lunes, 20 de febrero de 2017

LA MESETA DE LOS DIOSES por Alejandro E. Chionetti

Dada nuestra fascinación por los innumerables e inabarcables misterios de nuestra Amérika, recuperamos del  milagroso archivo de nuestro colaborador Javier Stagnaro, un bello artículo de viaje e investigación. Su autor:  Alex Chionetti. El lugar: Marcahuasi.

Allá en la soledad, entre las rocas, diálogo de silencio y siglos se encuentra Marcahuasi. La verdad perdida en las tinieblas de la prehistoria. El autor, un argentino joven e idealista, nos narra su encuentro frente al misterio y a las posibilidades ocultas de estos mensajeros pétreos.

Hubo una vez una noche. Una noche en la que el fuego de las estrellas estaba congelándose y en la que la Tierra estaba profundamente dormida. La ascendente niebla de una indefinible primavera final amortajaba una meseta en el oeste de los Andes.
 Muy abajo, algo se reventó. Fue entonces cuando la pesadilla comenzó y en la dermis pétrea de la meseta los espasmos y eclosiones quebraron la apacibilidad del universo.
 Todo se levantaba. Una hinchazón de piedras y una mano invisible. Y un fuego, y una sangre. La lava. Conformaba, diseñaba y desdeñaba formas y más formas. Todo estaba en todo. Y de repente, nada. Las piedras gritaban, aullaban. Una gran luz, dibujante. Y no había nadie. Nadie veía al Gran Artista y a sus ayudantes. Ahí el sapo, el león vigilantes, y el perro cancerbero. Allá la Gran fortaleza, el camello, las focas. Aquí la Esfinge contemplando la línea de plata del Pacífico, y tal vez a su hermana. El espíritu de la tierra. Su fuego, el mío. Mi pesadilla, y me revuelco. Son los cantos que me taladran los oídos, los ojos. Mi columna toda, acostada sobre el anfiteatrum. Son los sacerdotes atlantes, que han retornado y cantan para mi despertar. En la parte de atrás del Gran tiempo, el de los Grandes Antiguos,
la Mano creadora de MARCAHUASI, se esconde en la arena de algún desierto sagrado. Sus ecos todavía murmuran y hacen cantar a las piedras que quieren copiar reyes y guerreros, senos y sacer-dotes, dinosaurios y caballos.
  Esta es solo una opción metafórica, es solo un miramiento unipersonal, absolutamente interno, mío, y que me gustaría que fuera cierto. Un humilde deseo. Un sueño más de los tantos. Tan real sin embargo, como la realidad de Marcahuasi, tan irreal como la irrealidad real de esta Meseta, donde todavía se escuchan las entrecruzadas espadas de los Antiguos Atlantes y de "otras razas" que vivieron y viven todavía, en este planeta, la Tierra.

EL FARO COSMICO

MARCAHUASI es una meseta de 4500 metros de altitud. Está en el Perú, a ochenta kilómetros de Lima. Su latitud sur es 11° 46' 40,9" y su longitud oeste es de 76° 35' 26,3" (Greenwich). Tiene una estructura geológica que pertenece al Superbatolitico Circumpacífico representada por diorita pórfida.
 Para dar aquí una mejor descripción tomaré algunas partes de mi diario de viajes.
 Vista desde su ascenso la Meseta de Marcahuasi parece extraída de un paisaje descripto por un J. R. Tolkien o por Sprague de Camp. Ante mi vista se yerguen unas agujas de piedra que pinchan al cielo gris e intentan parecer mostrarnos una desesperada rabia pétrea de haberse querido desprender de la atracción gravitatoria.
  La meseta es imponente. Sobrecogedora y me transmite la sensación de lo sagrado compenetrado a la naturaleza. He iniciado el ascenso hace dos horas, desde el pueblo de San Pedro de Casta, sitio con el que ya había soñado muchos años antes de poner mis pies en Perú. La niebla se está levantando y me hace arder los ojos.
 Desde mediados de la primavera hasta el fin del verano peruano (aquí a 4000 mts sobre el nivel del mar es invierno) la niebla asciende a partir del mediodía a la meseta. Esta es la peor época para ascender a la Meseta que el excelente investigador y poeta peruano, el doctor Daniel Ruzo, redescubriera en 1952 después de buscar tantos años la clave final de sus estudios sobre la Cultura Masma. Llueve cada tanto. Esta es la época de las lluvias, tan esperada por los comuneros de San Pedro, después de una semisequía arrastrada desde 1974. Este ha quedado casi borrado del mapa por la neblina ascendente.
 Arriba, la cumbre me desafía. Es mi tercer ascenso que representa dos meses de investigación y de exploración en la zona y sus alrededores. El sol ha logrado abrirse paso entre los nubarrones y ha originado un hermoso arco iris que con su extremo final me muestra enigmáticamente el lugar exacto donde se encuentra el Monumento a la Humanidad, formación pétrea que fuera así bautizada por Ruzo hace casi treinta años.
  Me estoy acercando a la entrada norte, paso por una especie de bloques que parecen formar una especie dé muro de avanzada para la defensa de una fortaleza. Igualmente sé por mis dos expediciones anteriores que la mayoría de las formaciones rocosas laterales eran bastiones en los que no faltan ni torreones ni atalayas.
 Debo destacar que me sorprende la semejanza de estos muros de roca natural con los más nítidamente trabajados de la fortaleza de Sácsahuamán. La niebla ha retornado. Pero ya me deja entrever el rostro de la Esfinge, el "Monumento a la Humanidad".
  Los habitantes de la región la llaman "La cabeza del Inca". Tiene más de veinte metros. En ella parecen converger todas las razas siempre según desde donde se la mire. Allí está nuestra raza, la blanca, y hacia el norte parece mirar un rostro de nítidas facciones semíticas. Debajo de ésta hay una cara de rasgos peruanos pero que me hace recordar persistentemente la máscara de jade que recubría los restos del "astronauta del Palenque".
 La parte dirigida hacia el oeste muestra un ojo alerta y una nariz que amenaza ser aguileña y dar un aspecto pajaril a la escultura.
  Frente a la "Esfinge americana" una loma de piedra da origen a dos importantes figuras.
 Vista desde el noroeste de la meseta, más abajo del León (que guarda vigilancia imponentemente en el extremo más alto de esta parte) y cuando el sol, el sagrado Inti, se crepusculiza con el cielo, emergen de la piedra dos mujeres de largas túnicas que lloran con sus brazos rezantes sobre un guerrero agonizante. Vista en conjunto esta figura nos muestra un rostro de anciano muerto. El negativo de esta fotografía invertido se transforma en un joven de expresión agresiva y altanera.
 En esta misma zona central de la parte de "La Esfinge" encontramos a la Tortuga, con un amplio caparazón y una pequeña cabeza que apunta hacia el sur, que esconde todavía más misterios.
  Ya el sol se ha apagado sobre el Pacífico y habrá de estar iluminando tenuemente los Himalayas. Estoy acampado detrás del Monumento a la Humanidad y muy cerca de la cabaña del doctor Daniel Ruzo. Allí en su refugio, construido para facilitar sus estudios y mediciones de la Meseta, me pongo a pensar sobre este escritor tan singular que a los 24 años de edad comienza a estudiar la Protohistoria Americana, la Primhistoria de los Andes, como diría el inolvidable Robert Charroux y que retomando los estudios simbológicos de Pedro Astete (estudioso y cuentista que llegó a vivir en Buenos Aires) en la búsqueda de una cultura que se perdía en la noche de los tiempos, llega a obtener pruebas de esta cultura a la que llamará Masma, y que está bastante lejos de tener vinculación con la incaica.
  Las leyendas nos hablan de una raza de altos hombres blancos y barbados, que fueron invencibles y de una profunda motivación religiosa.
 El nombre de Masma significa algo parecido a oído en lengua hebrea y está directamente relacio-nado con ISMAEL y su quinto hijo y a su descendencia tribal, la Bene Misma o Bene Masma como está registrado en el Libro del Génesis (XXI, 14) y en los libros primero y segundo de Las Crónicas. Daniel Ruzo, retomando las teorías de Astete, vincula a los huancas con los cananeos y a los
aimaras con los himiaritas.
  El mismo Pedro Cieza de León que al parecer estuvo por los alrededores viviendo con los chaucas, que llegaron a habitar las ruinas (incaicas, todavía hoy existentes) de Marcahuasi, por los siglos XV y XVL, obtuvo inusuales e importantísimos testimonios coincidentes con los que por tradiciones orales se mantienen y que pude recoger directamente de pobladores y de aborígenes que habitan la provincia de Huarochirí.
  Como siempre eran "los de siempre", y a los que siempre estaban vinculados los "recintos sagrados": Los blancos altos barbados; los gigantes.
  Los orígenes étnicos de los seres humanos que llegaron a conocer a Marcahuasi "todavía caliente" se pierden en las espirales del tiempo. Pues además en la meseta han vivido muchas tribus, tal vez desde la época en que el cielo era navegado por dos o más lunas.
 Los nombres se suceden, los Huiscacocha, Chocoyoc, Cutebí, Laco, Cenangak, Mashka, Kiscoui-mo, Lacsar, Marcahuasis, etc. La mayoría de éstos, bravíos, hechiceros y antropófagos, desconocieron el origen de la meseta y sería demencial atribuirles el posible tallado de las figuras a estas tribus.  
 Entre los que pudieron tal vez haber "cumplimentado" o arreglado algunas de las más sencillas esculturas, pueden haber sido los Guaíres, que eran gigantes de una gran inteligencia, y a los que los más viejos pobladores de San Pedro de Casta atribuyen las figuras.
 Todavía hoy en día, sin embargo, se mantienen vivas las historias de superseres, supermanes que habitaron el valle y sus derredores.
 Se habla de Xotacur, un gigante que irradiaba luz e iba a la velocidad del rayo y del relámpago transformándose en éstos, como una especie de Flash de la Edad de Piedra.
 Las tribus eran más de 28, la mayoría hechiceras. Estos brujos en un determinado día de un indeterminado mes de un inimaginable año de un incalculable milenio antes de Jesús, pronosticaron el fin del Mundo. En esos días hubo una eclipse. Se mataron unos a otros. Y se comieron.                    Marcahuasi. Me pongo a pensar en su nombre, en sus etimologías varias. La que recojo personalmen-te parece venir de Orcohuasi, nombre que se le daba antiguamente al pueblo de San Pedro de Casta. Orcos; cerro, huasi, casa. Otras recolecciones nominales la sitúan como "casa de des pisos" o como "El altillo" o una especie de "segundo piso".
 Yo la veo como una torre, una torre-faro, un faro cósmico.
 Amanece. No hay cantos de pájaros. No hay aves ni animales salvajes, salvo los domésticos, uno que otro asno que suben a pastar en zonas llanas y vegetadas, ahora abundantemente por las lluvias. Salvo algunas ranas enanas que son más pequeñas que mis uñas.
 Asciendo el bajo murallón este sobre el que se abre el Altar de los Sapos (donde me cuesta reconocer estas formas) y las chulpas donde restos incaicos han sido violados y desparramados por escolares imberbes o por drogados europeos.
 Yendo hacia el sudeste paso junto a las focas y a los peces que han sido alcanzados por un rayo de arte estático y han quedado nadando, sobre la laguna, hasta el fin de los tiempos o hasta que algún sismo demasiado fuerte pueda modificar el paisaje.

La laguna de las focas. Cielo, piedra y soledad. Un dialogo sin sonidos

Me abro más hacia el oeste y junto al precipicio el rostro de un hombre de serie mirada y tocado con una habilidosa boina de tres pisos. A su lado un dolmen desafía toda consideración racional sistemática sobre la etnografía de la meseta.
 Llego hasta una gran rajadura. Es un desfiladero, y me corta el paso. Me tiro hacia el este y desciendo un poco la meseta. Vuelvo a entrar y aparezco en el desfiladero, es el anfiteatro, lugar donde
ya había acampado y donde extraños sueños me habían asaltado debajo de un cielo demasiado herido por la luz de las estrellas y de su hielo.
 Hacia la mitad de la quebrada está la verdadera cabeza del Inca, con su pluma y todo. Es fantástica. También hay una piedra con aspecto de buho y otra al fondo, cerca del precipicio, que está muy erosionada.
  El eco es fantástico. Estoy en una cámara acústica. Este lugar, habrá servido, me imagino, tal vez deliro, aunque en mis sueños los he visto, a sacerdotes y discípulos atlantes cantando, orando y cantando.
 Detrás de mi carpa, otra figura. Descubro otro camello con su labio inferior proyectado hacia afuera. Y delante de él una pirámide.
 La niebla vuelve a subir y el sol vuelve a bajar. La noche es una estrella. Mi mente se hace un sueño y la historia continuada e inacabada de los Grandes Maestros vuelve a repetirse. Temo que si escucho sus cantos, como Ulises, pero navegando en estos mares de rocas, en los que las lagunas son las islas, me volveré loco.
 Vuelve a amanecer. Sigo mi rumbo, asciendo, desciendo. Llego hasta las Mayoralas, otro centro acústico, y junto a éste las focas y los leones marinos queriendo acariciarse entre ellos con sus pelam-bres de roca.
  Es aquí donde me extravié en mi primer ascenso y no quiero saber más ni repetir otra caída de 2000 metros.
 El sol está alto y la fauna de piedra loca continúa. He llegado a la laguna más grande a cuyos pies un caballo gigantesco, derribado, casi descabezado descansa. Según Ruzo ésta sería la zona desde la que la linea que parte en dos al equino marcaría una geografía secreta de Marcahuasi. Dejo al caballo y a otras figuras y me quedo atónito. Ante mí, la Diosa Thueris. Aquí, delante de este conjunto escultórico, a mi entender el más importante de Marcahuasi, un egiptólogo se vuelve loco o no tiene más remedio que pegarse un tiro.
Monumento de la diosa Thueris fotografiado por el autor. Una presencia de piedra y silencio que nos habla de otros tiempos y seres
 La niebla está ascendiendo muy temprano y temo que me cubra al conjunto. No puedo calcular su altitud, serán quince metros. Se destaca nítidamente. De los tantos hipopótamos esbozados sobre la meseta, el de esta zona es el más notorio y al estar acompañado y como empujado por una forma muy sintetizada de cocodrilo, la semejanza egiptológica es notoria.
 La extrañeza aumenta y se nos viene encima cuando comparamos las representaciones de algunos frisos y esculturas egipcias con las de Marcahuasi. La semejanza elude toda tentativa sobre su posible casualidad, además está apuntalada por otras figuras pertenecientes también a las mitologías y etnolo-gías del Valle del Nilo.
 Nuestra Diosa THUERIS esconde detrás suyo un gran secreto. Una de las configuraciones más notorias de la meseta:  Los dos escafandristas o astronautas. Estas dos figuras abren la OTRA GRAN POSIBILIDAD sobre el origen y construcción de la meseta.
 Una posibilidad que no es desdeñable y que explicaría en parte, y no tan simplemente como creen algunos "arqueólogos", muchos de los misterios del Perú, con el perdón de Julio C. Tallo, y del actual Kaufmann Doig.
 Cuando se pasa junto a la Diosa Hipopótamo uno no los llega a observar. Sólo desde la parte más alta de la elevación maciza ubicada al norte de la pared egipcia puede uno encontrar el ángulo exacto donde una parte del "astronauta" (cuya cabeza, tronco, brazo y mano izquierda se encuentran en una pared posterior y alejada de la figura Thueris) se une con el final del manto que integra así, por un efecto de la perspectiva, la pierna izquierda del aeronauta.
 Esta figura humanoide parece como estar rindiéndole adoración a la Diosa del Nilo, y su compañero por detrás, parece estar en una situación de acobardamiento.

El autor de la nota, Alejandro Chionetti, señalando el monumento de la diosa "Thueris". A su lado los "escanfadristas"

 Aunque nuestro querido Daniel Ruzo desdeña la posibilidad de una intervención extrahumana, ni podemos obviarla ni desecharla, pues Marcahuasi parece ser un lugar elegido por los OVNIS y por "otras cosas" a las que podríamos llamar como Los carros de los Dioses, parafraseando a Von Daniken. Pues desde 1974 ha sido un lugar de varias manifestaciones ufológicas, aunque muchas pueden haberse debido a fosforescencias animales, como las que pude observar en una ocasión.
 No nos debemos olvidar de que los Dioses pueden presentarse de la manera que quieran, y sobre todo de una forma tecnológica, para estar de acuerdo a la época. En este aspecto, a mi entender, Marcahuasi guarda un gran secreto y no faltará mucho para que algunos jóvenes peruanos lo descubran.
 Siguiendo hacia el sudoeste de la meseta se encuentra la "Fortaleza". Es magnánima, fabulosa, arrancada de la fantasía épica, del tiempo y del polvo de brazos que la habrán defendido y abrazado en las frías noches de Marcahuasi. Los Incas aprovecharon este bastión milenario para construir una serie escalonada de pircados que hasta hoy se mantienen colocados. Aún en nuestros días la zona parece un campo de batalla pues fémures y parietales se desparraman en su basamento y en varios recovecos pircados en las partes más altas de aspectos atalayados.
 En estas áreas encontramos túneles que parecen derrumbados y tapiados más por causas sísmicas que humanas o no humanas.
 En los bordes de la fortaleza encontramos, junto al precipicio, formaciones lisas y mesadas que parecen altares de sacrificio, siendo algunos muy similares a los de Kenko y a los que están desparramados en las afueras de Cuzco.
  Frente a la Fortaleza nos encontramos frente a un "Rey" contemplativo y que deja transmitir una gran tristeza desde su mirada, sea observado desde cualquier ángulo desde el que se lo mire.
 Esta parte vista desde la zona superior del arifiteatrum muestra un paisaje surreal y maravilloso, un paisaje viviente y dinámico desde el cual podía escuchar el ruido de espadas y de extrañas torres de asalto desplomándose al vacío, siendo escoltadas por cóndores que parecían perodáctilos.
  He llegado al final de la mesefa. Estoy en Santa María, el punto más alto. Ahora sí que puedo gritar: ¡Cumbre! O no. No, pues hay otra Meseta más alta que Marcahuasi y que tiene figuras tan complejas como ésta. Desde Santa María, a la hora del mediodía, enfrente, puede verse a un león avergonzado y a la vez ladino. En el mes de junio se le ven perfectamente hasta las pupilas por efecto del solsticio, lo que no pasa de diciembre a mayo.
 A partir de mediados de los cincuenta la Meseta de Marcahuasi comenzó a ser visitada por variados estudiosos de los misterios arqueológicos de Sudamérica.
 Entre éstos se encontraba el famoso atlantólogo austríaco Hans Bellamy que ascendió con Peter Allan, ambos discípulos y estudiosos de la obra de Hoerbiger y a los que considero los más grandes estudiosos de la Cultura Tiahuanaco.
 Peter Allan, comentando la figura del león de Santa María dice: "No cabe ninguna posibilidad de que esta figura se deba puramente a la imaginación o sea una formación fortuita de la roca hecha por la erosión o acción climatológica la que haya dado aspecto de león. La mano del hombre es muy evidente en esta escultura. El hecho de que esta representación pueda ser vista desde un determinado ángulo y que sea aparente sólo a determinada hora del día, implica una TECNICA FUERA DE LO COMUN. Que tal técnica se empleó en la meseta de Marcahuasi está fuera de duda, aunque parezca bastante extraño".(1)
 Extraño, pero verdadero. Una realidad dura, una "transrealidad" evidente y comprobable con cada salida del sol o con alguna rabiosa luna llena. Una realidad que esconde su secreto debajo de su corteza. Pues Marcahuasi es una cáscara volcánica, semihueca, provista de túneles y pasadizos que no han sido hollados. De cámaras sepulcrales de viejos dioses y de reyes vencidos, de reinas y sacerdotes, de sabios y de científicos que tal vez estudiaban aquí en América del Sur las estrellas cuando en Europa o en Pekín los homínidos todavía no habían podido serlos.
 Lo mítico, lo mitológico, lo real fantástico y lo fantástico real, lo arquetípico en Marcahuasi se corporizan desafiando a la realidad toda. El racionalismo es traicionado, se le arrancan los ojos. A los arqueólogos y a los antropólogos oficiales se los ejecuta, o se los destierra. Y solo queda un manchón de escupitajos sobre el intocable manto sagrado de la gaya ciencia, que como vaca sacra en Marcahuasi es despedazada. Porque en Marcahuasi, la realidad revienta, los racionalistas se vuelven locos, se rajan los anteojos de los científicos y los poetas prorrumpen en llantos y los artistas mueren extasiados.
 Marcahuasi es el desafío. Un milagro americano, de una América del Sur maravillada y maravillosa que esconde sus secretos para las generaciones venideras.
 Porque en Marcahuasi es como si la piedra hubiese soñado, y ese sueño está corporizado en mil caras, en mil patas, en mil partes. Sobre la meseta el tiempo se quiebra y el espacio se dilata. El sol gira y ya no es más el sol, y la luna tampoco es la luna. Todo se torna vivenciado y vivienciable y uno es Uno con el Universo, al fundirse con La Piedra que fue Fuego, una piedra sudamericana que soñó que no era más una piedra y que por su propia inercia y esencia ha querido saltar hacia las estrellas.    Las miles de esculturas cantan el dolor de la piedra por adquirir conciencia y comunicar al hombre que es parte de un todo, de un gran organismo que vive y late: La Tierra.
 Pues en Marcahuasi todos participamos del lenguaje simbólico del espacio abierto y trascendente, un Espacio, una Torre, sobre la que la luz de las estrellas tironea y tironea.
 Marcahuasi es la Meseta de los Dioses, de lo hierofánico terrestre y atmosférico, sobre la que los hombres americanos debemos subir con la cabeza gacha y admirar el poder y la gloria de nuestro pasado y del pasado de la gran epopeya cósmica del planeta y del Universo*

(1) En Marcahuasi la luz solar actúa como una especie de activador petroscópico, ya quee las esculturas bidimensionales son dinamizadas, y ya diseñadas para esto, y arquitecturadas en correlación con el SOI, y a sus solsticios para demostrar la ilación de la Tierra-Cosmos.


Revista GENESIS (año 1 n° 2, 1981)



4 comentarios:

  1. Un alegron bien grande.Gracias Javier,Gracias Pablo por haber rescatado este primer articulo sobre la "Meseta" (1981)!!...Y descubrir siempre algun nuevo detalle de la maravilla de algunas esculturas,como en la foto donde la foca de la laguna muestra con detalle su pata/aleta derecha posterior.(Alex Chionetti)

    ResponderEliminar
  2. José García Álvarez20 de febrero de 2017, 10:33

    SOBRE EL FIN DEL MUNDO

    Conviene saber:
    Se ha oído decir siempre, y en especial en estos tiempos, que se aproxima el fin del mundo. La mayor parte de los hombres de este orbe han creído que el fin significaría el final físico del planeta. Pero esto no es así. Existen Ciclos de vida que gobiernan esta célula del Cosmos. Tales Ciclos de vida pueden tener una terminación positiva o negativa, según las obras que en este Ciclo fueron realizadas por la Humanidad, ya sea en sentido positivo o negativo. Esta célula macrocósmica que nosotros llamamos Tierra vive una vida cosmogónica, y los hombres no somos más que enzimas o elaboradores, transformadores de su naturaleza, aunque no de su evolución. Es lógico que si estas enzimas producen desequilibrios tales que puedan ocasionar un malestar general..., se lleve a cabo un reajuste.
    A toda causa sigue un efecto, y a un efecto negativo corresponde la necesidad de una intervención, de una renovación, para purificar y juzgar. Nuestra Generación ha producido desequilibrios notables y negativos, tales que requieren la intervención de un proceso que debe conducir a una sentencia, y la sentencia no será el fin del mundo, sino el fin de la Generación, EL FIN DE TODA LA GENERACIÓN.
    Por esta razón, los Mentores Siderales o Extraterrestres como muchos les llaman están sobre la Tierra para advertirnos, cosa que han hecho durante mucho tiempo, de que el proceso está a punto de terminarse y que la sentencia podría cumplirse de un día a otro, en el momento establecido por lo Alto.
    En definitiva, que todos sepan qué se debe entender por el fin del mundo y también que el Reino de Dios en la Tierra ha sido prometido con una nueva Luz y con una nueva Vida por voluntad santa de Dios y de sus Arquetipos.
    Que la Paz sea con vosotros.
    José García Álvarez

    ResponderEliminar
  3. José García Álvarez20 de febrero de 2017, 10:39

    YA NO QUEDA MÁS TIEMPO
    Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, pero éste, desobediente, ensoberbecido y egoísta, ha preferido ser como es y caminar por el sendero oscuro. Y esto es lo que no puede ser. En el transcurso de los años, la conducta de la gran mayoría de los seres humanos se ha ido degradando y su degeneración, lo mismo que su desobediencia a las Leyes Divinas ha llegado a límites inconcebibles e intolerables. El hombre, ignorando las advertencias de Juan, de Nostradamus e innumerables profetas de todo tiempo y lugar, ha creído que podía despilfarrar su herencia natural y hacer agonizar impunemente su morada terrena. Pero, igual que los restantes seres de los tres reinos de la Naturaleza, está sujeto a una Ley Cósmica que no puede rehuir ni violar, sin provocar un gran trauma. Porque la Naturaleza, en sí misma, tiene en todos sus planos un código de supervivencia. Cuando el hombre efectúa acciones de sentido agresor e involutivo sobre ella, responde con movimientos de fuerza contraria, intentando equilibrar lo desarmonizado. Dispone para ello de unos elementos primordiales llamados Zigos, los cuales actúan de forma automática, auto correctora, cuando se produce una agresión en el aire, en el fuego, en el agua o en la tierra. Este automatismo corrector causa inmediatamente enormes cambios, que afectan en primer lugar a los causantes de la desarmonía, los hombres irresponsables.
    A pesar de los esfuerzos en el Cielo y en la Tierra, la gente de esta Humanidad se ha llenado de egoísmo, odio, hipocresía, soberbia e impiedad, y la Creación entera se ha visto perturbada por su proceder diabólico. La obra del Mal ha llegado a destruir, en la gran mayoría, el amor y el deseo de caminar hacia la sabiduría y las cosas del Espíritu. Su forma de operar ha sido tan nefasta, que nadie se podrá salvar de los efectos justicieros de los elementos desencadenados, los jinetes apocalípticos, excepto los Elegidos. De nada ha servido, para esta generación impía, el alertar a las 7 Iglesias, el abrir los 7 Sellos, el resonar de las 7 Trompetas y el mostrar la impregnación de las 7 Copas. Ahora, YA NO QUEDA MÁS TIEMPO. El Juicio está, pues, por celebrarse, y cada hombre obtendrá su veredicto.
    Desgraciadamente, el tiempo que había sido concedido a esta generación, ya se ha terminado. Todo lo que tenían que saber los hombres de la Tierra, les ha sido dicho y, exhaustivamente, repetido. Ya no tienen excusa y todos serán obligados a asumir sus responsabilidades personales. La selección ya ha sido hecha y la separación también. Según los designios divinos, recibirá quien haya dado y le será quitado a quien ha quedado sordo y ciego.
    El que quiera ver que vea y el que quiera oír que oiga.
    José García Álvarez
    Roquetas de Mar – España


    ResponderEliminar
  4. José García Álvarez20 de febrero de 2017, 10:42

    LA LEY DE LA CREACIÓN

    Nuestro planeta sufre un ciclo de crecimiento, de adelantamiento en sus estructuras astrofísicas y también un ciclo, no menos importante, de purificación. ES LA LEY DE LA CREACIÓN. Ley que los Extraterrestres o Mentores Siderales, los Ángeles del pasado, conocen muy bien y que nosotros también deberíamos conocer porque sabemos que estos ciclos son activos y también están presentes en nuestra naturaleza biofísica-psíquica-espiritual. ¡Nuestro mundo vive! ¡Sabedlo! Nuestra presencia sobre el planeta que habitamos no ha sido por azar, así como tampoco lo es la presencia de las enzimas y todos los otros elementos que constituyen la estructura y la vitalidad de una célula. Nuestra positividad o nuestra negatividad son determinantes para un crecimiento evolutivo pacífico o convulsivo de nuestro mundo.

    De la forma como van las cosas, la convulsión es inevitable y el renovamiento estará lleno de efectos que no serán buenos. Nosotros ya podemos preverlos si miramos los acontecimientos con conciencia y con sentido de cuerda responsabilidad. Nuestro planeta vive, repito, y una ley de hierro lo dirige. Los Extraterrestres son el espíritu operacional de esta Ley y Ellos han venido a enseñarla y hacerla respetar, a todo precio. Si las "enzimas" humanas están enfermas, Ellos harán todo lo que deban hacer para sobremontar positivamente la renovación del mundo. Desde hace tiempo, el ofrecimiento ha sido dado a todos. A cada uno su elección.

    Un saludo cordial
    José García Álvarez
    Roquetas de Mar - España

    ResponderEliminar