sábado, 12 de julio de 2025

MAGOS DE LA TIERRA DEL FUEGO

 

 LA ESCUELA DE CHAMANES

Cuando los encontró a finales del siglo pasado, durante un viaje de investigación a Tierra del Fuego, Charles Darwin quedó asombrado y exultante: ¿sería este el "eslabón perdido" de la raza humana? En aquellas tierras heladas, los habitantes vestían taparrabos y poseían dones paranormales. Hoy en día, los yámanas, los selk'nam y los halakwulup están prácticamente extintos. Pero su escuela de iniciación para brujos es una de las más curiosas jamás conocidas. Planeta publica material exclusivo sobre ellos.

Antes de su extinción a manos de los blancos, los indígenas Yámanas de Tierra del Fuego, contaban con una autentica escuela de chamanismo donde los estudiantes aprendían todo sobre lo oculto.

 A pesar de las condiciones extremadamente desfavorables en las que vivían: desnudos o vestidos únicamente con pieles de animales, lograban con la ayuda de numerosos dones paranormales y rituales mágicos, desafiar a la naturaleza que era extremadamente cruel.

En ese lugar, pero particularmente la tribu Yámana (Yámana significa seres humanos) la que se destacaría por su escuela de chamanes, donde los estudiantes debían someterse a métodos extremadamente exigentes.

  En 1882, Charles Darwin viajo en la fragata Beagle, que permaneció anclada un tiempo en el archipiélago más austral de nuestro continente. Darwin creía que los habitantes de esas islas poseían una resistencia sobrehumana. Las tribus Yamana, Sel knam y Halakwulub habitaban estas tierras heladas y azotadas por las tormentas, sin ropa, salvo ocasionalmente taparrabos y pieles de nutria o zorro. Además, sus cuerpos estaban cubiertos de gruesas capas de grasa, que les proporcionaban calor y almacenaban energía. Todo esto convertía a los habitantes de Tierra del Fuego en un pueblo sano, robusto y con una resistencia extraordinaria. Estas tribus que lograron adaptarse al clima probablemente ya llevaban más de 2.000 años viviendo en ese remoto extremo de Sudamérica. Se comunicaban con sus vecinos mediante señales de humo, lo que dio al descubridor Fernando de Magallanes la idea de bautizar esa región como «Tierra de Humo». Posteriormente, Carlos V cambió el nombre a Tierra del Fuego.



Las "señales" indicaban quién estaba predestinado

Los informes vagos sobre los pueblos de esta nueva tierra dieron lugar al rumor, que circuló por Europa, de que eran una "raza de gigantes". Otra idea que surgió en aquella época fue que los pueblos de Tierra del Fuego completaban el eslabón perdido entre el hombre y el animal. Pero con el acercamiento entre estos pueblos y los navegantes de otras tierras, los científicos se vieron obligados a abandonar estas ideas. Cuando el barco de Charles Darwin atracó allí, aún vivían unos 3.000 yámanas. Para 1908, solo quedaban 170 personas, y para 1932, solo 43. Hoy en día, los pueblos originarios de Tierra del Fuego están extintos: las guerras y las enfermedades importadas por los blancos los han exterminado. Pero sus fascinantes métodos para entrenar chamanes nos fueron descritos en la década de 1920 en la obra del etnólogo Martín Gusinde.

Describamos estos métodos como un ejemplo del chamanismo yámana. La llamada al yekamus, o chamán, podía ocurrir de varias maneras. En el caso de una llamada espontánea, existían varias posibilidades.

Cuando un joven, mientras dormía, contemplaba el fuego o caminaba por el bosque, comenzaba repentinamente a cantar, experimentaba, según los yámanas y otras tribus, un cambio de conciencia que le permitía comunicarse con los espíritus. Gusinde observó un caso similar en la tribu selk'nam. El niño tenía ocho años y solía aislarse mucho de sus compañeros. Era tímido y retraído. Cuando estaba solo, cantaba melodías monótonas durante horas. Pronto se mudó a la cabaña del chamán Tenenesk como aprendiz.

Uno de los casos más frecuentes ocurría durante el sueño, cuando el aspirante se encontraba con un chamán conocido: esta era la señal de la llamada. Si un chamán tenía un sueño en el que se le aparecía un aspirante a quien debía aceptar como futuro yekamus, ninguno de los dos, maestro o discípulo, dudaba ni un instante.

Otra posibilidad: un joven camina por el bosque buscando un árbol adecuado para fabricar un mango de arpón. Tarda mucho en encontrar el árbol adecuado. Cortar la rama también es sorprendentemente difícil; de repente, la madera empieza a sudar. Reconoce la señal de inmediato, corre a casa, pide a su familia que no lo molesten y se queda dormido. En el sueño, ve su kespix (alma) frente al árbol, en compañía del kespix de muchos chamanes. Los chamanes le dan muchos regalos y comida. Se siente bien en su compañía; todo es como él desearía. Al despertar, el discípulo extraña esa región del bosque.  Los vecinos, al reconocer su condición, se reúnen y cantan la canción cowanni ("canción de los espíritus del mar"). Inmediatamente se duerme de nuevo, reunido con sus compañeros espirituales. Al terminar los cantos, finalmente regresa a la vida cotidiana.

Los sueños normales y el "soñar" son dos cosas completamente diferentes. Solo el yekamus posee el don de "soñar", es decir, de abandonar el cuerpo. Aun así, los fueguinos desconocían nuestro tipo de sueño: todos los sueños significan estados en los que la persona camina en la tierra de los espíritus. El "soñar" del yekamus es un sueño consciente, aprendido durante su formación en la escuela de chamanes; el sueño del hombre común es inconsciente y pasivo.

Otra situación: alguien camina por el bosque, absorto en sus pensamientos. Empieza a olvidarse incluso de sí mismo, cuando de repente  se encuentra con un gran número de espíritus, así como con gente de la "gente pequeña". Entonces se queda dormido y tiene un sueño profundo, cuando puede ver a los "pequeños habitantes de los viejos árboles" con mayor claridad. Lo invitan a unirse a ellos. El hecho de que lo reconozcan como "uno de ellos" es prueba de que esa persona debería convertirse en yekamus.

Contacto directo con espíritus animales.

La llamada también puede provenir de los espíritus del mar, los cowanni. Un joven que pasea por la costa puede adquirir repentinamente la clarividencia, el asikaku: se le aparecen los kespix de gaviotas, ballenas, peces espada, camarones y buitres. Todos le hablan de forma halagadora y amistosa. Mientras su cuerpo inconsciente yace en la tierra, su alma se comunica con el reino invisible. El espíritu que más se acerque a él, el que se muestre • más amigable, será su guardián. Diáo, o Yefacel.

El principio de la "llamada" es siempre el mismo: un joven sensible (o también una joven) alcanza, en soledad, un alto grado de interiorización. Su consciencia se transforma, entrando en un nuevo mundo de nuevas experiencias, esa misteriosa existencia de la que oyó  hablar de niño. Entre el neófito y los seres de este nuevo universo se desarrolla una relación muy íntima. Si una persona elegida se niega a seguir el consejo de estos espíritus, estos la matan. 

 

Una persona así pierde el control de su ego; no come ni bebe, se aísla de los demás y vive en un "sueño". El aspirante parece estar siempre meditando, totalmente concentrado en sí mismo. Durante horas yace inmóvil en su cabaña: no quiere distracciones ni dormir. Se acuclilla durante días seguidos,  siempre en el mismo lugar, inmóvil. Cuando una serie de experiencias horribles lo perturbaban profundamente, decía: «Ahora ha llegado el waiyuwen (fuerza interior) que invoqué». 

 También hubo muchos casos de personas que tuvieron que rendirse por no poder penetrar el asikaku, la visión espiritual. Hasta que uno se convertía en chamán completo, a menudo tardaba cinco años. 

Los yámanas contaban con una escuela para chamanes: la Loima-Yekamus. Las clases no tenían una duración fija, y los futuros chamanes estudiaban durante los largos meses de invierno, a menudo con intervalos de años. Cada fase duraba unos seis meses. Se había construido una espaciosa cabaña en un lugar especialmente elegido. La cabaña Loima no es una construcción tradicional. 

Cualquier tipo de construcción exige un gran respeto y veneración. Los haucella, espíritus malignos y peligrosos, viven aquí. Son los dueños y guardianes de la cabaña, y se requiere mucha precaución al acercarse. Los aspirantes permanecen en su casa unas horas y luego se dirigen a la cabaña de Loima, cabizbajos, con los ojos entrecerrados, de puntillas y caminando muy despacio. Deben abandonar todos sus deseos, excepto uno: convertirse en chamán. La distancia entre su casa y la cabaña de Loima suele ser muy corta, pero se tarda hasta cinco horas en recorrerle. Todos sienten que en esa cabaña estarán completamente entregados a los espíritus. Solo una actitud seria y respetuosa puede ganarse la confianza de los habitantes de la cabaña. El aspirante sabe que le esperan meses de férrea concentración y rigurosos ejercicios, durante los cuales deberá concentrar toda su fuerza de voluntad. 



Tensión plena: todos los sentidos abiertos  

Maestros experimentados vigilan y ayudan a los jóvenes discípulos. Nadie debe descansar fuera de la cabaña de Loima para minimizar la posibilidad de distracciones. La comunicación con la familia está restringida y las relaciones sexuales están prohibidas. El aprendiz dedica todo el día a ejercicios espirituales, meditaciones y contemplaciones. 

 

Los discípulos permanecen sentados en sus lugares, inmóviles, durante horas. Al anochecer, alrededor de las 4:00 p. m., comienzan a cantar juntos, una canción que dura hasta el amanecer. Tras unas horas de descanso, al amanecer, se reanudan los ejercicios; es decir, los discípulos, permanecen sentados hasta el mediodía. Ahora, la pequeña comunidad empieza a recoger leña ya buscar mariscos. Tres horas después, todos comienzan de nuevo

 

Espíritu y comunidad  

Las meditaciones ya están hechas. La dieta es muy modesta, unos tres mariscos por persona al día. Si un aspirante muestra progreso, su comida diaria se reduce a dos mariscos o solo uno. Cuanto menos coma, mayor será su desarrollo espiritual. Sabemos que el ayuno siempre ha sido un método seguro para lograr transformaciones de conciencia en todos los pueblos del mundo. Al debilitarse el cuerpo, las estructuras psíquicas habituales también pierden su fuerza. 

 

Nuevas capas de piel: emerge el cuerpo sutil  

El propósito de los ejercicios es uno: descondicionar completamente al discípulo, destruir toda su estructura cotidiana, todos sus patrones, costumbres y condicionamientos. El ayuno, la inmovilidad, el dolor, el miedo constante a los espíritus Haucella, así corno el aislamiento prolongado de la vida cotidiana de la tribu, llevaron al aspirante a un nuevo nivel de consciencia. El discípulo absorbió toda la atmósfera mágica de la cabaña Loima. Cuerpo y espíritu se encontraban en un estado de vacío, sin referencias, sin apoyo ni conexión con nada. Una nada en la que el discípulo se sentía confundido e indefenso. Todas sus costumbres, su moral, todos los códigos de conducta, ya no existían. Y con el tiempo, un nuevo mundo comenzó a emerger, que tuvo que explorar con gran cuidado. 

 

El chamán quería, en el sentido más amplio de la palabra, reconstruir el cuerpo: los aspirantes se frotaban la cara con trozos de madera, previamente sumergidos en pintura blanca. La presión era muy suave, muy ligera. La razón: permitir que apareciera una capa de piel más fina que la original. Al frotarse la cara durante semanas, apareció aquella segunda capa. Pero el "raspado" no terminaba ahí: los aspirantes debían continuar hasta llegar a una tercera capa, tan sensible que era imposible tocarla sin causar un dolor terrible. 

 

Cuando todos los discípulos alcanzaron ese nivel, las clases terminaron. Por supuesto, no se trataba realmente de producir capas de piel cada vez más sensibles. En esencia, estos ejercicios monótonos ayudaban en el proceso de transformación de la conciencia.

 Las tres capas de piel  simbolizaban los tres cuerpos más sutiles. Este ritual de frotarse la cara recuerda a los esquimales, quienes, con el mismo propósito, frotaban dos piedras entre sí durante semanas hasta convertirlas en polvo. Esto también recuerda a la "rueda de oración" del lamaísmo. Con la tercera piel, emergía un segundo cuerpo. Los yámanas explicaron que este segundo cuerpo era muy fino y estaba hecho de "un material tan ligero como plumas". 

 

El cuerpo del yekamus parece ser exactamente igual al de una persona común. Sin embargo, en realidad, el radio del cuerpo del hechicero es mucho mayor, cientos de metros mayor, y todo lo que se encuentra dentro de este radio le es revelado al chamán. Cuando un yekamus resulta herido, la gente común ve brotar sangre, pero en realidad esto no es posible: el "cuerpo emplumado" del hechicero no contiene sangre. Por eso, los habitantes de Tierra del Fuego no consideran al chamán un ser humano común. 

 

"Sonhar", un arte dentro del aprendizaje  

El objetivo principal de las clases era adquirir el waiyuwen de otro yekamus. Waiyuwen significa fuerza, energía, y se refiere a la parte inmaterial del cuerpo del chamán. En estos casos, el discípulo pedía a un viejo maestro que le concediera su waiyuwen, o él mismo lo tomaba del cuerpo de un hechicero fallecido. 

 

Los yámanas describen el surgimiento de un hechicero de la siguiente manera: mediante el "ensueño", el yekamus pierde su personalidad, mientras que su kespix, o alma, comienza a trabajar. El kespix hace todo lo que el yekamus exige. Al cantar una melodía muy desafinada y monótona una y otra vez, el chamán se transporta al estado de "ensueño". Este canto es indispensable, porque solo a través de él se manifiestan el waiyuwen y la actividad del kespix. Los discípulos de la cabaña de Loima tienen un solo deseo: aprender a "ensueñar". Cuanto más desarrollado esté el chamán, menos dificultad tendrá para transportarse al estado de "ensueño".

 La idea de "sonhar" -o "soñar"- suele significar, entre los pueblos primitivos, otro estado de conciencia. Se sabe que los aborígenes australianos hablan del "tiempo de ensueño", mientras que los indígenas norteamericanos dicen: "Todos somos soñadores". 

 

Función del mago: proteger a la comunidad  

A primera vista, parece que el chamán está dormido, pero en realidad su kespix está cumpliendo sus órdenes. Al cantar, el chamán no solo establece contacto con el kespix, sino que también invoca al yefacel, su ángel guardián. Además, el hechicero obtiene control sobre los haucella (espíritus malignos) y los cowanni, espíritus de animales marinos. Si se acerca el final del "año escolar" sin que ningún aspirante haya logrado contactar con el mundo espiritual y su propia alma, el maestro aplica un método aún más riguroso. El maestro le dice al aspirante: "intentaré estrangularte". Tomando un cinturón de cuero, comienza a estrangular al discípulo con todas sus fuerzas, hasta que el niño cae. Su kespix se dirige ahora a los espíritus. 

 

A partir de ese momento, el aspirante ya no tendrá la menor dificultad en enviar su alma a los espíritus. De los relatos conocidos, no es posible deducir si se trata realmente de una especie de estrangulamiento o de una mera acción simbólica. Sea como fuere, muchos pueblos utilizan este método para separar el alma del cuerpo, o al menos para acelerar el proceso de espiritualización. El sacerdote oráculo del Dalai Lama lleva un casco metálico de muchos kilogramos, sujeto a su cuello con un cinturón. Mediante danzas extáticas, el cuero tensa el cuello cada vez más, produciendo un efecto sofocante y contribuyendo enormemente al cambio en la percepción del sacerdote.

 

 En la última noche del curso, ante un público numeroso, se canta con intensidad y se invoca a los espíritus Cowanni. Los aspirantes envían sus kespixs para traer los kespixs de esos espíritus: kespixs de pingüinos, ballenas, gaviotas, focas y otros animales marinos. Estos espíritus esperan ser recibidos con gran ceremonia. Los marineros llegan en canoas y ahora comparten sus remos y arpones, imitando un tormentoso viaje en canoa, cantando parar. En cuanto los actores terminan la representación, los cowanni regresan al mar. Con violentos pisotones, los discípulos empujan la haucella de vuelta a las entrañas de la tierra. 

 

Después de todo esto, el discípulo suele elegir a uno u otro maestro para aprender más. No hay nada ridículo ni primitivo en el comportamiento descrito. Es un ritual que tiene un efecto sugestivo en los aspirantes o que, de hecho, evoca espíritus de la naturaleza. 

 

Entre este tipo de personas, el chamán tiene una verdadera responsabilidad: le corresponde librar a la tribu de enfermedades, protegerla de los enemigos, atraer alimento (caza) y paz. Al mismo tiempo, es el historiador, filósofo y sacerdote de la tribu. Todos confían en él, pero si falla, podría ser asesinado. 


Duelo en el astral: la mortal "flecha invisible"  

Los yámanas conocian una jerarquía precisa del chamanismo, según la verdadera capacidad de los yekamús. Cada chamán se especializaba en la rama en la que destacaba, buscando alcanzar el máximo conocimiento posible. Algunos se concentraban en curar enfermedades, otros observaban el camino de las focas, las ballenas y los bancos de peces, otros lo sabían todo sobre el bosque, el comportamiento de los guanacos, los zorros, las ratas y los búhos; otros eran expertos en las actividades solares, lunares y estelares, y algunos lo sabían todo sobre el clima, las nubes, la lluvia, las tormentas, la nieve y la escarcha. Pero también podían usar sus dones de forma negativa. 

 

Si un yekamús malvado pretendía dañar a alguien, se transportaba a ese estado de "sueño", encontraba el kespix de la persona en cuestión y le lanzaba un yekus, o punta de flecha de piedra. Si daba en el blanco, lo notaba en el hoga, pero la persona solo se daba cuenta del resultado del ataque mucho después. Siempre transcurría cierto tiempo entre el ataque y la enfermedad de la persona atacada, porque el alma, como sustancia vital, se refleja con un efecto retardado en el cuerpo físico. Y solo un yekus más fuerte podía ayudar a la persona herida. Este yekus intentaba, en sueños, ver el kespix de su paciente y localizar la punta de flecha, determinando quién la había lanzado. Para curar al paciente, era necesario extraer la punta del alma. En un tratamiento de este tipo, toda la familia estaba presente y el yekus describía lo que hacia, diciendo que estaba mirando el kespix del paciente, localizando y extrayendo la flecha. Aún en su estado de sueño, reprendía a su colega por esta acción negativa. Tras el tratamiento, el paciente se sentía mejor de inmediato. La fatiga, el dolor y el agotamiento generalmente desaparecían. Para proteger a sus pacientes de los ataques de los yekamús enemigos, el sanador usaba su capacidad de expandirse hasta alcanzar el tamaño de una montaña. Se colocaba como una barrera protectora entre el paciente y las fuerzas negativas. Si el yekamús enemigo era más fuerte, apartaba la montaña; si no, el atacante se veía obligado a retirarse.

 

Siempre sorprende observar cómo los chamanes retrataban , eventos paranormales y mágicos según su tradición cultural, dado que la punta de flecha era tan importante en el mundo real para la supervivencia de los yámanas. Por lo tanto, era lógico que también lo fuera en el mundo mágico. La descripción del otro mundo era muy poco objetiva 

como las experiencias de este mundo, que observamos a través de nuestros sentidos, que a menudo son muy subjetivas


Curación de enfermos: técnica y exorcismo  

En la ceremonia de sanación, el yeka mus aparecía muy adornado. Llevaba una diadema de plumas en la cabeza y todo el cuerpo pintado de blanco. El paciente yacía sobre una estera. Cantando, el chamán comenzó a masajear la zona dolorida. Con la boca, succionó el yekus invisible del cuerpo del paciente. Luego, vomitó el objeto, describiéndolo a los presentes. La punta de flecha era invisible para el público. Solo él, el chamán, podía verla desde su posición. Finalmente, sopló para expulsar la flecha. El método de masaje, que consistía en succionar y soplar para expulsar el objeto invisible, también se utilizaba para curar enfermedades menores, heridas leves o para eliminar las consecuencias de entrar en lugares de mal agüero. Los yámanas también distinguían entre las enfermedades causadas por un chamán y las de los watauniewa. 

 

El Ser Supremo de su mitología. Si la tribu se sentía malhumorada o intranquila, se reunían en una makainkina para restablecer la armonía. Todos se reunían alrededor del fuego, danzando. Como creían que el Ser Supremo era la causa de la discordia, lo maldecían, agitando los puños y lanzando trozos de madera. Luego golpeaban el fuego para quemar todo lo negativo. Varios etnólogos han afirmado que el clima siempre mejoraba inmediatamente después del trabajo de un yekamús. 

 

Durante el Loi-ma-Yekamus (el curso del chamán), muchos brujos se reunían para influir positivamente en el clima durante las clases. Cuando las tormentas se prolongaban, los habitantes de Tierra del Fuego no podían salir a buscar comida, y en estos casos, el yekamus era el único capaz de ayudar. Se transportaba al estado de "ensoñación", invocando a los espíritus cowanni. Estos espíritus enviaban bancos enteros de diversos peces a la playa donde Vivian las tribus necesitadas. También eran estos cowanni quienes enviaban a los cangrejos a la playa, hacían que las aves aterrizaran cerca de los cazadores y familias enteras de ballenas "varadas" en la arena. En las "pruebas de fuego", el yekamus se paraba con ambos pies sobre las brasas y, entre una y otra, levantaba uno u otro pie. También sostenía brasas en la mano, apretándolas en el puño durante al menos un minuto. No se quemaba.

 

 El famoso chamán Tenenesk le enseñó a Gusinde lo siguiente: colocaba tres piedras del tamaño de una cereza en la palma de su mano, las observaba con gran concentración y, soplando suavemente, las hacía desaparecer. Una bruja poseía el mismo don. Se desnudaba por completo y le colocaban en la mano diversos objetos, como hongos, caracoles, piedras y trozos de madera, concentrándose hasta que desaparecían. Poco después, ¡los objetos se materializaban! 

 

Al poner a prueba a un discípulo, el yeka mus lanzaba un yekus a lo lejos. El discípulo tenía que encontrarlo de nuevo; a menudo se equivocaba de objeto, o en otras ocasiones el maestro lanzaba el yekus tan lejos que el discípulo fallaba.

  Otra prueba: el yekamús lanzó el yekus, ordenando a su discípulo que lo lanzara a la misma distancia. Si lo conseguía, el discípulo estaba listo para trabajar independientemente. 

 

La fascinación de los blancos y el fin de una raza  

Otras formas de competencia son las que se dan entre brujos. Estas a menudo resultaban en la muerte de uno de los competidores. Un yekamus lanzaba sus yekus a su oponente; si este no podía esquivarlo, era alcanzado y asesinado. Sin embargo, si los yekus no alcanzaban su objetivo, su dueño era derrotado. Existe el caso de dos chamanes, hermanos, que se enemistaron. Organizaron una pelea y pronto uno de ellos soñó que se encontraba con su hermano en una canoa, le lanzó un yekus y lo hirió mortalmente. Desafortunadamente, el otro hermano soñó exactamente lo mismo. Ambos murieron poco después. 

 

Ahora podemos preguntarnos: ¿por qué los chamanes no utilizaron su capacidad de matar a distancia para luchar contra los invasores europeos? 

 

No faltaron los intentos, y Tenenesk «Todos intentamos, con toda nuestra intensidad y fuerza, acercarnos al kespix de los blancos, pero sin resultado. Yo mismo lo intenté varias veces. No puedo decir nada más; el kespix de los blancos es diferente al de los selk'nams».

 

 ¿Cómo podemos explicar la inmunidad de los blancos ante los ataques paranormales de los chamanes? Incluso con todos sus poderes mágicos concentrados, los habitantes de Tierra del Fuego jamás pudieron igualar el intelecto materialista de los invasores. El acelerado proceso de extinción de las tribus y la absoluta falta de posibilidades de protección obviamente causaron apatía y un sentimiento de inferioridad, lo que también influyó negativamente en los dones paranormales de los chamanes. Este argumento es bastante lógico. Sabemos, gracias a la investigación sobre las habilidades psíquicas, que no se manifiestan en situaciones psicológicas desfavorables, especialmente en presencia de personas negativas.

 

 La influencia de los blancos en los fueguinos fue mucho más que simplemente negativa: amenazó su propia supervivencia. Además de las barreras psíquicas -quizás aún más decisivas-, la abrumadora diferencia entre ambas culturas debió de crear una gran confusión en la mente de los chamanes, desencadenando un proceso de mitificación de los extranjeros y causando también una "invulnerabilidad paranormal". Los veleros de los blancos eran sin duda tan fantásticos para los fueguinos corno lo son los platillos voladores para nosotros hoy. 

 

 

 

Este artículo publicado en la revista brasilera Planeta, especial n° 125, nos fue cedido por nuestro colaborador Javier Stagnaro

 

 

 

 

 

 

 

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