, quienes seguramente entregaban a sus protectores cualquier información que tuvieran.
 Femao Dias organizó una expedición en busca do la Serra das Es-meraldas.
 El gobierno portugués creía que el experimentado explorador del interior finalmente encontraría el codiciado tesoro. Y Fernao Dias murió en medio de la empresa, pensando que lo había descubierto.
 El ciclo de leyendas sobre Eldorado está desapareciendo poco a poco.
En su lugar, se empezó a hablar de la existencia de ciudades perdidas, restos de civilizaciones antiguas que habían desaparecido.
 De las antiguas ciudades perdidas mencionadas en el pasado, la más conocida es sin duda la que fue descubierta por exploradores del "ciclo-bahiano",  registrada en un manuscrito encontrado en la Biblioteca Nacional. El documento es largo, detallado, describe todas las particularidades de la ciudad e influyó en el legendario coronel Fawcett, quien de hecho lo leyó en la versión inglesa,
publicada en 1869. Al mudarse a Brasil, Percy Fawcett se internó en los bosques y nunca mas se supo de él.

Boletín del siglo 18 confirma aventureros

Pero, después de este posible descubrimiento por los aventureros bahianos, se realizaron otros, constituyendo un desafío arqueológico permanente. Sin embargo, muchos científicos son
demasiado escépticos y no aceptan la posibilidad de un origen que pueda a modificar sus esquemas arqueológicos y etnológicos ya establecidos. Pero, existen, existen...
 La tradición de la existencia de ciudades perdidas se extiende por varias regiones del Brasil. Muchos no son más  que bloques de piedra que la imaginación popular ha transfigurado y promovido a antiguos asentamientos abandonados. Otras veces, sin embargo, los hechos requieren un análisis más serio.
La llamada ciudad de Serra das Figuras es uno de estos casos.
 En 1945 se anunció su descubrimiento en el interior de Goias. Y el hecho no fue comunicado por ningún periódico ávido de crear sensacionalismo, sino por el insospechado Boletim de Informacoes do Brasil, editado por ltamaraty.
 Todo hace pensar que se trataban de ruinas de una cultura precolombina ya bastante desarrollada, hecho que rompería los esquemas tradicionales de la arqueología sudamericana.

Murallas, pirámides, tumbas y anfiteatros en Paraúnas

La nota de la publicación editada por Itamaraty dice: "La configuración del norte de Goias tiene un aspecto ligeramente ondulado. Están las sierras de Mangabeiras y Figuras, llamadas incorrectamente sierras, ya que representan sólo un poquito de la meseta, que se extiende al este entre los ríos Preto y Grande. Estos accidentes se presentan mediante un muro de más de cien metros de altura. La Serra das Mangabeiras es la línea divisoria entre las aguas de los rios Sono y Paraiba, al norte, y se entiende hacia el sur, donde el rio Sapáo la cruza de oeste a esto, continuando hacia el sur donde toma el nombre de Serra das Figuras. En este terreno se encuentran ruinas de los más fabulosos edificios, palacios y catedrales, rodeados en su parte superior por varias estatuas, algunas aisladas, cada una
revelando sus propias expresiones. En estas ruinas hay largas plazas con centinelas que han quedado petrificadas a lo largo de los siglos, cariatides monstruosas, restos masivos de algunos monumentos ciclópeos a punto de derrumbarse. 
 Sin duda, no se trata sólo de una curiosidad turística o Incluso artística, cuyo valor no debería ser despreciado, pero sobre todo de un descubrimiento que representa un hecho histórico quizás esencial para el estudio de ciertas épocas del pasado de Goiás y Brasil.”
Esta descripción hecha por  el boletín de Itamaraty se asemeja, en muchos puntos, a la  hecha por los aventureros en 1753. ¿Existe  alguna conexión  entre la antigua ciudad perdida, que estaba ubicada en Sincorá, y esta otra descrita en el siglo XX?
 Si se toma literalmente la descripción del boletín, en atención al  carácter científico atribuido al descubrimiento, se entiende que las ruinas encontradas  no son meras piedras amontonadas sino más bien restos monumentales de una antigua civilización, enclavada en el corazón de Brasil. En otras palabras; serían ruinas de civilizaciones perdidas en la noche de los tiempos, que recuerdan el esplendor de las ciudades de otros pueblos civilizados de época precolombina, como la de los Incas, mayas, aztecas y toltecas.
 Aún en el Estado de Goiás, circula la noticia  sobre la existencia de otra ciudad perdida. Se trata de la que se encuentra en Serra da Portaria, a 30 kilómetros de Paraúnas. El descubrimiento fue hecho publico -aunque su existencia  ya era conocida en Río de Janeiro-, por el Sr. Paulo Leofredo Costa, del Centro Nacional de Investigación y Cultura (CNPC), que tiene su sede en Brasilia.
 El hecho tuvo un profundo impacto en los círculos científicos del País. Según su promotor, la ciudad  habría estado habitada por miembros de una civilización desconocida que vivieron aquí miles años antes de nuestro descubrimiento.
Aunque las declaraciones del director del Centro son categóricas, se plantearon serias dudas sobre la importancia del hallazgo. Pero ¿serían justificadas estas dudas en vista del número de argumentos presentados? Lo cierto es que su existencia no podía  ser  discutida.
Según  Paulo Leofredo Costa no hay ninguna duda sobre el valor del descubrimiento. Ordenó un análisis, según información proporcionada a la prensa, de varias muestras del material que se encontró en las ruinas de la ciudad, habiéndose encontrado aceite de ballena en el mortero examinado. Tratando de explicar esta inusual aparición,   afirmó que había un gran lago cerca de la ciudad perdida de Paraúnas, lugar donde se criarían los cetáceos. El director de la CNPC también entró en más detalles. Pera él las piedras que forman los muros tienen un aspecto alargado y son de dimensiones regulares, alcanzando hasta cinco metros de altura. Las murallas tienen dos kilómetros de longitud y forman un majestuoso anfiteatro.
 En su interior, se dice, hay pirámides y tres grandes piedras superpuestas, en forma de altar, y dos picos que apuntan hacia el noreste. 
 En el fondo de un pozo, ubicado en el llamado anfiteatro, los investigadores del CNPC llegaron a una enorme cámara, a la que no pudieron ingresar debido a la altura de más de cuarenta metros entre el punto donde se encontraban y el suelo. Deben ser "tumbas de los primeros habitantes de la región", creen. Según sus declaraciones, una noche de luna llena los exploradores vieron una luz intensa elevarse detrás de la pirámide principal. Incluso lograron fotografiar el evento. Aunque no lo atribuyó a ninguna causa, insinuó la posible existencia de seres misteriosos que aún habitan esas cuevas, en una región casi inaccesible.





Un altar celta en Pedra da Anvilna

¿Hasta dónde llega la verdad y hasta dónde la exageración? Según el director del Centro Nacional de
Investigación y Cultura, las investigaciones continúan para descubrir la verdad.
 Luis Galdino, un arqueólogo que visitó la región, fue mucho más cauto, aunque no negó por completo la posibilidad de que se tratara de una ciudad. El dijo: “En el brazo occidental de la sierra, cerca del punto donde la muralla asciende por la montaña, hay una superficie sembrada de grandes bloques de piedra, que dan la impresión de recintos y plazas. Algunos metros más adelante  se alza una especie de obelisco o columna tosca de piedras apiladas, con un acabado tosco, que no permite, en un primer análisis, decir si se trata de un monumento o de una obra de la naturaleza.
Continuando con su análisis, el mismo científico afirma: “Para gran sorpresa, junto a ella se encuentra la Pedra da Anvil, como se la conoce en la región, que s asemeja en todos los sentidos a un alar celta.  Unos pasos por delante de la superficie asfaltada, dos puntas de piedra se elevan sobre el espacio, causando la impresión  exacta que debía servir de soporte a una losa y ésta, muy posiblemente, pudiera ser el pedestal de algún objeto de culto, quizá un ídolo. Una de las puntas está rota, pero está claro que deberían tener las mismas dimensiones, aproximadamente unos tres metros de largo.



Enigma: el obelisco de Monte Alto

Otro enigma arqueológico que hasta ahora ha intrigado a los expertos es la ciudad perdida de
Monte Alto.
 Ubicada en el estado de Bahía, fue estudiada hace algún tiempo por el arqueólogo Angyone Costa, quien tuvo la oportunidad de describirla con cierto detalle, Está ubicada en un lugar llamado Rio das Pontes, a orillas del río Verde Grande.

 Esta ciudad perdida, para los habitantes de la  región , fue construida hace milenios por una raza que se extinguió.
 Allí, según Angyone Costa, en un amplio campo, hay una alineación de piedras de aproximadamente un metro y medio de altura, colocadas de manera equidistante, que se extiende por aproximadamente un kilómetro. No muy lejos de esta avenida de piedra "bajo una explanada rocosa”, se alzan las ruinas de antiguas y aparentemente toscas

construcciones de piedra, sin terminar, dejando la duda de si fueron hechas por manos humanas o si son obras de la naturaleza.  Sin embargo es poco probable que la naturaleza haya podido realizar esta obra, pues, además de estas toscas construcciones, existen también,
según el arqueólogo que hemos citado, “ruinas de antiguas construcciones de piedra tosca, algunas de grandes dimensiones”.
 La ciudad perdida de Monte Alto aún no ha sido examinada adecuadamente por los expertos, por lo que no se tiene una idea precisa de su edad ni de los orígenes y el destino de sus constructores.
 Por este motivo los arqueólogos -como Angyone Costa- se muestran algo cautelosos. Dice: «Una serie de pilares parecen demarcar construcciones extintas y la fisonomía del lugar da la impresión de que en Monte Alto existió, en un pasado remoto, una ciudad de la que no hablan los cronistas. El origen de estas ruinas, o pseudo-ruínas, |permanece desconocido hasta el día de hoy».
 ¿Podría ser ésta también la ciudad descrita con cierta exageración, por los aventureros de 1753, o fue construida por un pueblo cuya cultura se perdió en el tiempo, habiendo retrocedido  su civilización y desaparecido sus miembros debido a algún fenómeno que desconocemos?

Agradecemos, como tantas veces, al investigador Javier Stagnaro (quien supo estar por el Brasil siguiendo las pistas de estas legendarias ciudades) por su aporte con este material, el cual tradujimos para la ocasión.


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