LA ESCUELA DE CHAMANES
Cuando los encontró a finales del siglo pasado, durante un viaje de
investigación a Tierra del Fuego, Charles Darwin quedó asombrado y
exultante: ¿sería este el "eslabón perdido" de la raza humana? En
aquellas tierras heladas, los habitantes vestían taparrabos y poseían dones
paranormales. Hoy en día, los yámanas, los selk'nam y los halakwulup están
prácticamente extintos. Pero su escuela de iniciación para brujos es una de las
más curiosas jamás conocidas. Planeta publica material exclusivo sobre ellos.
Antes de su extinción a manos de los blancos, los indígenas Yámanas de
Tierra del Fuego, contaban con una autentica escuela de chamanismo donde los
estudiantes aprendían todo sobre lo oculto.
A pesar de las condiciones extremadamente desfavorables en las que
vivían: desnudos o vestidos únicamente con pieles de animales, lograban con la
ayuda de numerosos dones paranormales y rituales mágicos, desafiar a la
naturaleza que era extremadamente cruel.
En ese lugar, pero particularmente la tribu Yámana (Yámana significa
seres humanos) la que se destacaría por su escuela de chamanes, donde los
estudiantes debían someterse a métodos extremadamente exigentes.
En 1882, Charles Darwin viajo en la fragata Beagle, que permaneció anclada un tiempo en el archipiélago más austral de nuestro continente. Darwin creía que los habitantes de esas islas poseían una resistencia sobrehumana. Las tribus Yamana, Sel knam y Halakwulub habitaban estas tierras heladas y azotadas por las tormentas, sin ropa, salvo ocasionalmente taparrabos y pieles de nutria o zorro. Además, sus cuerpos estaban cubiertos de gruesas capas de grasa, que les proporcionaban calor y almacenaban energía. Todo esto convertía a los habitantes de Tierra del Fuego en un pueblo sano, robusto y con una resistencia extraordinaria. Estas tribus que lograron adaptarse al clima probablemente ya llevaban más de 2.000 años viviendo en ese remoto extremo de Sudamérica. Se comunicaban con sus vecinos mediante señales de humo, lo que dio al descubridor Fernando de Magallanes la idea de bautizar esa región como «Tierra de Humo». Posteriormente, Carlos V cambió el nombre a Tierra del Fuego.
Las "señales" indicaban quién estaba predestinado
Los informes vagos sobre los
pueblos de esta nueva tierra dieron lugar al rumor, que circuló por
Europa, de que eran una "raza de gigantes". Otra idea que surgió en
aquella época fue que los pueblos de Tierra del Fuego completaban el eslabón
perdido entre el hombre y el animal. Pero con el acercamiento entre estos
pueblos y los navegantes de otras tierras, los científicos se vieron
obligados a abandonar estas ideas. Cuando el barco de Charles Darwin atracó allí, aún vivían
unos 3.000 yámanas. Para 1908, solo quedaban 170 personas, y para 1932, solo 43. Hoy en día, los pueblos
originarios de Tierra del Fuego están extintos: las guerras y las enfermedades
importadas por los blancos los han exterminado. Pero sus fascinantes métodos
para entrenar chamanes nos fueron descritos en la década de 1920 en la obra del etnólogo
Martín Gusinde.
Describamos estos
métodos como un ejemplo del chamanismo yámana. La llamada al yekamus, o
chamán, podía ocurrir de varias maneras. En el caso de una
llamada espontánea, existían varias posibilidades.
Cuando un joven, mientras dormía,
contemplaba el fuego o caminaba por el bosque, comenzaba repentinamente a
cantar, experimentaba, según los yámanas y otras tribus, un cambio de
conciencia que le permitía comunicarse con los espíritus. Gusinde observó un
caso similar en la tribu selk'nam. El niño tenía ocho años y solía aislarse
mucho de sus compañeros. Era tímido y retraído. Cuando estaba solo, cantaba
melodías monótonas durante horas. Pronto se mudó a la cabaña del chamán
Tenenesk como aprendiz.
Uno de los casos más frecuentes ocurría durante
el sueño, cuando el aspirante se encontraba con un chamán conocido: esta era la
señal de la llamada. Si un chamán tenía un sueño en el que se le aparecía un
aspirante a quien debía aceptar como futuro yekamus, ninguno de los dos,
maestro o discípulo, dudaba ni un instante.
Otra posibilidad: un joven camina por el bosque
buscando un árbol adecuado para fabricar un mango de arpón. Tarda mucho en
encontrar el árbol adecuado. Cortar la rama también es sorprendentemente
difícil; de repente, la madera empieza a sudar. Reconoce la señal de inmediato,
corre a casa, pide a su familia que no lo molesten y se
queda dormido. En el sueño, ve su kespix (alma) frente al árbol,
en compañía del kespix de muchos chamanes. Los chamanes le dan muchos
regalos y comida. Se siente bien en su compañía; todo es como
él desearía. Al despertar, el discípulo extraña esa región del
bosque. Los vecinos, al reconocer su condición, se reúnen y cantan
la canción cowanni ("canción de los espíritus del
mar"). Inmediatamente se duerme de nuevo, reunido con sus compañeros
espirituales. Al terminar los cantos, finalmente regresa a la vida cotidiana.
Los sueños normales y el "soñar"
son dos cosas completamente diferentes. Solo el yekamus posee el don de
"soñar", es decir, de abandonar el cuerpo. Aun así, los
fueguinos desconocían nuestro tipo de sueño: todos los sueños significan
estados en los que la persona camina en la tierra de los espíritus.
El "soñar" del yekamus es un sueño consciente, aprendido durante
su formación en la escuela de chamanes; el sueño del hombre común es
inconsciente y pasivo.
Otra situación: alguien camina por el
bosque, absorto en sus pensamientos. Empieza a olvidarse incluso de
sí mismo, cuando de repente se encuentra con un gran número de
espíritus, así como con gente de la "gente pequeña". Entonces se
queda dormido y tiene un sueño profundo, cuando puede ver a los "pequeños
habitantes de los viejos árboles" con mayor claridad. Lo invitan
a unirse a ellos. El hecho de que lo reconozcan como "uno de
ellos" es prueba de que esa persona debería
convertirse en yekamus.
Contacto directo con espíritus animales.
La llamada también puede provenir de los espíritus del mar, los
cowanni. Un joven que pasea por la costa puede adquirir repentinamente la
clarividencia, el asikaku: se le aparecen los kespix de gaviotas,
ballenas, peces espada, camarones y buitres. Todos le hablan de forma
halagadora y amistosa. Mientras su cuerpo inconsciente yace en la tierra,
su alma se comunica con el reino invisible. El espíritu que más se
acerque a él, el que se muestre • más amigable, será su guardián. Diáo, o
Yefacel.
El principio
de la "llamada" es siempre el mismo: un joven sensible (o también una joven) alcanza, en soledad, un alto
grado de interiorización. Su consciencia se transforma, entrando en un nuevo
mundo de nuevas experiencias, esa misteriosa existencia de la que oyó
hablar de niño. Entre el neófito y los seres de este nuevo universo se
desarrolla una relación muy íntima. Si una persona elegida se niega a seguir el
consejo de estos espíritus, estos la matan.
Una persona así pierde el control
de su ego; no come ni bebe, se aísla de los demás y vive en un
"sueño". El aspirante parece estar siempre meditando, totalmente
concentrado en sí mismo. Durante horas yace inmóvil en su cabaña: no quiere
distracciones ni dormir. Se acuclilla durante días seguidos, siempre
en el mismo lugar, inmóvil. Cuando una serie de experiencias horribles lo
perturbaban profundamente, decía: «Ahora ha llegado el waiyuwen (fuerza
interior) que invoqué».
También hubo muchos casos
de personas que tuvieron que rendirse por no poder penetrar el asikaku, la
visión espiritual. Hasta que uno se convertía en chamán completo, a menudo
tardaba cinco años.
Los yámanas contaban con una
escuela para chamanes: la Loima-Yekamus. Las clases no tenían una duración
fija, y los futuros chamanes estudiaban durante los largos meses de invierno, a
menudo con intervalos de años. Cada fase duraba unos seis meses. Se había
construido una espaciosa cabaña en un lugar especialmente elegido. La cabaña
Loima no es una construcción tradicional.
Cualquier tipo de construcción exige un gran respeto y veneración. Los haucella, espíritus malignos y peligrosos, viven aquí. Son los dueños y guardianes de la cabaña, y se requiere mucha precaución al acercarse. Los aspirantes permanecen en su casa unas horas y luego se dirigen a la cabaña de Loima, cabizbajos, con los ojos entrecerrados, de puntillas y caminando muy despacio. Deben abandonar todos sus deseos, excepto uno: convertirse en chamán. La distancia entre su casa y la cabaña de Loima suele ser muy corta, pero se tarda hasta cinco horas en recorrerle. Todos sienten que en esa cabaña estarán completamente entregados a los espíritus. Solo una actitud seria y respetuosa puede ganarse la confianza de los habitantes de la cabaña. El aspirante sabe que le esperan meses de férrea concentración y rigurosos ejercicios, durante los cuales deberá concentrar toda su fuerza de voluntad.

Tensión plena: todos los sentidos abiertos
Maestros experimentados vigilan y
ayudan a los jóvenes discípulos. Nadie debe descansar fuera de la cabaña de Loima
para minimizar la posibilidad de distracciones. La comunicación con la familia
está restringida y las relaciones sexuales están prohibidas. El aprendiz dedica
todo el día a ejercicios espirituales, meditaciones y contemplaciones.
Los discípulos permanecen
sentados en sus lugares, inmóviles, durante horas. Al anochecer, alrededor de
las 4:00 p. m., comienzan a cantar juntos, una canción que dura hasta el
amanecer. Tras unas horas de descanso, al amanecer, se reanudan los ejercicios;
es decir, los discípulos, permanecen sentados hasta el mediodía. Ahora, la
pequeña comunidad empieza a recoger leña ya buscar mariscos. Tres horas
después, todos comienzan de nuevo
Espíritu y comunidad
Las meditaciones ya están hechas.
La dieta es muy modesta, unos tres mariscos por persona al día. Si un aspirante
muestra progreso, su comida diaria se reduce a dos mariscos o solo uno. Cuanto
menos coma, mayor será su desarrollo espiritual. Sabemos que el ayuno siempre
ha sido un método seguro para lograr transformaciones de conciencia en todos
los pueblos del mundo. Al debilitarse el cuerpo, las estructuras psíquicas
habituales también pierden su fuerza.
Nuevas capas de piel: emerge el cuerpo sutil
El propósito de los ejercicios es
uno: descondicionar completamente al discípulo, destruir toda su estructura
cotidiana, todos sus patrones, costumbres y condicionamientos. El ayuno, la
inmovilidad, el dolor, el miedo constante a los espíritus Haucella, así corno
el aislamiento prolongado de la vida cotidiana de la tribu, llevaron al
aspirante a un nuevo nivel de consciencia. El discípulo absorbió toda la
atmósfera mágica de la cabaña Loima. Cuerpo y espíritu se encontraban en un
estado de vacío, sin referencias, sin apoyo ni conexión con nada. Una nada en
la que el discípulo se sentía confundido e indefenso. Todas sus costumbres, su
moral, todos los códigos de conducta, ya no existían. Y con el tiempo, un nuevo
mundo comenzó a emerger, que tuvo que explorar con gran cuidado.
El chamán quería, en el sentido
más amplio de la palabra, reconstruir el cuerpo: los aspirantes se frotaban la
cara con trozos de madera, previamente sumergidos en pintura blanca. La presión
era muy suave, muy ligera. La razón: permitir que apareciera una capa de piel
más fina que la original. Al frotarse la cara durante semanas, apareció aquella
segunda capa. Pero el "raspado" no terminaba ahí: los aspirantes
debían continuar hasta llegar a una tercera capa, tan sensible que era
imposible tocarla sin causar un dolor terrible.
Cuando todos los discípulos
alcanzaron ese nivel, las clases terminaron. Por supuesto, no se trataba
realmente de producir capas de piel cada vez más sensibles. En esencia, estos
ejercicios monótonos ayudaban en el proceso de transformación de la conciencia.
Las tres capas de
piel simbolizaban los tres cuerpos más sutiles. Este ritual de frotarse
la cara recuerda a los esquimales, quienes, con el mismo propósito, frotaban
dos piedras entre sí durante semanas hasta convertirlas en polvo. Esto también
recuerda a la "rueda de oración" del lamaísmo. Con la tercera piel,
emergía un segundo cuerpo. Los yámanas explicaron que este segundo cuerpo era
muy fino y estaba hecho de "un material tan ligero como
plumas".
El cuerpo del yekamus parece ser
exactamente igual al de una persona común. Sin embargo, en realidad, el radio
del cuerpo del hechicero es mucho mayor, cientos de metros mayor, y todo lo que
se encuentra dentro de este radio le es revelado al chamán. Cuando un yekamus
resulta herido, la gente común ve brotar sangre, pero en realidad esto no es
posible: el "cuerpo emplumado" del hechicero no contiene sangre. Por
eso, los habitantes de Tierra del Fuego no consideran al chamán un ser humano
común.
"Sonhar", un arte dentro del aprendizaje
El objetivo principal de las clases
era adquirir el waiyuwen de otro yekamus. Waiyuwen significa fuerza, energía, y
se refiere a la parte inmaterial del cuerpo del chamán. En estos casos, el
discípulo pedía a un viejo maestro que le concediera su waiyuwen, o él mismo lo
tomaba del cuerpo de un hechicero fallecido.
Los yámanas describen el
surgimiento de un hechicero de la siguiente manera: mediante el
"ensueño", el yekamus pierde su personalidad, mientras que su kespix,
o alma, comienza a trabajar. El kespix hace todo lo que el yekamus exige. Al
cantar una melodía muy desafinada y monótona una y otra vez, el chamán se
transporta al estado de "ensueño". Este canto es indispensable,
porque solo a través de él se manifiestan el waiyuwen y la actividad del
kespix. Los discípulos de la cabaña de Loima tienen un solo deseo: aprender a
"ensueñar". Cuanto más desarrollado esté el chamán, menos dificultad
tendrá para transportarse al estado de "ensueño".
La idea de
"sonhar" -o "soñar"- suele significar, entre los pueblos
primitivos, otro estado de conciencia. Se sabe que los aborígenes australianos
hablan del "tiempo de ensueño", mientras que los indígenas
norteamericanos dicen: "Todos somos soñadores".
Función del mago: proteger a la comunidad
A primera vista, parece que el
chamán está dormido, pero en realidad su kespix está cumpliendo sus órdenes. Al
cantar, el chamán no solo establece contacto con el kespix, sino que también
invoca al yefacel, su ángel guardián. Además, el hechicero obtiene control
sobre los haucella (espíritus malignos) y los cowanni, espíritus de animales
marinos. Si se acerca el final del "año escolar" sin que ningún
aspirante haya logrado contactar con el mundo espiritual y su propia alma, el
maestro aplica un método aún más riguroso. El maestro le dice al aspirante:
"intentaré estrangularte". Tomando un cinturón de cuero, comienza a
estrangular al discípulo con todas sus fuerzas, hasta que el niño cae. Su
kespix se dirige ahora a los espíritus.
A partir de ese momento, el
aspirante ya no tendrá la menor dificultad en enviar su alma a los espíritus.
De los relatos conocidos, no es posible deducir si se trata realmente de una
especie de estrangulamiento o de una mera acción simbólica. Sea como fuere,
muchos pueblos utilizan este método para separar el alma del cuerpo, o al menos
para acelerar el proceso de espiritualización. El sacerdote oráculo del Dalai
Lama lleva un casco metálico de muchos kilogramos, sujeto a su cuello con un
cinturón. Mediante danzas extáticas, el cuero tensa el cuello cada vez más,
produciendo un efecto sofocante y contribuyendo enormemente al cambio en la
percepción del sacerdote.
En la última noche del
curso, ante un público numeroso, se canta con intensidad y se invoca a los
espíritus Cowanni. Los aspirantes envían sus kespixs para traer los kespixs de
esos espíritus: kespixs de pingüinos, ballenas, gaviotas, focas y otros
animales marinos. Estos espíritus esperan ser recibidos con gran ceremonia. Los
marineros llegan en canoas y ahora comparten sus remos y arpones, imitando un
tormentoso viaje en canoa, cantando parar. En cuanto los actores terminan la
representación, los cowanni regresan al mar. Con violentos pisotones, los
discípulos empujan la haucella de vuelta a las entrañas de la tierra.
Después de todo esto, el
discípulo suele elegir a uno u otro maestro para aprender más. No hay nada
ridículo ni primitivo en el comportamiento descrito. Es un ritual que tiene un
efecto sugestivo en los aspirantes o que, de hecho, evoca espíritus de la
naturaleza.
Entre este tipo de personas, el chamán tiene una verdadera responsabilidad: le corresponde librar a la tribu de enfermedades, protegerla de los enemigos, atraer alimento (caza) y paz. Al mismo tiempo, es el historiador, filósofo y sacerdote de la tribu. Todos confían en él, pero si falla, podría ser asesinado.

Duelo en el astral: la mortal "flecha invisible"
Los yámanas conocian una
jerarquía precisa del chamanismo, según la verdadera capacidad de los yekamús.
Cada chamán se especializaba en la rama en la que destacaba, buscando alcanzar
el máximo conocimiento posible. Algunos se concentraban en curar enfermedades,
otros observaban el camino de las focas, las ballenas y los bancos de peces,
otros lo sabían todo sobre el bosque, el comportamiento de los guanacos, los
zorros, las ratas y los búhos; otros eran expertos en las actividades solares,
lunares y estelares, y algunos lo sabían todo sobre el clima, las nubes, la
lluvia, las tormentas, la nieve y la escarcha. Pero también podían usar sus
dones de forma negativa.
Si un yekamús malvado
pretendía dañar a alguien, se transportaba a ese estado de
"sueño", encontraba el kespix de la persona en cuestión y le lanzaba
un yekus, o punta de flecha de piedra. Si daba en el blanco, lo notaba en el
hoga, pero la persona solo se daba cuenta del resultado del ataque mucho
después. Siempre transcurría cierto tiempo entre el ataque y la enfermedad de
la persona atacada, porque el alma, como sustancia vital, se refleja con un efecto
retardado en el cuerpo físico. Y solo un yekus más fuerte podía ayudar a la
persona herida. Este yekus intentaba, en sueños, ver el kespix de su paciente y
localizar la punta de flecha, determinando quién la había lanzado. Para curar
al paciente, era necesario extraer la punta del alma. En un tratamiento de este
tipo, toda la familia estaba presente y el yekus describía lo que hacia,
diciendo que estaba mirando el kespix del paciente, localizando y extrayendo la
flecha. Aún en su estado de sueño, reprendía a su colega por esta acción
negativa. Tras el tratamiento, el paciente se sentía mejor de inmediato. La
fatiga, el dolor y el agotamiento generalmente desaparecían. Para proteger a
sus pacientes de los ataques de los yekamús enemigos, el sanador usaba su
capacidad de expandirse hasta alcanzar el tamaño de una montaña. Se colocaba
como una barrera protectora entre el paciente y las fuerzas negativas. Si el
yekamús enemigo era más fuerte, apartaba la montaña; si no, el atacante se veía
obligado a retirarse.
Siempre sorprende observar cómo
los chamanes retrataban , eventos paranormales y mágicos según su tradición
cultural, dado que la punta de flecha era tan importante en el mundo real para
la supervivencia de los yámanas. Por lo tanto, era lógico que también lo fuera
en el mundo mágico. La descripción del otro mundo era muy poco objetiva
como las experiencias de este mundo, que observamos a través de nuestros sentidos, que a menudo son muy subjetivas.

Curación de enfermos: técnica y exorcismo
En la ceremonia de sanación, el
yeka mus aparecía muy adornado. Llevaba una diadema de plumas en la cabeza y
todo el cuerpo pintado de blanco. El paciente yacía sobre una estera. Cantando,
el chamán comenzó a masajear la zona dolorida. Con la boca, succionó el yekus
invisible del cuerpo del paciente. Luego, vomitó el objeto, describiéndolo a
los presentes. La punta de flecha era invisible para el público. Solo él, el
chamán, podía verla desde su posición. Finalmente, sopló para expulsar la
flecha. El método de masaje, que consistía en succionar y soplar para expulsar
el objeto invisible, también se utilizaba para curar enfermedades menores,
heridas leves o para eliminar las consecuencias de entrar en lugares de mal
agüero. Los yámanas también distinguían entre las enfermedades causadas por un
chamán y las de los watauniewa.
El Ser Supremo de su mitología.
Si la tribu se sentía malhumorada o intranquila, se reunían en una makainkina
para restablecer la armonía. Todos se reunían alrededor del fuego, danzando.
Como creían que el Ser Supremo era la causa de la discordia, lo maldecían,
agitando los puños y lanzando trozos de madera. Luego golpeaban el fuego para
quemar todo lo negativo. Varios etnólogos han afirmado que el clima siempre
mejoraba inmediatamente después del trabajo de un yekamús.
Durante el Loi-ma-Yekamus (el
curso del chamán), muchos brujos se reunían para influir positivamente en el
clima durante las clases. Cuando las tormentas se prolongaban, los habitantes
de Tierra del Fuego no podían salir a buscar comida, y en estos casos, el
yekamus era el único capaz de ayudar. Se transportaba al estado de
"ensoñación", invocando a los espíritus cowanni. Estos espíritus
enviaban bancos enteros de diversos peces a la playa donde Vivian las tribus
necesitadas. También eran estos cowanni quienes enviaban a los cangrejos a la
playa, hacían que las aves aterrizaran cerca de los cazadores y familias
enteras de ballenas "varadas" en la arena. En las "pruebas de
fuego", el yekamus se paraba con ambos pies sobre las brasas y, entre una
y otra, levantaba uno u otro pie. También sostenía brasas en la mano,
apretándolas en el puño durante al menos un minuto. No se quemaba.
El famoso chamán Tenenesk
le enseñó a Gusinde lo siguiente: colocaba tres piedras del tamaño de una
cereza en la palma de su mano, las observaba con gran concentración y, soplando
suavemente, las hacía desaparecer. Una bruja poseía el mismo don. Se desnudaba
por completo y le colocaban en la mano diversos objetos, como hongos,
caracoles, piedras y trozos de madera, concentrándose hasta que desaparecían.
Poco después, ¡los objetos se materializaban!
Al poner a prueba a un discípulo,
el yeka mus lanzaba un yekus a lo lejos. El discípulo tenía que encontrarlo de
nuevo; a menudo se equivocaba de objeto, o en otras ocasiones el maestro
lanzaba el yekus tan lejos que el discípulo fallaba.
Otra prueba: el yekamús
lanzó el yekus, ordenando a su discípulo que lo lanzara a la misma distancia.
Si lo conseguía, el discípulo estaba listo para trabajar independientemente.
La fascinación de los blancos y el fin de una raza
Otras formas de competencia son
las que se dan entre brujos. Estas a menudo resultaban en la muerte de uno de
los competidores. Un yekamus lanzaba sus yekus a su oponente; si este no podía
esquivarlo, era alcanzado y asesinado. Sin embargo, si los yekus no alcanzaban
su objetivo, su dueño era derrotado. Existe el caso de dos chamanes, hermanos,
que se enemistaron. Organizaron una pelea y pronto uno de ellos soñó que se
encontraba con su hermano en una canoa, le lanzó un yekus y lo hirió
mortalmente. Desafortunadamente, el otro hermano soñó exactamente lo mismo.
Ambos murieron poco después.
Ahora podemos preguntarnos: ¿por
qué los chamanes no utilizaron su capacidad de matar a distancia para luchar
contra los invasores europeos?
No faltaron los intentos, y
Tenenesk «Todos intentamos, con toda nuestra intensidad y fuerza, acercarnos al
kespix de los blancos, pero sin resultado. Yo mismo lo intenté varias veces. No
puedo decir nada más; el kespix de los blancos es diferente al de los
selk'nams».
¿Cómo podemos explicar la
inmunidad de los blancos ante los ataques paranormales de los chamanes? Incluso
con todos sus poderes mágicos concentrados, los habitantes de Tierra del Fuego
jamás pudieron igualar el intelecto materialista de los invasores. El acelerado
proceso de extinción de las tribus y la absoluta falta de posibilidades de
protección obviamente causaron apatía y un sentimiento de inferioridad, lo que
también influyó negativamente en los dones paranormales de los chamanes. Este
argumento es bastante lógico. Sabemos, gracias a la investigación sobre las
habilidades psíquicas, que no se manifiestan en situaciones psicológicas
desfavorables, especialmente en presencia de personas negativas.
La influencia de los
blancos en los fueguinos fue mucho más que simplemente negativa: amenazó su
propia supervivencia. Además de las barreras psíquicas -quizás aún más
decisivas-, la abrumadora diferencia entre ambas culturas debió de crear una
gran confusión en la mente de los chamanes, desencadenando un proceso de
mitificación de los extranjeros y causando también una "invulnerabilidad
paranormal". Los veleros de los blancos eran sin duda tan fantásticos para
los fueguinos corno lo son los platillos voladores para nosotros hoy.
Este artículo publicado en la
revista brasilera Planeta, especial n° 125, nos fue cedido por nuestro
colaborador Javier Stagnaro
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