sábado, 5 de julio de 2025

EL SECRETO DE LA CORDILLERA POR GUSTAVO FERNÁNDEZ

 

A 3.300 metros sobre el nivel del mar, y a exactamente 1.650 kilómetros de donde escribo estas líneas, en las estribaciones cordilleranas mendocinas durmió, Dios sabe por cuántos milenios, un secreto.

 Un secreto que nos habla de una ignota cultura Un enigma que susurra esplendores de alguna Edad Dorada americana.

 Hoy, sin embargo, el gigante dormido se desperezó, y en sueños murmuró, revelando algunas incógnitas y despertando otras.

 El comienzo de esta historia debe remontarse a un tórrido febrero de 1982. En ese entonces, mi buen amigo Alejandro Chionetti y yo discutíamos, casi a diario, aspectos que hacen a la arqueología americana, buscando en vano que ciertas piezas extrañas encajaran en el monstruoso rompecabezas que la Historia nos proponía. En una de esas charlas interminables de café (y aún no sabemos realmente cómo ocurrió) decidimos pasar al terreno de los hechos, para rectificar o ratificar nuestras teorías. Cambiando (¡una vez más!) el escritorio por la mochila, la lapicera por la pala y el machete, la corbata por el pañuelo al cuello empapado de sudor. 

 Nació así Operación Paititi.

  Operación Paititi es un proyecto del denominado Grupo Expedicionario Nous, integrado por especialistas en distintas ramas cuyo objetivo tiende a la concreción de exploraciones científicas que prueben o desmientan aquellos enigmas de raigambre popular que nos entroncan con una o varias civilizaciones, desaparecidas milenios atrás. 

Este proyecto, en particular, trata de probar la existencia de una mítica ciudad inca, conocida como “Paititi” (“Eldorado”, en dialecto machiganga, de los indígenas de la zona) perdida en la selva amazónica, en su sector peruano, conocido como el Estado Madre de Dios.

 Esta ciudad, entre Otros aspectos, es legendaria por ser el punto donde los incas fugitivos ocultaron el fabuloso tesoro del inca Atahualpa, aquél que cubrió una vez de oro y tres veces de plata una habitación de diez por seis metros, hasta donde alcanzara la altura de su brazo extendido, como pago de su propio rescate que el conquistador Pizarro tuvo la habilidad de exigirle, para luego asesinarlo impunemente.

 Paititi quizás tiene una relación, diríamos mística, sagrada, con refugios subterráneos ubicados a lo largo de la Cordillera de los Andes, de origen desconocido. Tal, el caso de la famosísima Caverna de Los Tayos, complejo de desconocida extensión con evidentes signos de habitabilidad y reacondicionamiento artificial.

 Asimismo, buscamos demostrar que el Tawantinsuyu, o Imperio Inca, es el sucedáneo material y espiritual de un poderoso horizonte cultural, llamado “Masma" que, refugiándose en las altas mesetas cordilleranas -quizás para escapar a catástrofes naturales (¿Diluvio?) u ocultarse de potenciales enemigos- dejaron huella de su paso -y de sus sorprendentes conocimientos- en la construcción, erección, transporte y trabajo de impresionantes megalitos, producto de un Época Dorada hoy sólo perpetuada en las leyendas de todo el mundo.

 Idas y venidas, necesidades logísticas y el eterno vaivén económico arrasó la esperada partida hasta mediados de 1983. Entretanto Chionetti y yo consumimos muchos esfuerzos en la selección del personal, equipamiento, contactos...

 Luego, vino el imprescindible entrenamiento. Con el inestimable apoyo de miembros de Gendarmería Nacional, comenzó la instrucción, teórica y práctica. Finalmente, tras la instrucción de selva, la montaña.

 Con tal propósito partimos hacia la provincia de Mendoza, decididos no sólo a continuar nuestra preparación, sino también a elucidar algunas preguntas. Una de ellas fue motivada por la publicación en un periódico de esta ciudad, cinco años atrás, de un sugestivo suelto, En él, se hacía referencia a una “supuesta ciudad perdida”, ubicada cerca del paso El Pehuenche, en plena Cordillera, avistada por algunos lugareños y desde el aire.

 Nada se había vuelto a escribir sobre la misma. Nadie había investigado el caso. Y había llegado la hora de hacerlo. 

 No hace al hecho comentar las dificultades atravesadas para localizar el origen del rumor. Centenares de kilómetros en todos los medios de transporte imaginables nos permitió arribar, en la mañana del 6 de enero de 1983, al pie de una desviada meseta, en un lugar conocido localmente como 'Invernada del Viejo”, 150 km. al sudoeste de la Ciudad mendocina de Malargúe, y a precisos 41 km. del punto donde los comentarios ubicarían al objeto de nuestros desvelos. 

 


Pocas horas después, tras despedirnos de los puesteros —únicos habitantes de la región— y de nuestros amigos de Gendarmería Nacional que hasta allí nos habían acompañado, comenzamos la ascensión. A las 19 horas decidimos instalar nuestro campamento, faltando aún seiscientos metros hasta la cumbre. Y en la mañana del siete de enero, nuestro grupo (el ya referido Chionetti, Marcelo Bernasconi y quien escribe) tocamos cumbre a las 9 de la mañana.  

 Era la primera vez que una expedición científica ascendía a la meseta. Era la primera vez que se lo hacía por su ladera SO, la más escarpada. Y, sin necesitar quizás de más, estábamos dentro de la primera veintena de personas que, desde que se guarda recuerdo, ascendió a la misma. 

  Un par de horas después, encontramos la “ciudad”. Primero, la decepción. E, inmediatamente, el asombro. 

  Todo se reducía a una formación laberíntica de rocas volcánicas sobre un inmenso mar de ceniza volcánica. Un paisaje realmente lunar. Recorriendo sus “'calles”, dentro de un perímetro de casi cuatro kilómetros, las sorpresas surgieron repentinamente: nuestra brújula —único medio de orientación en un laberinto cuyas “paredes”, de más de cuatro metros de altura y totalmente lisas, impedían sortearlas en escalada— enloqueció, indicando sensibles variaciones en la señalización de los puntos cardinales, así deambulábamos. 

  En consecuencia, y ya agotada nuestra provisión de agua —con cerca de 40 grados a la sombra— vagamos totalmente extraviados a lo largo de un día. La situación era preocupante. Escaldados por el sol, en principio insolados, los labios partidos y la garganta reducida de tanta sed, girábamos en desvariados círculos sobre un mismo punto. Ya desesperanzados, y avanzado el día, sólo la casualidad —una increíble y fortuita casualidad— hizo que encontráramos la salida y escapáramos con bien del difícil trance.   

 Anomalías magnéticas de origen desconocido. Eso había provocado la reacción inusual de la brújula a la cual habíamos confiado nuestros pasos. Un significativo laberinto (recuerden ustedes el valor iniciático de los laberintos en todas las grandes civilizaciones del pasado: khmers, celtas, cretenses, etcétera). Pero faltaba algo más.  

  A medida que el día transcurría y el sol describía su arco en el cielo, los efectos de luz y sombra hicieron que las formaciones rocosas resultaran extrañamente parecidas a las que podemos observar en la meseta de Marcahuasi, punto de origen o dispersión de la cultura Masma. Evidenciando avanzadísimos conocimientos de física y Óptica, los constructores y escultores masmas modelaron las rocas para que sólo a ciertas horas del día, ciertos días del año, rocas aparentemente informes tomen, ante nuestros ojos, nítidas y perfectas configuraciones antropomórficas y Zoomórficas.

 Algo similar, si bien sin tanta perfección, ocurre en lo que, desde ya, hemos denominado genéricamente “Meseta del Pueblo”; donde el paso del día descubre extrañas figuras en las rocas. El paisaje “lunar” a que hacía referencia, indudablemente contribuye en el efecto de conjunto. Al igual que en Marcahuasi, extrañas anomalías magnéticas. Al igual que en Marcahuasi, su disposición laberíntica. 


 El 8 y 9 de enero, el G. E. Nous trabajó en la llamada “Caverna de las Brujas”, en la localidad s Blancas, partido de Malargúe, estudiando los riquísimos yacimientos de fósiles de las proximidades, donde las piezas, de gran interés, se hallan a flor de tierra. En nada debe envidiar Bardas Blancas a la región de Ischigualasto, o Valle de la Luna, en la provincia de San Juan, yacimiento paleontológico de renombre mundial.

 En esta oportunidad, nos cupo descubrir dos puntos de interés, una oquedad, bautizada Por nosotros como la “Cueva del Andrógino" (y desafío a los lectores a descubrir el porqué de ese nombre) donde localizamos una "chimenea" ignorada por otros espeleólogos que la trabajaron en las cercanías y que parece penetrar verticalmente en el macizo montañoso. La falta de equipo adecuado impidió su investigación.

 Próxima, hallamos lo que denominamos “El Portal del Caballo”. Una extraña conformación, que semeja el cuello de un caballo o jirafa coronado por su testa, y que muy posiblemente obedezca a una manipulación artificiosa, indicaba el acceso a una caverna estrecha y alta en su entrada.  




 Un delgado desfiladero a su frente, con evidente aspecto de camino de acceso “ad hoc”, completaba el cuadro de concreta artificialidad del conjunto. Así, la presunción de que en la región algún pueblo desconocido había instalado sus refugios subterráneos, adquiere verosimilitud. 

 Dos inconvenientes, empero, malograron el intento de atacar ese punto: por un lado, un antiguo deslizamiento de tierra y piedras había cegado el extremo final del desfiladero, haciendo extremadamente difícil su intento. Además, promediando la aproximación, ráfagas de viento de más de 90 km/h golpearon en forma cruzada, obligándonos a regresar junto al precipicio de aproximadamente 300 metros de profundidad. La proximidad de la noche, la escasez de víveres y el haber detectado ofidios en los alrededores (habida cuenta de que carecíamos de suero antiofídico), impusieron el regreso, con vistas a próximos intentos. 


 Todo lo señalado demuestra que la actividad precolombina y tal vez prehistórica de hombres de avanzadísima cultura en el oeste de la República Argentina era mucho mayor de lo que hasta ahora se sostenía. Asimismo, estaríamos a las puertas de un descubrimiento sensacional: en contra de lo que afirma la arqueología ortodoxa, en nuestro país habría existido una civilización lo suficientemente avanzada como para realizar trabajos megalíticos. Quizás se trate de la penetración Masma hacia el sur. Una civilización emparentada con su simbología con las grandes de la Antigüedad.

 

Este capitulo pertenece al opúsculo Ovnis en el pasado argentino, del investigador Gustavo Fernández (q.e.p.d.). 


 

 

 

sábado, 28 de junio de 2025

EL CONTINENTE PERDIDO DE MU

 Civilizaciones desaparecidas  


Quince mil años antes de nuestra era, la Tierra entera fue colonizada por un pueblo llamado uigures, que habitaba un continente que se extendía desde un punto al norte de Hawái hasta las islas Fiyi y la Isla de Pascua, ocupando una superficie de aproximadamente 55 millones de kilómetros cuadrados, donde hoy solo quedan las aguas del océano Pacífico. Esta es la historia del descubrimiento de Mu, un continente que desapareció hace 12 mil años en un torbellino de fuego y agua causado por terribles terremotos. 

El océano Pacífico, una inmensa herida azul en el corazón de la Tierra, siempre ha fascinado al hombre. Los inusuales restos que nos proporciona son tan abundantes que las especulaciones más audaces se vuelven plausibles en términos de arqueología romántica.

  La cavidad de este inmenso océano ha dado lugar a numerosas hipótesis, las más fantásticas no necesariamente las menos acertadas. Existe toda una escuela de geólogos que explica la fragilidad de la corteza terrestre en el borde del Pacífico por un evento que, en su momento, debió tener alguna consecuencia en el equilibrio de nuestro planeta: el desprendimiento de lo que a partir de entonces componía la masa de nuestra Luna.

  Según John O'Keefe, subdirector de la división teórica del Centro de Vuelos Espaciales Goddard, una de las instalaciones estadounidenses de investigación y aplicaciones espaciales, las conocidas perturbaciones geológicas en la región del Pacífico no deberían atribuirse a ninguna otra cosa. O'Keefe añade que la Luna se formó, probablemente, al mismo tiempo que el manto de la corteza terrestre, ya que tiene la misma densidad que este. Es evidente que el examen de muestras del suelo lunar, traídas por astronautas, debería brindar nuevas perspectivas para esta hipótesis, fundamentada en bases extremadamente científicas.

  Por otro lado, existen teorías sumamente apasionadas sobre el pasado del Océano Pacífico, que apelan a  nociones irracionales, si no imaginarias. Casi todas afirman la existencia de tierra firme que, en el pasado, habría ocupado el lugar del océano. 

  Los nombres Gondwana, Lemuria y Mu se han vuelto tan famosos y familiares para los curiosos que es necesario distinguirlos desde el principio. Para los geólogos, también existe otro nombre, Pangea, que proviene del trabajo del geofísico Wegener, conocido como la teoría de la deriva continental. 

 Según Wegener, solo existía un continente, que se habría movido como resultado de convulsiones internas, dando lugar a los continentes actuales. En resumen, la configuración del globo terrestre, según esta tesis, era la siguiente: 

 Hace 120 millones de años, la Pangea original se habría dividido bajo la presión de las cadenas montañosas submarinas del Atlántico y el Pacífico. Habría comenzado entonces un ballet fantástico, separando Brasil de Guinea, acercando India y Asia, y luego África y Europa. Las sinuosidades del Líbano, el Cáucaso y el Himalaya habrían resultado de estas gigantescas colisiones. 

 Ciertamente, la operación habría estado acompañada de importantes desplazamientos del polo magnético, y, coincidentemente, de cambios climáticos que explicarían, entre otras cosas, la presencia de restos fosilizados de plantas gigantes y otra vegetación ecuatorial a la altura del Spitzberg y el Gran Norte, así como en la Antártida. 

 Utilizando este esquema, el profesor Robert Diez, del Servicio de Ciencias Ambientales de Estados Unidos, estudió las similitudes entre partes de continentes que hoy son tan diferentes, como África, Sudamérica, Australia e India, y concluyó que alguna vez formaron parte de un solo continente. Este continente recibió el nombre de Gondwana, en consonancia con el término Godwara, empleado en ciertos textos sánscritos. 

 Los otros dos continentes, originados en este primer bloque, serían Lemuria y Mu, que no deben confundirse, aunque algunos autores confundan uno con el otro. Cabe aclarar que Lemuria, en general, se sitúa en el Océano Indico, y que Mu constituía, particularmente para los teósofos, un continente distinto, que abarcaba la parte oriental del Pacífico. A nivel geológico, la existencia de tales continentes se remontaría a 250 millones de años. 



EN EL DOMINIO DEL ESOTERISMO

El problema de Mu cae en el dominio del esoterismo y se basa en una interpretación precisa de la secta teosófica que retoma en gran medida el actual movimiento rosacruz americano. 

 Cualquiera que hable de teosofía inevitablemente evoca a la extraña Sra. Blavatsky. Helena P. Blavatsky (1831-1891) vivió sus últimos días en Nueva York. En asociación con un abogado estadounidense, Olcott, partió hacia la India, regresando rodeada de oscuras acusaciones de falsificación. Su libro La Doctrina Secreta se convirtió en la Biblia de un número considerable de amantes de lo oculto, que revela con precisión lo que era el continente de Mu. 

 La obra de Blavatsky generó una verdadera mitología en torno a la historia de Mu, cautivando a admiradores tan diversos como Edgar Rice Burroughs, el creador de Tarzán (muchos dibujos tempranos de Tarzán retoman ciertos temas de los teósofos) y Louis-Claude Vincent, un investigador francés en biología y electromagnetismo. 

La Doctrina Secreta, publicada en 1888, es una historia completa de las civilizaciones prehumanas y humanas que precedieron a las reveladas por la historia y la arqueología científica de nuestro tiempo.

 Inicialmente, la Tierra habría estado habitada por razas hiperbóreas, asexuales y vaporosas; más tarde, por criaturas bisexuales, originarias de Lemuria; luego, por atlantes monosexuales; y, finalmente, por humanos como nosotros. Estas serian las cinco primeras razas que habitarían la Tierra, a las que aún faltarían otras dos, que deberían nacer en América del Sur y del Norte. 

EL DESCUBRIMIENTO DE MU: UNA COINCIDENCIA


Basado en el tema central, presentado en los seis grandes volúmenes de la La Doctrina Secreta, los teósofos y esoteristas han añadido variantes más o menos complejas. A Veces es difícil encontrar el hilo conductor. Entre ellos, hay quienes parecen tener como misión revelar la existencia pasada de Mu, cuya figura más importante sigue siendo James Churchward, exsoldado del ejército indio que dedicó toda su vida a este problema. Sus obras causaron sensación entre las dos guerras mundiales. 

 Las circunstancias en las que descubrió los secretos de Mu son bien conocidas. Al alojarse cerca de un templo indio -al que no hace referencia- Churchward se hizo amigo de un guardia, mientras intentaba descifrar una escritura y un bajorrelieve.  Se enteró rápidamente de que una serie de tablillas en el templo contenían otros pasajes escritos por los naacals (hermanos santos) sobre una tierra desaparecida llamada Mu. 

Las tablillas estaban envueltas en varios paquetes y nunca se pretendía que fueran leídas. Con el pretexto de comprobar el buen estado de los paquetes, Churchward sacó dos tablillas y descubrió que podía descifrarlas, pues los caracteres eran idénticos a los del bajorrelieve examinado anteriormente. La historia  terminó -evidentemente en convivencia con el guardia-  con el desciframiento de todo el "tesoro" que, a partir de entonces, guiaría la vida de James Churchward en la búsqueda de ese nuevo Grial que para él se convirtió en la civilización de Mu. 

 Lo único que se puede deducir de la ausencia de las tablillas, que nunca han vuelto a ser vistas por nadie, es el total desinterés del hombre que dedicó todos sus recursos y fuerzas a esta odisea. Pues, como todos los seres cautivados por una gran idea fija, Churchward la "amplió", lo que posteriormente provocó críticas que intentaron desestimar su obra, tanto en sus aspectos verdaderos como en los menos verdaderos. 

Su extenso viaje, a partir de 1880, desde la India a las Islas Carolinas ya todos los archipiélagos del Pacífico Sur, luego al Tíbet y al Asia Central, a Birmania, a Egipto, a Siberia, a Australia y Nueva Zelanda, a la Polinesia, a los Estados Unidos, a Yucatán y a América Central, es verdadero.

  Fue allí donde conoció al geólogo estadounidense William Niven, quien había descubierto más de 2.600 tablillas en sus excavaciones mexicanas, y dedujo, de sus primeros desciframientos, las mismas teorías que Churchward. 




OTRA OPORTUNIDAD, EN OTRO LUGAR

Así relata Niven su descubrimiento en sus Memorias: "En 1910, al regresar a México después de haber explorado las ruinas de ciudades en una región desierta y desconocida del Estado de Guerrero, recibí muchas visitas de indígenas que querían venderme estatuillas de barro cocido y otros objetos. 

Dijeron que los habían encontrado cerca de las Pirámides del Sol y la Luna, en San Juan Teotihuacan, a unos 40 km de la capital. Sabiendo que habían hecho el viaje de ida y vuelta desde su tierra en poco más de una hora, les ofrecí 5 pesos si accedían a decirme el lugar donde habían encontrado los ídolos que me ofrecían. Aceptaron con gusto. 

Sin embargo, fue recién en 1921, durante mis excavaciones en Santiago Ahuizoctla, un pueblo cerca de Amantla, que descubrí la primera de las ahora famosas tablillas de piedra, a una profundidad de 4 metros. Este descubrimiento fue tan asombroso y singular a la vez que me invadió un fuerte deseo de encontrar otras tablillas, si es que existían.

  Luego realicé una exploración sistemática de todos los terrenos abandonados en un radio de 35 km, y mi labor fue recompensada, pues en menos de tres años desenterré 975 de estas misteriosas tablillas. Las más importantes se encontraron en Ahuizoctla, bajo un altar con un diseño en rojo y amarillo. Los tintes utilizados eran de óxido de hierro. 

Muchas de estas tablillas encontradas por Niven fueron elaboradas de forma extremadamente rudimentaria, con dibujos realizados por personas sin experiencia. Otras, por el contrario, son perfectas y, sin duda, fueron elaboradas por expertos. No tienen una forma particular, como si hubieran sido extraídas de simples piedras desgastadas por el tiempo, y los caracteres siguen los contornos de la propia piedra. Sin embargo, los dibujos, incluso los más rudimentarios, revelan un espíritu profundamente culto. 

Cuando Niven las descubrió, cada una estaba cubierta con una capa de arcilla, sin duda para preservar los colores de los personajes. ¿Acaso su ubicación cerca de los altares no indica que son reliquias de naturaleza sagrada, mucho más antiguas que quienes las poseían? 

—"Al examinar las piedras", — dijo Churchward, "encontré señales familiares y me di cuenta de que los principios de las tablillas de Naacal también se aplicaban a ellas. Estos escritos representan el primer idioma hablado del pasado prehistórico de América". 

LA DESPARICION DEL PUEBLO DE MU

 Churchward añadió que, tras examinarlos, «me di cuenta de que estaba viendo extractos de los escritos inspirados y sagrados de Mu. En la mayoría de los casos, se utilizaban caracteres esotéricos, lo que añadía aún más misterio». 

En cualquier caso, estas tablillas existen y aún pueden consultarse. En 1924, fueron sometidas a examen por el Dr. MorLay, del Instituto Carnegie, quien pudo emitir un único veredicto: contenían una escritura que no tenia nada en común con la existente en la arqueología precolombina. Para Churchward, no era más que el mismo lenguaje usado en las tablillas hindúes, que contaba las mismas historias. 

 "Continuando con mis —investigaciones", dijo, "descubrí que este continente perdido se había extendido desde un punto al norte de Hawái hasta un punto al sur hasta las islas Fiji y la isla de Pascua (un área de aproxirnadamente 55 millones de kilómetros cuadrados, cien veces el tamaño de Francia), y constituía, sin duda, el hábitat original de la humanidad. 

 "Aprendí", continuó Churchward, "que en esta hermosa región había vivido un pueblo que había colonizado toda la Tierra, y que el país había sido borrado del mapa del mundo por terribles terremotos, seguidos de inmersión, hace 12.000 años, y desapareció en un torbellino de fuego y agua". 

 El pueblo de Mu, que luego colonizaría el mundo entero, se llamaba uigur. Su capital asiática se ubicaría en el desierto de Gobi, más precisamente en Khara Khota, un yacimiento arqueológico donde un profesor ruso descubrió, a gran profundidad, una tumba que contenía los restos de dignatarios de alto rango. 

 Según la tradición teosófica, éste seria uno de los centros dependientes de Agartha, un inmenso y misterioso mundo subterráneo, que extendería sus ramificaciones bajo todas las tierras y océanos, y que serviría de refugio al famoso "rey del mundo", citado por los ocultistas. 

 Churchward escribió dos grandes volúmenes basándose en estos datos (hubo dieciocho reimpresiones entre 1931 y 1955), y es asombrosa la seguridad con la que traza incluso los detalles de las costumbres, técnicas y medios de comunicación de los habitantes de Mu, con la misma serenidad con la que habría escrito una guía turística de Londres o Nueva York. La diferencia radica en que estas ciudades y reinos, situados entre los años 15.000 y 12.000 antes de nuestra era, solo existen en la memoria del «coronel». 



SURGEN NUEVAS COINCIDENCIAS

Esto no significa que todo sea producto de su imaginación. Las tablillas de Niven existen, y cada día surgen coincidencias más ricas entre vestigios de civilizaciones que, hace unos años, nadie habría pensado en unir.

  La multiplicación de las vías de comunicación contribuye enormemente. Quizás algún día, los arqueólogos experimentados, presionados por tantas de estas coincidencias, se vean obligados a reanudar el estudio de las tablillas de Niven. 

 De todo esto se podría concluir que, si Mu no existiera, habría que inventarlo. En todo el mundo, gracias a descubrimientos inusuales, generalmente encontramos rastros de él. Esperemos que esto sirva para explicar la existencia de todos estos monumentos que se alzan en las islas más pequeñas del Pacífico, para reunir en una vasta unidad uigur a grupos étnicos tan enigmáticos como los irlandeses, los vascos, los armenios o los tibetanos. 

 La única fantasía inaceptable sería aquella que nos hiciera admitir que la existencia de los hombres no ha sido más que un largo y absurdo aburrimiento en un planeta inmutable. En general, las leyendas tienen algo mucho más sensato. Sin embargo, para descubrir la esencia de una verdad en ellas, hay que excavar aún más profundo que para encontrar los tesoros de El Dorado. 

Pero, decía Einstein, «quien no tiene el don del asombro o del arrobamiento estaría mejor muerto: tiene los ojos cerrados». 


EL LIBRO DE DESCUBRIMIENTOS DE CHURCHWARD

 El coronel James Churchward afirma en su libro El continente perdido de Mu (publicado en Brasil por Editora Hemus) que descubrió, gracias a los hindúes, la revelación de la existencia del legendario continente de Mu, la Atlántida del océano Pacifico. En el libro, relata cómo un sabio sacerdote lo inició, siendo aún joven, en el desciframiento de las tablillas sagradas, olvidadas hacia tiempo, en su templo. Tras doce años de estudio y meditación, Churchward halló pruebas de que estas tablillas narraban la historia de los orígenes de la humanidad y constituían los últimos vestigios de la primera lengua escrita del hombre.

  Partiendo de la India, Churchward se propuso encontrar más evidencia concreta de la existencia de Mu. Desde el Tibet hasta Egipto, desde Nueva Zelanda hasta la Isla de Pascua, trazó una ruta, buscando una civilización antigua y descubrió numerosos textos grabados en el idioma sagrado de Mu.

 Pero fueron las tablillas  descubiertas por el arqueólogo William Niven en Luka las que le permitieron completar su trabajo y revelar al mundo la historia del continente desaparecido, cuna de todas las civilizaciones. Todos los documentos que encontró, tanto las tablillas de Naacal de la India como la colección de Niven, tienen el mismo origen: son extractos de las escrituras inspiradas y sagradas de Mu.

  Por lo tanto, según Churchward. todos estos documentos confirman su teoría de que los vestigios más antiguos de la presencia humana en la Tierra no se encuentran ni en Egipto ni en el valle del Éufrates, sino en Norteamérica y Oriente, donde Mu, el Imperio del Sol, la patria del hombre, fundó sus primeras colonias. (Las ilustraciones de este texto están tomadas del libro «El Continente Perdido de Mu»). 



MU Y RUDOLF STEINER 

 Hace aproximadamente medio siglo, en un modesto estudio de escultura enclavado entre serenas montañas, falleció el fundador de la antroposofía, Rudolf Steiner. Junto con Krishnamurti, se convirtió en un famoso renegado de la Sociedad Teosófica. 

 Muy conocido en algunas partes del mundo, existe, por ejemplo, una cátedra de antroposofía en la Universidad de Estocolmo, Steiner, sin embargo, permanece ignorado incluso en países como Francia, a pesar de ser el hombre del que Albert Schweitzer dijo: "Me alegro de todo lo que su gran personalidad y su profunda humanidad han logrado en el mundo. Cada hombre debe seguir su propio camino". Pero la antroposofía es uno de los sincretismos más desconcertantes del pensamiento humano hacia las antípodas de nuestro cartesianismo: entre el ocultismo visionario más radical y la lógica científica. 

  Así pudo Steiner describir la actividad de las jerarquías terrestres, la encarnación del Gran Ser Solar en el Cristo, el mecanismo de la encarnación y, al mismo tiempo, la pedagogía aplicable a los niños atrasados, la composición de los cometas, la química de los fertilizantes o el remedio contra el cáncer.

  También abordó el tema de la historia de la humanidad, de la que dibujó un panorama vasto, posible gracias a una serie de visiones internas. Para Steiner, tras el paraíso, el periodo hiperbóreo y el periodo lemuriano temprano, existió una gran civilización en Mu, cuyo trágico final sería similar al diluvio de todas las tradiciones.

  A continuación, aborda el periodo de la Atlántida, que considera decisivo. Fue en la Atlántida donde se estableció definitivamente la alternancia de vigilia y sueño. Steiner afirma que la lucha entre las entidades espirituales y los espíritus luciferinos constituye la verdadera historia de la Atlántida.


 Como siempre, el gran agradecimiento a nuestro colaborador Javier Stagnaro, por acercarnos este material perteneciente a la revista brasilera Planeta especial n° 125






sábado, 21 de junio de 2025

DANIEL RUZO, INAGOTABLE FUENTE DE CONOCIMIENTOS

Nuestro reencuentro con Daniel Ruzo se hizo después de muchos años, en el Planetario del Morro Solar en donde había sido invitado a dar una conferencia. El tema era: Cronología Tradicional.

  Desde sus primeras palabras volvimos a sentir el especial embrujo que emana de este hombre que en cualquier lugar este cambió como por arte de magia el “climax” del ambiente, llevando a los que fo rodean a otra dimensión. Pensábamos haber llegado al Planetario “condicionados” por el encanto del camino, por el ensueño de la bruma nocturna y por la bellísima vista que desde el Cerro se goza; pero no era eso, ya que el mismo embrujo nos envolvía días más tarde cuando Ruzo visitó nuestra redacción y Otras veces más, todas las veces que le estamos cerca y lo escucharnos.

 Tiene Ruzo la calidad de los grandes: la de hacerse entender de todos.

  Se pensaría que a su punto de evolución, la comunicación con los demás es difícil, el diálogo inexistente; mas, el siempre encuentra el camino para llegar a todos, calidad que, repetimos, solamente poseen los grandes. 

 Poeta, escritor, filósofo, explorador, ducho en arqueología y descubrimientos que hablan de otras dimensiones y de otras humanidades, Daniel Ruzo es conocido en el mundo entero; principalmente a raíz de sus estudios y conclusiones acerca de Marcahuasi. Es esta, la famosa meseta 24,000 metros de altura, en la cual Daniel Ruzo supo ver “el más importante conjunto de esculturas protohistóricas y de montañas talladas del mundo”. De la importancia del lugar ya se hizo mención en nuestra revista y próximamente lo haremos más detalladamente, a la luz de las informaciones que su descubridor nos deja.

  —Daniel, háblanos de Marcahuasi, de la cultura Masma...

  —Marcahuasi no es eso, sino mucho más. Al principio pensé que se trataba de una cultura peruana, por eso le puse el nombre Masma, surgido de un sueño de Pedro Astete. Todo ello lo explico yo en mi libro “La Historia Fantástica de un Descubrimiento”. Más tarde, cuando encontré en México y Brasil culturas similares, consideré que se trataba de una cultura americana, lo vi como algo de dimensiones aún más amplias. Paro tampoco era solamente americana, esa cultura. Cuando di a conocer mi descubrimiento, recibí informaciones, datos, de que en otras partes del mundo habían lugares que quizá encajaban en el mismo tipo. Viajé, fui a conocerlos, y encontré centros sagrados decorados con esas esculturas, en Europa y en Africa, en Egipto. Ahora estoy convencido de que se trata de una cultura mundial, de templos de piedra de una humanidad desaparecida. Los hay en Francia y en Rumanía. Los he estudiado, fotografiado miles de veces, a horas y estaciones diferentes y he descubierto cosas extraordinarias, de capital importancia para la humanidad. Todo ello está dicho en mi libro, y también en el del “Valle Sagrado de Tepoztlán” que justamente está ahora en imprenta aquí, en su primera edición peruana. La primera se hizo en México. 




—Dinos, Daniel, además de Marcahuasí, ¿hay otros lugares así en el Perú? En Marcahuasi se suponía que solamente se trataba de formaciones rocosas caprichosas, de resultados de erosiones, etc. Tú, que supiste ver lo que realmente eran, ¿has encontrado otros lugares similares aquí?

 —Por supuesto, en el Macchu Picchu, entre otros. El Intihuatana, por ejemplo, seguramente observatorio solar, es una roca viviente. No tiene ni un centímetro paralelo o perpendicular: da sombras diferentes según el momento, es una escultura fuera de serie, Luego, el Bosque de Piedra; es fabuloso, todo hecho por escultores de la protohistoria. Y aquí nomás, tenemos el Cerro San Cristóbal... 

 —¿ El cerro San Cristóbal?

  — ¡Claro! Es una montaña sagrada. El cerro jorobado es el hombre después de la caída. La joroba tiene siete patas. Hay cosas que deberías fotografiar. Todo es simbólico, tiene varias cabezas de perro. como tienen todas las montañas sagradas, El perro es el Can Cerbero, guardián del tesoro. Y el tesoro, ¿sabes qué es? Es la sangre humana; la sangre es el verdadero tesoro que hay que cuidar, Aún no se sabe todo acerca de la sangre; tiene humores, y eso no ha sido estudiado... Es la razón por la cual no siempre dan resultado las transfusiones, a pesar de utilizarse sangre del mismo tipo...

  Mira, me parece muy importante que se sepa lo del Cerro San Cristóbal; te voy a preparar, si es que tengo tiempo, unas líneas para que las publiques en la revista.

 — ¡Ojalá! Daniel, muchas gracias. Y de los trazados de la pampa de Nazca ¿Qué es lo que piensas?

  —O contienen una confrontación astronómica que permita fijar la fecha en que eso se hizo, o no vale nada. El Servicio Fotográfico del Ejército es el que debe encargarse de hacer un mapa de todo, general, a curva de nivel; que haga diez copias de este mapa y que las manden a diez centros astronómicos mundiales, Es lo único que hay que hacer, lo digo desde hace sesenta años porque hace sesenta años que conozco la pampa, desde hace mucho antes que la señora Reiche. Si no, no se puede probar nada, porque se trata de piedritas barridas para formar líneas; no se puede fijar cuando se ha hecho, 

 Me dicen que en Canto Grande hay algo similar; si ambas tuvieran una confrontación con el cielo de un ápoca, sería sumamente importante, se daría valor a esas obras; sólo tienen valor si hay una correlación con situaciones astronómicas antiguas y sí eso queda probado.

 -¿Cuánto tiempo te quedarás en Lima, Daniel?

  -Muy poco tiempo más; hasta que salga de imprenta mi libro, El Valle Sagrado de Tepoztlan. Me han dicho que estaría terminado en los últimos días de enero. Allí hay algo importante, por si quieres publicarlo: el Manifiesto de Tepoztlán, dado en 1974,

  -Tepoztlán, ¿por qué?

  -Por el lugar: Tepoztlán es un lugar sagrado, tan importante como Marcahuasi.

  -Daniel, ¿Quiénes son los que lo firman?

  -No se ha querido que vaya firmado, para darle mayor amplitud, y por las condiciones particulares de los firmantes . .   Luego, acá en el Perú, saldrá en edición de bolsillo, un libro con la primera parte de La Historia Fantástica de un Descubrimiento; la que se refiere al Perú. También tengo otros dos libros, a medias. Uno se titula: Los Brujos del Perú y México y la Mística Eterna y en ese se demuestra que la mística es la misma y la metodología, igual, El otro sería sobre Nostradamus, Malaquías, Trithemius, Daniel y Juan: son los profetas del fin del mundo. También me está interesando la alquimia, pero de esto no se puede hablar mucho, es algo hermético.

  Tengo un artículo de catorce páginas que me han hecho escribir para una revista; como no se ha publicado aún, no lo puedes dar a publicidad, pero te dejo una copia; de allí puedes sacar lo que quieras. Es sobre Tepoztlán. 

 Seguimos conversando con Daniel Ruzo de más y más cosas. El tiempo es corto cuando se le escucha, Es una inagotable fuente de conocimientos y lamentamos su próximo regreso a Cuernavaca, México. Nos consuela su promesa de enviarnos de vez en cuando algo suya para la revista. Será difícil encontrar palabras para agradecérselo.




CERRO SAN CRISTÓBAL MONTAÑA SAGRADA

                                                              escribe DANIEL RUZO

  En el límite norte de la ciudad de Lima se levanta el cerro San Cristóbal, invadido hoy por las “barriadas”. 

 Se eleva cuatrocientos seis metros sobre los terrenos adyacentes y remata su cumbre una pequeñísima meseta, trabajada en la piedra, ocupada por pequeñas construcciones y por las bases de una cruz que se ilumina en la noche. 

 La Historia de nuestro cerro comienza para los limeños, con la llegada de los españoles y con la fundación de la ciudad en los primeros días de 1535. Nadie ha imaginado nunca que se trata de un cerro sagrado y que las esculturas y tallas que lo decoran y que vamos a exponer aquí, acreditan una antigüedad de más de 85 siglos. 

 Su masa es de un granito duro que, por su color, se denomina “ala de mosca”, y que aparece trabajado por el hombre en muchos lugares de su superficie. Muchas esculturas, la mayor parte de ellas desastrosamente erosionadas, la decoraban por todas partes especialmente en sus aristas, en las que se van todavía representaciones de perros. 

 Irreverentemente ha sida cortado el San Cristóbal, hace un siglo, por un camino que puede conducirnos en automóvil hasta la plazoleta de su altura, desde donde domina toda la ciudad y, a pocos kilómetros hacia el Oeste, tas playas del Océano Pacífico. Subieron por ese camino, en el siglo pasado, unos cañones y durante muchos años un cañonazo anunciaba a los limeños el medio día. 

 El camino, la plazoleta y los trabajos de los invasores, han modificado la antiquísima visión de la montaña que se presenta rodeada por siete pequeñas alturas que rematan las siete extremidades en que se asienta, La más importante de sus siete extremidades se extiende de este a oeste y presenta su propia decoración, diferente de la decoración del San Cristóbal.  

 Es para nuestra ciudad "la montaña del tesoro", y ostenta todos los símbolos de las montañas sagradas. 

 Su cumbre, desde una dirección, es perfectamente piramidal. Desde otra dirección, la pirámide presenta una joroba: es el Cerro Jorobado. Representa al reino hominal, pero abrumado por el peso de su existencia, después de la “caída” en el mundo ilusorio de los hombres de la tierra,. 

 A media altura se ve desde el Sur Oeste la calavera. Está formada por los ojos y el hocico de un perro visto de frente. Es la cabeza de muerto que vimos un día desde la casa de Don Pedro Astete y el punto de mira para ella está en el malecón, sobre el río, donde fue demolida esa casa.

  Desde el Sur Este se ve una de las tres cabezas de perro. Inmediatamente abajo del ojo izquierdo de la escultura se ye grabada una cruz de la misma proporción que la cruz cristiana. Como escultura y como símbolo es magnifica.

  Desde el Este, exactamente desde la línea que cruza la “piedra liza” se ve la segunda cabeza de perro, la más completa. No solamente tiene la lengua fuera del hocico, sino se ve ante ella la escultura en piedra del Arca del Tesoro que está guardando, Es pues el guardián del Tesoro. La "piedra liza” es una roca de más de dos metros y medio de altura, con un hueco en la parte superior. Muy cerca, se veían hace algunos años, los baños de la “piedra liza”, que tomaban nombre de esta piedra. Han desaparecido hoy, pero el gran peñasco sigue en pie señalando, con el Arca del Tesoro, una de las líneas, del plano secreto del San Cristóbal. 

 Desde el Oeste, desde la pampita del medio mundo, se ve la tercera cabeza de perro, en el mismo lugar de las otras dos, pero formada con diferentes rocas. 

 Tenemos pues así el símbolo del Can Cerbero, el perro de tres cabezas, guardián del Tesoro y guardián de los infiernos, de lo inferior, del “inferus”. Dejaba entrar a las almas de los muertos pero no las dejaba salir. Impedía la entrada a los humanos. Era una fiera formidable con los dientes envenenados de sus fauces y con su collar de serpientes.

  Fue vencido en el mundo físico, por el Heracles griego o el Hércules romano: Huari entre los Huancas. El Héroe lo estrujó entre sus brazos y lo obligó a salir a la luz del día para mostrarlo a Euristeo. Fue vencido por la Sibila de Cumes en el mundo mágico: le dio a comer una torta encantada para llevar a Eneas al mundo de las sombras, Fue vencido por Orfeo en el mundo espiritual, al son de la lira, cuando éste quiso sacar a Eurídice del averno. 

 ¿Por qué está representado el Can Cerbero en el San Cristóbal? Porque como guardián del Tesoro es un símbolo de la Montaña Sagrada, Arca del Tesoro más importante de la tierra: La Sangre Humana. En cada catástrofe cíclica el hombre salva esa sangre en tas cavernas de piedra. 

 La Tierra, Nuestra Madre, ha producido, en el mundo físico, sus minerales, sus vegetales, sus animales y sus hombres. 

 La síntesis de esa evolución milenaria es la Sangre Humana. Su desaparición obligaría a la Tierra, a repetir los miles de siglos de su Historia. Los Dioses no pueden permitirlo. La Mitología Mexicana lo dice textualmente; “Los Dioses no pueden permitir que desaparezca el hombre sobre la tierra”. Las humanidades son el caldo de cultivo en el que nacen, de los Héroes mortales, los Dioses inmortales. Estos adquieren, en el Misterio de la Resurrección, la inmortalidad de la tierra. 

 La Biblia nos dice que esa es la única finalidad del hombre que tiene que sufrir el tránsito de ánima viviente a espíritu vivificante, de animal en cuerpo mortal de materia a espíritu en cuerpo inmortal de pura energía. 

 Como todas las montañas sagradas, el San Cristóbal, que tiene grabada desde hace más de ochenta y cinco siglos la cruz de Cristo. Es el Cerro del Tesoro, de ese tesoro de la Tierra, la sangre del Héroe, que está guardada para siempre, en lugares inaccesibles y en una copa de esmeralda .



Este artículo fue publicado en la revista peruana Lo Insólito año 2 n° 13 (década de los 70s)

sábado, 14 de junio de 2025

UN SUB-CONTACTO EN LA ARGENTINA por Pedro Romaniuk


Pedro Romaniuk. — Investigador en el campo de la Física Nuclear, de la Meteorología, Parapsicología y Ciencia Extraterrestre. Escribió cuatro libros sobre los temas arriba mencionados (Escritor SADE 4012). Expuso teorías sobre «Fenómenos Atmosféricos, Sismológicos y Extraterrestres». Dictó con¬ ferencias en radio, televisión, salas públicas y oficiales. Ex-Comandante de línea aérea internacional con más de 11.000 horas de vuelo (vuela desde 1942). Ex-investigador técnico de la Junta de Investigaciones de Accidentes de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina. Director General del Instituto Cosmobiofísico de Investigaciones Extraterrestres, Paranormales y Atómicas de la Argentina.

El 30 de diciembre de 1972, a las 22.30 horas aproximadamente, se hallaba sentado el señor V. M. a unos 6 metros de distancia de su ranchito, construido rudimentariamente con chapas y maderas, tomando mate frente a una pequeña fogata luego de haber cenado. A su lado se hallaba acostado un perro mediano de 4 ó 5 años, y una gata que amamantaba a su cría (3 gatitos). Escuchaba una radio a transistores alimentada a pilas, cuando imprevistamente ésta comenzó a fallar. La golpeó varias veces pensando que las pilas podrían haberse aflojado, pero al no poder solucionar el problema, la apagó.

En ese instante oyó un fuerte zumbido, al que describió como el que produce un enjambre de abejas enardecidas, pero más intenso. El zumbido crecía constantemente, y al darse cuenta que provenía de lo alto, levantó la vista y vio una luminosidad que se iba intensificando en toda la zona en forma notable, dentro de la cual podía observar un enorme objeto en forma muy nítida.

Luego de cálculos efectuados durante la reconstrucción de la observación, se estima al objeto como de 20 a 25 metros de diámetro. El Sr. V. lo observó casi encima suyo, mientras permanecía suspendido encima del monte de eucaliptus que rodeaba ese sector, árboles con alturas entre 10 y 12 metros. El aparato emitía chispas por unos tubos que sobresalían unos 25 a 30 centímetros en la parte central inferior, mientras que alrededor del objeto (¿en la parte media?), giraba continuamente un gigantesco aro.

El testigo describe el color del objeto como «rojo-anaranjado hasta bordó». Pudo observar una cabina esférica en la parte central superior, total e intensamente iluminada, en la que había dos grandes ventanillas, delante de una de las cuales se veía una persona. Esta persona, que podía distinguirse solamente de la cintura para arriba, estaba vestida con un traje gris oscuro, compuesto por «rodillos o cilindros unidos entre sí», dando la apariencia de ser un traje inflable como los que utilizan los astronautas (ver Foto 1). La cabeza estaba cubierta con una escafandra, de cuya parte superior salía un tubo que terminaba en una caja que tenía en la espalda. Entretanto, la nave permanecía estacionaria a unos 10/12 metros de altura sobre él. En el momento que el Sr. V. vio al tripulante, una emisión de «chorros de chispas» del lado opuesto al que se encontraba V. M. fue lo que, aparentemente, hizo que la nave se inclinase hacia el testigo, quedando perfectamente visible la cabina iluminada, al tiempo que se observaba un segundo tripulante que miraba por sobre el hombro del primero, ambos con facciones y trajes similares. El rostro de los tripulantes fue descrito como de ojos rasgados, que miraban fijamente y daban sensación de profundidad; la boca era una línea fina, y no recuerda haber visto ni la nariz ni las orejas.

Al quedar inclinado el objeto, el Sr. V. pudo asimismo observar que opuestas a las ventanillas por las que miraban los dos tripulantes, había otras dos, entre las cuales pudo distinguir, según él lo denomina, un banderín; o sea, un estandarte o emblema, de color azul celeste en la parte superior, en la que se destacaba, a la izquierda, un caballito de mar (hipocampo) con una corona en la cabeza, y al costado varios signos o símbolos. La parte inferior del emblema era dorada (ver Foto 2). También advirtió en la cabina un panel alargado con gran cantidad de «instrumentos y relojes», como él los llamó.

Casi de inmediato al inclinarse la nave, partió desde ella un intensísimo rayo de luz que encegueció al testigo haciéndole bajar la vista, y que dio de lleno en la gata madre. Este rayo de luz desapareció tan súbitamente como había aparecido. En seguida el zumbido se intensificó notablemente, los colores del objeto cambiaron al azulado-verdoso, y comenzó a desplazarse hacia adelante, bajando hasta unos 4/6 metros del suelo una vez sobrepasado el monte de eucaliptus. En ese momento el Sr. V. pudo ver que en la parte superior de la cabina también giraba velozmente una especie de rueda. La nave se puso en movimiento hacia el noroeste, donde se encuentra el camino principal y donde existen cables de alta tensión. En el aire quedó un fuerte olor a azufre o árnica que se evaporó unos segundos después. El objeto se perdió tras una loma natural con árboles, siempre a muy baja altura y variando levemente el color a rojizo y verdeazulado. 

Toda la observación duró aproximadamente unos 20 segundos. La primera reacción del testigo, Sr. V., al ver al tripulante, no fue de miedo en ningún momento, sino que levantó el brazo con el mate (ver Foto 3), invitando a gritos al tripulante a que bajara a tomar mate con él (esto, antes de ver al segundo tripulante). Debemos recordar que entre la gente de campo, la hospitalidad es una de sus típicas características, ya que aunque apenas disponga de comida para sí misma, cuando alguien llega a su casa, comparte gustosa lo poco que pueda tener. En este caso debemos destacar la completa falta de mala fe del testigo, y también su falta de miedo ante objeto y tripulantes tan extraños. El testigo no posee televisor, apenas sabe leer y escribir, y no tiene acceso tampoco a películas sobre el tema, ya que vive muy pobremente como cuidador de una finca en las afueras de la ciudad. Unánimemente, el concepto del que goza en la zona es el de un hombre humilde y honesto, no afecto a la bebida. Es dueño de una vaca que le da por día dos o tres litros de leche. En todo momento durante los intensos interrogatorios a que fue sometido en diversas oportunidades y por distintas personas, expresó su deseo de no ser objeto de ningún tipo de publicidad.

La reacción de los animales ante la presencia del extraño objeto no fue mayormente anormal, y tampoco han sufrido consecuencias físicas. Solamente es necesario destacar que una vez desaparecido el rayo de luz que surgió de la nave, la gata madre había desaparecido, no así su cría o el perro. A pesar de habérsela buscado durante varios días por distintas personas, contrariamente a la costumbre de un animal con cría, no pudo ser ubicada. Apareció alrededor del 15 de febrero, con señales de varias quemaduras. No se evidenciaron efectos posteriores sobre el perro o los gatitos.




SINTOMATOLOGIA DEL TESTIGO


1. Mientras la nave permanecía estacionada en el aire, el Sr. V. sintió una especie de hormigueo en las piernas, tal como una fuerte vibración. Esta sensación duró hasta el segundo día, o sea, unas 48 horas, habiendo desaparecido totalmente a las 72 horas.

2. Tres o cuatro horas después de su experiencia, el Sr. V. comenzó a sentir fuerte dolor de cabeza que iba desde el centro de la frente hacia ambas sienes, donde sentía constantes latidos. Este dolor fue en aumento, sin que surtieran efecto las aspirinas. Desde el 8.° día en adelante comenzó a disminuir hasta que al 14.° día desapareció totalmente. Al 8.° día el dolor de cabeza también se había extendido hacia la nuca. Al 16 de enero de 1973 ya no sentía dolores.

3. A las 8 ó 9 horas posteriores de su experiencia, el Sr. V. experimentó una fuerte diarrea, que llegó a manifestarse hasta 8 veces por día. Lamentablemente, el testigo no controló si la diarrea era sanguinolenta o no. Este síntoma se prolongó hasta el octavo día, en que logró finalmente superarlo tomando cuatro tabletas juntas de «Estreptocarbocaftiazol».

4. Conjuntamente con el síntoma anterior y durante similar período de tiempo tuvo fuertes náuseas con algunos vómitos, que desaparecieron al cuarto día.

5. Al 1 6 de enero de 1973, el Sr. V. observó una anormal caída del cabello, ya que de un tirón arrancó 170/200 cabellos en varias oportunidades. Esto fue constatado por el suscripto, como también el hecho que el testigo pese a sus 73 años, tenía una abundante cabellera.

6. Desde el 14.° día en adelante aparecieron en la nuca del testigo varios granos rojos con fuerte picazón que le obligaban a rascarse continuamente. El 16 de enero, el suscripto contaba unos 10 puntos rojos hinchados.

7. Posteriormente a su experiencia, el Sr. V. tuvo enormes dificultades para hablar, y fue comprobado por muchas personas, como también por el suscripto durante su investigación, aunque cuando la dificultad ya casi había desaparecido.

8. También, posteriormente a su observación, el Sr. V. observó que de ambos ojos, que lagrimeaban, aparecían, conjuntamente con las lágrimas, unos «finísimos hilos», de diámetros similares a los de un cabello y longitudes de hasta tres centímetros. Al quinto día este síntoma desapareció totalmente.




RASTROS Y CONSECUENCIAS DEJADOS POR EL OBJETO


El sector en que fue vista la nave está rodeado de altos eucaliptus de 10 a 12 metros de altura. La mayoría de las copas de estos árboles se hallaban chamuscadas y quemadas, apareciendo algunas ramas totalmente carbonizadas. Varias ramas fueron arrancadas y remitidas a la Comisión Nacional de Energía Atómica. En dicha Comisión se expidió un informe posterior verbal, sin que lográramos obtener de la misma una confirmación por escrito, que indicara que de acuerdo al análisis efectuado en el material presentado hay total ausencia de radioactividad.

Otro efecto atribuible a la presencia de la nave fue la falla que el Sr. V. observó en su radio a transistores. Dado que generalmente la presencia de objetos voladores no identificados produce fallas en circuitos eléctricos, pero no en los alimentados a baterías (pilas), sería interesante que otros investigadores nos hicieran llegar información acerca de otros casos en los que fallaron aparatos a pilas.

Otra posible (aunque a la fecha no confirmada) consecuencia de la aparición de este objeto puede ser la noticia que hace unos días ha llegado a nuestro poder, que indica que en un pequeño riacho cercano al lugar del sub- contacto aparecieron cantidades de bagres muertos. Lo notable de este hecho es que al día siguiente de ser recogidos y colocados en una heladera, los peces adquirieron un color rojizo oscuro. Hemos solicitado que cinco de estos peces fueran remitidos al Instituto de Bromatología de La Plata para su análisis. Oportunamente informaremos acerca de los resultados.

ANALISIS Y CONCLUSIONES EN RELACION CON LOS SINTOMAS Y RASTROS FISICOS ANTERIORMENTE DETALLADOS

1. « Hormigueo »: la sensación de hormigueo o vibración descrita por el testigo es signo evidente de haber estado recibiendo algún tipo de descarga, ya sea eléctrica, nética o radiación, no necesariamente radioactiva. En este caso descartamos que haya existido emisión radioactiva, no sólo debido al informe negativo de la Comisión Nacional de Energía Atómica, sino también en vista de los síntomas experimentados por el testigo (que claramente evidencian absorción de radiación, en este caso de naturaleza desconocida), en gran parte similares a las consecuencias que sufren quienes han estado sometidos a radioactividad, del hecho de seguir con vida a los 45 días posteriores, y el de haber observado las personas del lugar que actualmente su salud ha mejorado notablemente al punto de poder levantar y transportar pesos que antes le eran prácticamente imposibles. Además, los animales que le acompañaban se hallan perfectamente, excepto la gata madre, que se repone lentamente de sus quemaduras, que presenta en el lomo, y que se tornó sumamente nerviosa.

2. «Dolor de cabeza»: se ha manifestado en muchos casos en que los testigos han estado expuestos a la influencia directa (contacto) o indirecta (sub-contacto) de las radiaciones emitidas por los objetos. Además, es un síntoma clásico comprobado por médicos y parapsicólogos, que se produce en oportunidades como paso previo a la apertura de condiciones de percepción extrasensorial. El que suscribe está en condiciones de presentar varios casos de personas que sufrieron síntomas similares (sin haber tenido una observación de OVNI o contacto), que al desaparecer dieron lugar a la manifestación de condiciones psi.

3. «Diarrea»: es otro de los síntomas que son mencionados en muchas oportunidades por los testigos, como una de las consecuencias de haber estado sometidos a «campos vibracionales» más intensos, tales como los que rodean a las naves extraterrestres.

4. «Vómitos»: ver punto 3.

5. «Caída del cabello»: es un síntoma caracterizado entre los muchos producidos por absorción de radiación.

6. «Pequeñas pústulas rojas puriginosas»: también es un síntoma frecuentemente mencionado por los testigos que han estado en las proximidades de objetos voladores.

7. «Trabazón de la lengua»: es un síntoma que no es comúnmente mencionado por testigos. En este caso ha sido corroborado por numerosas personas, inclusive por el suscripto durante su investigación, aunque para esa fecha (enero 16, 1973) su intensidad ya era marcadamente menor.

8. «Lagrimeo de los ojos»: es otro síntoma también frecuentemente denunciado por testigos, luego de haber estado cerca, o simplemente de haber observado, la fuerte luminosidad que emiten los objetos.




El testigo, Sr. V. fue interrogado en más de 60 oportunidades por diversas personas, entre las cuales figuran médicos, ingenieros, un secretario del gobierno, autoridades policiales, cuyos nombres figuran en carpeta, pero que han solicitado no sean dados a publicidad. El suscripto sometió al testigo a hipnosis profunda, oportunidad en la que no se produjeron cambios ni contradicciones con lo testimoniado por el Sr. V. antes de la hipnosis. Es de destacar que durante dos días después de haber sometido al Sr. V. a hipnosis, el suscripto cayó en cama debido a una total falta de fuerzas, sufriendo náuseas, vómitos y diarrea sanguinolenta. Al someter a una persona a hip¬ nosis, es común que el hipnotizador (o sea la persona que «cierre el circuito») absorba a su vez parte de cualquier problema que pueda estar sufriendo el sujeto. En cambio, las molestias que sufrieron cuatro personas que interrogaron al Sr. V. durante su estado normal, se redujeron solamente a dolores en las articulaciones.

A pesar de sus 73 años, el estado mental del testigo es totalmente lúcido. Los detalles del sub-contacto, como la descripción de los tripulantes y los símbolos del estandarte fueron repetidos en más de 60 oportunidades sin incurrir en contradicciones. Los interrogatorios se llevaron a cabo a lo largo de varios días, y siempre primó la espontaneidad, la seguridad y la inmediata respuesta a cada pregunta formulada. Los hechos aparecían en la mente del testigo como «grabados», y tanta exactitud desconcertó por momentos a los investigadores, sobre todo considerando que toda la observación duró solamente 20 segundos.

Podríamos considerar la posibilidad que el Sr. V. haya sido objeto de una proyección mental que haya sido el motivo de la retención de tantos detalles, y de que su testimonio aparezca como grabado en su sub-consciente. Quizás el rayo de luz que surgió del objeto haya tenido influencia en esto. Debemos recordar que actualmente en la Unión Soviética se están emitiendo hacia puntos de la Siberia Artica (a más de 5.000 km) impulsos de rayos láser que en fracciones de milésimas de segundo conducen a esa distancia páginas completas de periódicos o libros, imprimiéndolas en destino sin errores.

En consecuencia, de acuerdo con los análisis y comprobaciones llevados a cabo en el lugar de la observación tanto sobre el testigo como sobre los demás elementos, el suscripto acepta plenamente la existencia del sub-contacto, asumiendo la responsabilidad con su firma. En un breve plazo se efectuará una nueva visita al testigo para seguir controlando su evolución, y oportunamente se emitirá un informe adicional.

POST-SCRIPTUM

En la visita efectuada por el señor Pedro Romaniuk al señor V.M. entre el 19 y el 21 de febrero de 1973, se ha podido comprobar lo siguiente.

TESTIGO

Aproximadamente desde el 10 de febrero, el testigo siente que en la encía derecha superior (mirando de frente), empiezan a cortar nuevos dientes. Se comprueba la aparición de cuatro nuevas unidades dentarias, dos dientes y dos molares que a la fecha de la visita ya tenían de dos a tres milímetros de largo.

Se ha constatado a nivel científico una sintomatología de orden parapsicológico que comienza a manifestarse exactamente a los 45 días del sub-contacto. Aquellos investigadores interesados en obtener detalles sobre este fenómeno paranormal desarrollado luego de la experiencia, rogamos se dirijan por carta al señor Pedro Romaniuk Casilla de Correo 9, Morón (Pcia. Bs. As.), o a la Srta. Jane Thomas, Casilla de Correo 4709, Correo Central. Buenos Aires, Argentina.

LA GATA

Como indicáramos en la primera parte del informe, apareció el 1 6 de febrero, con quemaduras y chamuscaduras varias en el lomo. Su comportamiento se tornó sumamente arisco y se encontraba nerviosa, buscando esconderse y no se acerca al lugar de la observación. Luego de muchas tentativas se logró dormirla en brazos del suscripto, y una vez en ese estado, la llevó al lugar del sub-contacto, donde se despertó imprevistamente y escapó, rasguñándolo. Asimismo evita a sus tres crías.

PECES MUERTOS

Aún no se ha recibido el informe de Bromatología. El riacho donde aparecieron los peces muertos es de aguas potables. A pesar de tener entre 2 y 3 metros de ancho y aprox. 50 a 60 centímetros de profundidad, su caudal es cristalino y con correntada de regular a fuerte. No han vuelto a aparecer peces muertos después del primer hallazgo.

FINAL

Deseamos destacar que en esta segunda visita, tanto el testigo como las personas intervinientes en la investigación reiteraron su deseo que no se dé a conocer sus nombres, solicitando también que se mantenga de incógnito el lugar de la observación. Consideran que esta es la manera más efectiva de evitar una «invasión en masa» de periodistas y curiosos.

Pedro Romaniuk


Este artículo se publicó en la revista española Stendek año 4 n°12 Marzo 1973



sábado, 7 de junio de 2025

LAS RUINAS DEL VALLE DEL GUAPORÉ POR EL PROF. AURELIO M. G. DE ABREU

                       EN BUSCA DEL PAITITI

                 

Información tras información, un grupo de investigadores de Sáo Paulo descubrió las piezas de un rompecabezas que, aunque aún no está armado, presenta aspectos intrigantes. Basado en relatos de viajes, estudios de Roberto Levillier, descubrimientos hechos por satélites estadounidenses, investigaciones en diversos mapas y entrevistas realizadas en aldeas y haciendas, parte de este grupo llegó a ruinas aún no estudiadas y conoció la existencia de muchas otras ciudades perdidas en los territorios de Mato Grosso, en una aventura narrada aquí por uno de sus organizadores, el autor de esta edición, el Prof. Aurelio M. G. de Abreu.


 En Brasil, cuando se trata de arqueología, la ciencia oficial ha sido absolutamente escéptica ante todas las afirmaciones e investigaciones de aficionados que han intentado demostrar que hubo, en algún momento de nuestro pasado, entre los habitantes de la selva, una cultura más avanzada que la encontrada por los descubridores portugueses. Las preguntas sobre el verdadero significado de ciertos hallazgos desconcertantes se explican como resultado del paso de poblaciones más avanzadas, o no se responden en absoluto.  

 En cuanto a la posibilidad de que haya existido un grupo en Brasil que había llegado a la etapa de constructor de ciudades o centros ceremoniales como era costumbre entre los aborígenes de la región andina, esto es recibido con genuino desprecio, si no con burla, y no tiene sentido citar a autores del pasado que vieron monumentos inusuales o que recogieron descripciones precisas entre los nativos. En la opinión general de la ciencia oficial, todo esto está etiquetado como "material sospechoso" o mera falsificación. En este trabajo intento demostrar que tales actitudes son algo imprudentes y que la ciencia debería ser más abierta, para permitir al menos intentos para demostrar la veracidad de ciertas tradiciones y narraciones de los mitos de tribus antiguas.  

 Una leyenda narrada en la página 87 de un antiguo libro de viajes del padre salesiano Nicoláo Badariotti Exploraciones en el Norte del Matto Grosso - Región del Alto Paraguay y Planalto dos Parecis, publicado en 1898, por la imprenta de la orden a la que pertenecía el religioso, contiene el siguiente extracto, transcrito aquí actualizando apenas la ortografía y la puntuación, sin alterar el relato ni ninguno de sus datos:  "Las tradiciones de los Parecistas que en su libro de viajes del siglo XIX, el padre Badariotti dice que las ruinas que vio cerca del Monte das Araras le recordaron las descripciones que había leído sobre las de Babilonia (foto).  Pude reunir, y con mucha dificultad, pues se mostraron reservados ante mis indagaciones al respecto, se limitaron a lo siguiente:

 "Dalacauaiteré fue el padre de todos los pueblos. 

  "El primero en morir fue el justo (Abel), pero fue asesinado por su pérfido hermano (Cain); un gran diluvio hizo perecer a todos los hombres, excepto a Zucutahuie (Noé), quien se salvó con toda su familia y por esto fue llamado el abuelo del pueblo.  

 "La distinción de los pueblos entre hijos de Dios e hijos de Satanás está simbolizada por el parecis en la  siguiente tradición: 

  "Canicaloré, que había matado a su propio padre, se casó con Enocukini, que había matado a su propia madre, y de esta unión surgieron los Nhambiquaras, los Apiacás y los Tapanhuns, caníbales salvajes que habitan las tierras del interior al norte de los Parecis.  "Cuando pregunté por el origen de estos indios (Parecis), no supieron decirme otra cosa que su padre fue Uazare, un gran y glorioso jefe, que gobernó toda la nación en las mejores condiciones de poder y prosperidad; añadieron que si quería ver el lugar de su antiguo dominio, iría al río Juruena y allí, cerca de la gran cascada, encontraría una gran casa de piedra y un puente de la misma naturaleza."




 EL REFUGIO DELA NOBLEZA PERUANA.

  Ahí está. Indios brasileños hacen referencia a la existencia de construcciones de piedra, todavía visibles, cuando la arqueología oficial disputa vehementemente que tales construcciones existieran en Brasil antes de Cabral. 

  Pero las cosas no quedaron ahí con esta descripción legendaria. En el mismo libro, en la página 27, donde el autor describe las regiones cercanas a los pueblos Parecis, leemos el siguiente pasaje:

  Dejando a nuestra derecha el cerro Araras, donde dicen que hay una cueva notable donde murió un naturalista, entramos en un valle de aspecto singular.  Es un vasto campo cubierto de montículos de piedras negras con toda la apariencia de ruinas antiguas.  Esos montículos me recordaron las descripciones que había leído sobre las ruinas de poderosas ciudades de la antigüedad, como Ninive y Babilonia. ¿Acaso esos montículos de piedras, quizás ennegrecidos por el fuego, no podrían ser las ruinas de palacios y castillos de una ciudad de aborígenes americanos? Les corresponde a los americanistas investigar.

 ¿Fue el padre Badariotti un visionario o un mentiroso habitual? Esto ocurrió en una época en que las personas religiosas constituían una élite, incapaz de buscar en la mentira y el sensacionalismo barato una razón para su promoción personal. Y el libro contiene también la presentación del propio obispo de Goiás, entonces obispo de Goiás, Eduardo.

 La lectura de este libro fue uno de los factores determinantes para la investigación realizada en la región por miembros de una entidad de estudios arqueológicos, la cual aportó nuevos conocimientos sobre el tema. Pero hay mucho más.

  Además de la obra del padre Badariotti, hay un interesante libro publicado en Buenos Aires con material inédito del investigador Roberto Levillier, a quien nunca se ha acusado de soñador o fantasioso. Sin embargo, el titulo de la obra la coloca dentro de la lista de libros que la ciencia oficial querría ver incinerados. El título era el siguiente: El Paititi, El Dorado y las Amazonas,  publicado por la conocida casa Emecé Editores, en 1976. 

 El libro de Levillier es el resultado de años de investigación realizadas por el autor con el objetivo de diseccionar las leyendas que rodean a estos tres temas. Y es precisamente el primero el que nos interesa más de cerca, pues, como se sabe, Paititi sería una ciudad situada en algún punto en Brasil, que los aventureros españoles habían buscado con gran insistencia, debido a informaciones que habían obtenido durante la conquista del Perú. La obra es sencillamente fascinante.

 El autor demuestra que las referencias a Paiiti eran comunes entre todos los avanzadillas que recorrían las selvas de la región fronteriza entre los dominios incas y las llanuras matogrossianas, y el motivo de tal búsqueda se debía a que allí se escondería la flor y nata de la nobleza peruana, huyendo de la invasión europea. Paititi, entonces, no sería una ciudad precolombina, sino más bien un lugar de refugio construido después del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo. En resumen: una ciudad indígena postcolombina o, si se prefiere, post-Cabralina.  Basándose en documentos escritos por los conquistadores, o incluso en crónicas indígenas recogidas por algunos mestizos letrados, Roberto Levillier situó la ciudad en cuestión en la región próxima a la Serra Dos Parecis. 




CIUDADES LOCALIZADAS POR SATÉLITES

  Me intrigaba la región mencionada, pero aún no tenía indicios que pudieran probar algo más tangible. Y el asunto quedó en segundo plano durante algunos años, hasta que Rede Globo de Televisáo presentó, dentro del programa Fantástico, una comunicación que despertó la imaginación de los interesados en ciudades perdidas, sin que la ciencia oficial se expresara. 

  Fue en 1982 que en uno de los segmentos del programa se presentó un reportaje producido en Estados Unidos, sobre la investigación que un determinado ciudadano estaba desarrollando, con base en datos resultantes de fotografías tomadas vía satélite de la Amazonia brasileña. Tras analizar las fotografías mediante un ordenador, se habría identificado un grupo de seis o siete ruinas, correspondientes a otras tantas ciudades, en una región montañosa, donde no hay centros residenciales conocidos.  Y la sugerencia del descubridor fue que eran ciudades perdidas, de gran antigüedad, y que entre ellas estaría la ciudad que buscaba el coronel Fawcett (*) cuando desapareció. 

 Considerando la importancia de la revelación, el investigador Lourival Leite y yo decidimos contactar a este ciudadano, enviando una carta al corresponsal de Rede Globo, el periodista Silio Boccanera, quien nos respondió rápidamente, adjuntando una copia de la comunicación que le había enviado el Sr. René Jean-Antoine Chabbert, director de Geotex, una empresa estadounidense ubicada en Pensilvania, quien, en una larga presentación, explicó los métodos que había utilizado para localizar las ciudades en cuestión, informando también que ya había intentado obtener el apoyo de varias entidades brasileñas, de las cuales solo había respondido el Museo Emilio Goeldi, en Pará, para informar que no creía en la posibilidad de la existencia de tales ciudades, por lo que no tenía ningún interés en el tema. 

 Analizando atentamente el informe de Chabbert, fue posible verificar que había ocultado deliberadamente la ubicación de las supuestas ruinas, pero en la descripción quedó claro que estarían en una región montañosa, en algún lugar de Mato Grosso o Rondónia.  

 El investigador Prudente de Barros Camargo decidió entonces realizar un examen de la cartografía de la región y, en mapas de la Fuerza Aérea estadounidense, sorprendentemente, él y Enrique Viana Arce encontraron una serie de ruinas marcadas sin otra designación que la palabra seca ruins (ruinas), sobre una pequeña cadena montañosa, que complementa la meseta de Parecis.  

 Con su experiencia en cartografía, sumada a su condición de piloto, Prudente Camargo comenzó a investigar los mapas del Proyecto Radan y, con la ayuda de una computadora, logró identificar una serie de seis aglomeraciones que podrían ser las ruinas. Todo comenzaba a tener sentido.  Pero, a medida que pasaba el tiempo, descubrimos que las ruinas ya eran conocidas por el Instituto Cartográfico del Ejército, que no sólo ya las había situado en un mapa, sino que incluso había dado nombre a la mayoría de ellas, situándolas en la Serra da Borda, elevación situada frente a la Chapada dos Parecis.

 La región nos pareció interesante, ya que sabíamos que recientemente se había identificado un sitio arqueológico muy interesante, que había sido investigado de forma incompleta por un arqueólogo brasileño que había trabajado allí con miembros de una expedición de la National Geographic Society de Estados Unidos. Durante la investigación se encontraron restos arqueológicos interesantes, como adornos de oro encontrados junto al esqueleto de una joven. Un artículo sobre el tema fue publicado en el número de enero de 1979 de la revista National Geographic por el renombrado explorador W. Jesco von Puttkamer, quien ha estado realizando investigaciones con los indios del Brasil durante años.

 Entre las tribus que identificó como habitantes de la región, citó a los Nhambiquaras, enemigos tradicionales de los Parecis, así como otra tribu poco conocida, los Wasusus, que tienen sus chozas junto al río Galera, uno de los ríos citados por los cronistas del periodo de la conquista como utilizados por los incas en huida.  Poco a poco, la idea de lanzarse a realizar investigaciones en la región comenzó a cristalizarse, Realizamos una reunión a la que asistieron varios miembros del Instituto Paulista de Arqueología, entidad a la que pertenecía desde su fundación, y comenzamos a comparar los datos ya recopilados para realizar la expedición. 

 Luís Caldas Tibirigá y Prudente de Barros Camargo, quienes tenían la misión de obtener todos los datos sobre las ruinas, informaron que se trataba de antiguos centros mineros, del periodo colonial, ya que la región era conocida por tener varias minas de oro, muchas de las cuales ya fueron agotadas, aunque todavía hay varias minas en explotación. Se hizo evidente que existían tradiciones de que al menos una de las ciudades era muy antigua, anterior a la llegada de los buscadores de oro a finales del siglo XVII, y que anteriormente había sido un quilombo de esclavos fugitivos, que, según una tradición corriente en Vila Velha, se habrían instalado en una aldea habitada por indígenas. 




ORGANIZANDO UNA EXPEDICIÓN 

 Esta información aumentó nuestro entusiasmo. La evidencia apuntaba a la posibilidad de Una de las ciudades mineras ocupa precisamente el sitio donde vivieron los últimos descendientes de los Incas, quienes se habrían mezclado primero con los indios de la región, probablemente los propios Parecís, y luego con los negros del quilombo, desapareciendo posteriormente, o sobreviviendo en algún punto de la región. La coincidencia fue demasiado grande.  Adornos de oro, tradiciones de las ciudades anteriores a la llegada de los blancos, etc. Las posibilidades parecían crecer con cada nueva búsqueda y la única forma de estar seguro sería acudir al lugar. 

  Como no disponíamos de muchos recursos económicos, decidimos organizar una pequeña expedición, en la que participarían, además del autor de esta edición, Prudente de Barros Camargo y Enrique V. Arce, que viajarían en un Ford Rural, equipado con cabrestante y tracción a las cuatro ruedas, y Fábio Daró y Luís Caldas Tibirigá en un Fiat. El contacto entre ambos vehículos se realizaría mediante transmisores de radio, en la banda ciudadana.  El equipo necesario se dividiría entre los dos vehículos y, si teníamos éxito en la exploración preliminar, llamaríamos a algunos compañeros más, que seguirían utilizando medios de transporte comerciales. El periodo para realizar la investigación inicial se determinó a mediados de 1983, por coincidir con las vacaciones de los miembros del grupo. 

 Durante los dos meses previos a la fecha elegida, preparamos el material que utilizaríamos y, como desafío a las ideas preconcebidas, decidimos bautizar al grupo exploratorio con el pomposo nombre de Expedición Paititi. Sabíamos que las posibilidades no eran muy grandes, principalmente por el poco tiempo del que disponíamos. Pero bueno, el primer día de julio de 1983 iniciamos el viaje. Todo iba bien durante 200 km, cuando la Rural se paró de repente debido a una  rotura del diferencial, que había golpeado una roca. Parecía que la mala suerte estaba atacando nuestra expedición.

 Después de una discusión bastante acalorada, finalmente decidimos aceptar las propuestas de Fábio y Tibirigá, que implicaban un gran riesgo para aquellos compañeros.  Viajarían en el pequeño Fiat, que desde el punto de vista logístico sería sólo un vehículo auxiliar, y tratarían de llevar a cabo la misión de la mejor manera posible. En cuanto a nosotros, tendríamos que arreglar la reparación del Rural e intentar llegar a nuestros compañeros en uno o dos días más, lo que no ocurrió, debido a que no fue posible reparar el vehículo en la región, obligándonos a transportarlo en camión hasta Sáo Paulo. 

UN RUTA DEL SIGLO PASADO 

 Para nosotros la expedición a Paititi había terminado. Sin embargo, gracias a la determinación de Fábio y Tibiricá, la prueba continuó y resultó en una impresionante prueba de coraje y habilidad.  Este artículo revela los resultados de esta loca empresa, que afortunadamente terminó bien y nos proporcionó información valiosa para nuestras investigaciones posteriores, algunas de las cuales aún continúan. El siguiente material fue tomado de los cuadernos de los dos investigadores.

  Recién el 3 de julio el Fiat llegó a la ciudad de Cuiabá, en Mato Grosso. En esa capital se estableció contacto con el indigenista  Fritz Tolksdorf, quien se encontraba en la comisaría local de la Funai (Fundación Nacional del Indio). Fritz, un viejo conocido mío y de Tibirigá, proporcionó un mapa de la ubicación de las ruinas principales, así como otras tres, que habían sido descubiertas por ese explorador. Estas ruinas sin nombre fueron colocadas en sus ubicaciones adecuadas con las designaciones ruinas A, B y C. 

 Tras contactar telefónicamente con la sede del Instituto en Sáo Paulo, Fábio y Tibirigá se enteraron de que no podían contar con   nosotros. Luego decidieron continuar hacia la región de interés. El día 6 se llegó a la ciudad de Vila Bela da Santíssima Trindade, donde algunas personas relataron que las ruinas han sido visitadas por extranjeros, principalmente austríacos, que siguen el rastro dejado por el investigador de ese país Naterer, quien visitó la región de 1822 a 1829, dejando una serie de obras sobre sus descubrimientos, aún inéditas en Brasil. 

 El pastor Gustavo, de la iglesia evangélica local, informó al día siguiente que un arqueólogo húngaro naturalizado estadounidense había encontrado objetos de cerámica inca, actualmente en posesión de un residente de la ciudad. También señaló que, en la localidad de Betánia, situada aproximadamente a 145 kilómetros de Vila Bela da Santíssima Trindade, había varias piezas de cerámica indígena, de una cultura desconocida. 

 En Vila Bela vive un conocido piloto llamado Clóvis Mello y dijo que conoce algunas de las ruinas, asegurando que tienen cimientos de piedra y paredes de adobe. El acceso a la región es muy difícil y sólo se puede llegar durante algunos meses, debido a las lluvias, que al caer interrumpen todo el contacto. La ruina más cercana es la conocida como Pilar, situada a unos 70 km de Vila Bela y, para llegar a ella, es necesario subir un tramo de montaña de unos 12 km, por un sendero estrecho, que sólo se puede recorrer a pie. En cuanto a las ruinas conocidas como Sáo Vicente, el acceso se realiza remontando el río Guaporé, hasta el punto donde se encuentra con el rio Galera, donde es necesario desembarcar y caminar unos 7 km.




 VISITAS A LA CIUDAD 

 Entre los dos, Tibirigá y Fábio optaron por visitar a Pilar. Gracias a la atención de las autoridades locales, fue posible obtener una carta de presentación para agricultores locales, como el propietario de la Fazenda Eunice, en cuya zona no sólo se encuentran los restos de Pilar, sino también de otras ruinas sin nombre. En la región, Fábio Daró obtuvo algunas fotografías de muros antiguos, de un probable sitio de extracción de oro.  

 Sin embargo, los dos viajeros fueron disuadidos de su intención de visitar Pilar, ya que existían problemas en la región, producto de la presencia de mineros armados no autorizados, que ya habían intercambiado disparos con el personal de la finca el día anterior, y la presencia de extraños podría agravar la situación. 

  Los investigadores continuaron luego hacia otra propiedad, donde se encuentran restos de viviendas conocidas como las ruinas de Sáo Francisco, consistentes en paredes de adobe en muy mal estado y los cimientos de un edificio que habría sido una iglesia. A partir de ahí, las carreteras empeoraron aún más, obligando a los ocupantes del Fiat a improvisar puentes para llegar a la Hacienda Santa Terezinha, donde se encuentran los restos de unas construcciones del tipo estándar de las anteriores vistas.  

 El 15 de julio, partiendo de la Hacienda Sáo Vicente da Galera, la pareja recorrió 12 kilómetros de bosque, hasta llegar al campo de ruinas conocido como Sáo Vicente, que se encuentra cerca del nacimiento del rio Galera. Estas ruinas están completamente cubiertas por vegetación y presentan trabajos en piedra, además de muros de adobe. Alojarse aquí es difícil debido a la gran cantidad de mosquitos que infestan la región, además del excesivo número de serpientes de gran tamaño. 

   El regreso fue similar al de ida, sólo que la preocupación era regresar a Sáo Paulo lo más rápido posible. Los dos miembros restantes de la expedición de Paititi habían confirmado la existencia de una gran cantidad de ruinas de edificios antiguos y observado varios elementos completamente aberrantes, como columnas de piedra y curiosas plataformas que podrían ser antiguos lugares de culto para extrañas deidades. En ningún momento hubo posibilidad de realizar una excavación, ni siquiera un corte de prueba para intentar clasificar los utensilios utilizados por los habitantes del pasado o comprobar si alguna de las ciudades había sido construida sobre ruinas más antiguas, lo cual es posible.  Toda la región es aurífera y las luchas por la posesión de los sitios mineros se libran a menudo con armas de fuego, con informes de tiroteos violentos entre invasores y los legítimos propietarios.




  Hay algo en esa remota región de Mato Grosso. La tradición habla de indígenas con hábitos diferentes de los demás habitantes de la selva, que gustaban de utilizar adornos de oro, exquisitamente trabajados, así como de una tribu de negros, sobrevivientes de los antiguos quilombos. A estos negros también se les veía cubiertos de joyas de oro y plata, incluidas extrañas tiaras, en las que se notaban piedras de colores. Estas leyendas y tradiciones, que señalan al valle de Guaporé y la cordillera de Borda como lugar de innumerables misterios, deben hacer tomar conciencia a las autoridades de que se deben realizar investigaciones más profundas para verificar si pudo haber existido el tan anunciado contacto con los incas fugitivos. 

 Se ha comprobado concretamente que en toda la región existen numerosas ruinas antiguas, algunas de las cuales no han sido visitadas en los últimos 200 años. Estos fascinantes pueblos fantasmas esperan a exploradores que puedan revelarles sus historias, que, después de todo, son parte de una historia mucho más grande: la Historia de Brasil.

 

(*) En busca de Manca, la ciudad de Gran Paitt, el coronel Percy Fawcett, el 20 de abril de 1925, acompañado por su hijo, Jack, y un amigo, Raleigh Rimmel, se dirigió a la selva. Su última carta, enviada desde algún lugar de la selva, estaba fechada el 29 de mayo del mismo año y no había más noticias del pequeño grupo. Años después, un jefe de una pequeña tribu confesó al explorador Orlando Villas-Boas que había asesinado al explorador y a su hijo, mientras que su amigo había muerto a consecuencia de una fiebre.



 Artículo publicado en la revista brasileña Planeta,  Damos las gracias al espeleólogo e investigador Javier Stagnaro por su
colaboración con este material.