sábado, 14 de junio de 2025

UN SUB-CONTACTO EN LA ARGENTINA por Pedro Romaniuk


Pedro Romaniuk. — Investigador en el campo de la Física Nuclear, de la Meteorología, Parapsicología y Ciencia Extraterrestre. Escribió cuatro libros sobre los temas arriba mencionados (Escritor SADE 4012). Expuso teorías sobre «Fenómenos Atmosféricos, Sismológicos y Extraterrestres». Dictó con¬ ferencias en radio, televisión, salas públicas y oficiales. Ex-Comandante de línea aérea internacional con más de 11.000 horas de vuelo (vuela desde 1942). Ex-investigador técnico de la Junta de Investigaciones de Accidentes de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina. Director General del Instituto Cosmobiofísico de Investigaciones Extraterrestres, Paranormales y Atómicas de la Argentina.

El 30 de diciembre de 1972, a las 22.30 horas aproximadamente, se hallaba sentado el señor V. M. a unos 6 metros de distancia de su ranchito, construido rudimentariamente con chapas y maderas, tomando mate frente a una pequeña fogata luego de haber cenado. A su lado se hallaba acostado un perro mediano de 4 ó 5 años, y una gata que amamantaba a su cría (3 gatitos). Escuchaba una radio a transistores alimentada a pilas, cuando imprevistamente ésta comenzó a fallar. La golpeó varias veces pensando que las pilas podrían haberse aflojado, pero al no poder solucionar el problema, la apagó.

En ese instante oyó un fuerte zumbido, al que describió como el que produce un enjambre de abejas enardecidas, pero más intenso. El zumbido crecía constantemente, y al darse cuenta que provenía de lo alto, levantó la vista y vio una luminosidad que se iba intensificando en toda la zona en forma notable, dentro de la cual podía observar un enorme objeto en forma muy nítida.

Luego de cálculos efectuados durante la reconstrucción de la observación, se estima al objeto como de 20 a 25 metros de diámetro. El Sr. V. lo observó casi encima suyo, mientras permanecía suspendido encima del monte de eucaliptus que rodeaba ese sector, árboles con alturas entre 10 y 12 metros. El aparato emitía chispas por unos tubos que sobresalían unos 25 a 30 centímetros en la parte central inferior, mientras que alrededor del objeto (¿en la parte media?), giraba continuamente un gigantesco aro.

El testigo describe el color del objeto como «rojo-anaranjado hasta bordó». Pudo observar una cabina esférica en la parte central superior, total e intensamente iluminada, en la que había dos grandes ventanillas, delante de una de las cuales se veía una persona. Esta persona, que podía distinguirse solamente de la cintura para arriba, estaba vestida con un traje gris oscuro, compuesto por «rodillos o cilindros unidos entre sí», dando la apariencia de ser un traje inflable como los que utilizan los astronautas (ver Foto 1). La cabeza estaba cubierta con una escafandra, de cuya parte superior salía un tubo que terminaba en una caja que tenía en la espalda. Entretanto, la nave permanecía estacionaria a unos 10/12 metros de altura sobre él. En el momento que el Sr. V. vio al tripulante, una emisión de «chorros de chispas» del lado opuesto al que se encontraba V. M. fue lo que, aparentemente, hizo que la nave se inclinase hacia el testigo, quedando perfectamente visible la cabina iluminada, al tiempo que se observaba un segundo tripulante que miraba por sobre el hombro del primero, ambos con facciones y trajes similares. El rostro de los tripulantes fue descrito como de ojos rasgados, que miraban fijamente y daban sensación de profundidad; la boca era una línea fina, y no recuerda haber visto ni la nariz ni las orejas.

Al quedar inclinado el objeto, el Sr. V. pudo asimismo observar que opuestas a las ventanillas por las que miraban los dos tripulantes, había otras dos, entre las cuales pudo distinguir, según él lo denomina, un banderín; o sea, un estandarte o emblema, de color azul celeste en la parte superior, en la que se destacaba, a la izquierda, un caballito de mar (hipocampo) con una corona en la cabeza, y al costado varios signos o símbolos. La parte inferior del emblema era dorada (ver Foto 2). También advirtió en la cabina un panel alargado con gran cantidad de «instrumentos y relojes», como él los llamó.

Casi de inmediato al inclinarse la nave, partió desde ella un intensísimo rayo de luz que encegueció al testigo haciéndole bajar la vista, y que dio de lleno en la gata madre. Este rayo de luz desapareció tan súbitamente como había aparecido. En seguida el zumbido se intensificó notablemente, los colores del objeto cambiaron al azulado-verdoso, y comenzó a desplazarse hacia adelante, bajando hasta unos 4/6 metros del suelo una vez sobrepasado el monte de eucaliptus. En ese momento el Sr. V. pudo ver que en la parte superior de la cabina también giraba velozmente una especie de rueda. La nave se puso en movimiento hacia el noroeste, donde se encuentra el camino principal y donde existen cables de alta tensión. En el aire quedó un fuerte olor a azufre o árnica que se evaporó unos segundos después. El objeto se perdió tras una loma natural con árboles, siempre a muy baja altura y variando levemente el color a rojizo y verdeazulado. 

Toda la observación duró aproximadamente unos 20 segundos. La primera reacción del testigo, Sr. V., al ver al tripulante, no fue de miedo en ningún momento, sino que levantó el brazo con el mate (ver Foto 3), invitando a gritos al tripulante a que bajara a tomar mate con él (esto, antes de ver al segundo tripulante). Debemos recordar que entre la gente de campo, la hospitalidad es una de sus típicas características, ya que aunque apenas disponga de comida para sí misma, cuando alguien llega a su casa, comparte gustosa lo poco que pueda tener. En este caso debemos destacar la completa falta de mala fe del testigo, y también su falta de miedo ante objeto y tripulantes tan extraños. El testigo no posee televisor, apenas sabe leer y escribir, y no tiene acceso tampoco a películas sobre el tema, ya que vive muy pobremente como cuidador de una finca en las afueras de la ciudad. Unánimemente, el concepto del que goza en la zona es el de un hombre humilde y honesto, no afecto a la bebida. Es dueño de una vaca que le da por día dos o tres litros de leche. En todo momento durante los intensos interrogatorios a que fue sometido en diversas oportunidades y por distintas personas, expresó su deseo de no ser objeto de ningún tipo de publicidad.

La reacción de los animales ante la presencia del extraño objeto no fue mayormente anormal, y tampoco han sufrido consecuencias físicas. Solamente es necesario destacar que una vez desaparecido el rayo de luz que surgió de la nave, la gata madre había desaparecido, no así su cría o el perro. A pesar de habérsela buscado durante varios días por distintas personas, contrariamente a la costumbre de un animal con cría, no pudo ser ubicada. Apareció alrededor del 15 de febrero, con señales de varias quemaduras. No se evidenciaron efectos posteriores sobre el perro o los gatitos.




SINTOMATOLOGIA DEL TESTIGO


1. Mientras la nave permanecía estacionada en el aire, el Sr. V. sintió una especie de hormigueo en las piernas, tal como una fuerte vibración. Esta sensación duró hasta el segundo día, o sea, unas 48 horas, habiendo desaparecido totalmente a las 72 horas.

2. Tres o cuatro horas después de su experiencia, el Sr. V. comenzó a sentir fuerte dolor de cabeza que iba desde el centro de la frente hacia ambas sienes, donde sentía constantes latidos. Este dolor fue en aumento, sin que surtieran efecto las aspirinas. Desde el 8.° día en adelante comenzó a disminuir hasta que al 14.° día desapareció totalmente. Al 8.° día el dolor de cabeza también se había extendido hacia la nuca. Al 16 de enero de 1973 ya no sentía dolores.

3. A las 8 ó 9 horas posteriores de su experiencia, el Sr. V. experimentó una fuerte diarrea, que llegó a manifestarse hasta 8 veces por día. Lamentablemente, el testigo no controló si la diarrea era sanguinolenta o no. Este síntoma se prolongó hasta el octavo día, en que logró finalmente superarlo tomando cuatro tabletas juntas de «Estreptocarbocaftiazol».

4. Conjuntamente con el síntoma anterior y durante similar período de tiempo tuvo fuertes náuseas con algunos vómitos, que desaparecieron al cuarto día.

5. Al 1 6 de enero de 1973, el Sr. V. observó una anormal caída del cabello, ya que de un tirón arrancó 170/200 cabellos en varias oportunidades. Esto fue constatado por el suscripto, como también el hecho que el testigo pese a sus 73 años, tenía una abundante cabellera.

6. Desde el 14.° día en adelante aparecieron en la nuca del testigo varios granos rojos con fuerte picazón que le obligaban a rascarse continuamente. El 16 de enero, el suscripto contaba unos 10 puntos rojos hinchados.

7. Posteriormente a su experiencia, el Sr. V. tuvo enormes dificultades para hablar, y fue comprobado por muchas personas, como también por el suscripto durante su investigación, aunque cuando la dificultad ya casi había desaparecido.

8. También, posteriormente a su observación, el Sr. V. observó que de ambos ojos, que lagrimeaban, aparecían, conjuntamente con las lágrimas, unos «finísimos hilos», de diámetros similares a los de un cabello y longitudes de hasta tres centímetros. Al quinto día este síntoma desapareció totalmente.




RASTROS Y CONSECUENCIAS DEJADOS POR EL OBJETO


El sector en que fue vista la nave está rodeado de altos eucaliptus de 10 a 12 metros de altura. La mayoría de las copas de estos árboles se hallaban chamuscadas y quemadas, apareciendo algunas ramas totalmente carbonizadas. Varias ramas fueron arrancadas y remitidas a la Comisión Nacional de Energía Atómica. En dicha Comisión se expidió un informe posterior verbal, sin que lográramos obtener de la misma una confirmación por escrito, que indicara que de acuerdo al análisis efectuado en el material presentado hay total ausencia de radioactividad.

Otro efecto atribuible a la presencia de la nave fue la falla que el Sr. V. observó en su radio a transistores. Dado que generalmente la presencia de objetos voladores no identificados produce fallas en circuitos eléctricos, pero no en los alimentados a baterías (pilas), sería interesante que otros investigadores nos hicieran llegar información acerca de otros casos en los que fallaron aparatos a pilas.

Otra posible (aunque a la fecha no confirmada) consecuencia de la aparición de este objeto puede ser la noticia que hace unos días ha llegado a nuestro poder, que indica que en un pequeño riacho cercano al lugar del sub- contacto aparecieron cantidades de bagres muertos. Lo notable de este hecho es que al día siguiente de ser recogidos y colocados en una heladera, los peces adquirieron un color rojizo oscuro. Hemos solicitado que cinco de estos peces fueran remitidos al Instituto de Bromatología de La Plata para su análisis. Oportunamente informaremos acerca de los resultados.

ANALISIS Y CONCLUSIONES EN RELACION CON LOS SINTOMAS Y RASTROS FISICOS ANTERIORMENTE DETALLADOS

1. « Hormigueo »: la sensación de hormigueo o vibración descrita por el testigo es signo evidente de haber estado recibiendo algún tipo de descarga, ya sea eléctrica, nética o radiación, no necesariamente radioactiva. En este caso descartamos que haya existido emisión radioactiva, no sólo debido al informe negativo de la Comisión Nacional de Energía Atómica, sino también en vista de los síntomas experimentados por el testigo (que claramente evidencian absorción de radiación, en este caso de naturaleza desconocida), en gran parte similares a las consecuencias que sufren quienes han estado sometidos a radioactividad, del hecho de seguir con vida a los 45 días posteriores, y el de haber observado las personas del lugar que actualmente su salud ha mejorado notablemente al punto de poder levantar y transportar pesos que antes le eran prácticamente imposibles. Además, los animales que le acompañaban se hallan perfectamente, excepto la gata madre, que se repone lentamente de sus quemaduras, que presenta en el lomo, y que se tornó sumamente nerviosa.

2. «Dolor de cabeza»: se ha manifestado en muchos casos en que los testigos han estado expuestos a la influencia directa (contacto) o indirecta (sub-contacto) de las radiaciones emitidas por los objetos. Además, es un síntoma clásico comprobado por médicos y parapsicólogos, que se produce en oportunidades como paso previo a la apertura de condiciones de percepción extrasensorial. El que suscribe está en condiciones de presentar varios casos de personas que sufrieron síntomas similares (sin haber tenido una observación de OVNI o contacto), que al desaparecer dieron lugar a la manifestación de condiciones psi.

3. «Diarrea»: es otro de los síntomas que son mencionados en muchas oportunidades por los testigos, como una de las consecuencias de haber estado sometidos a «campos vibracionales» más intensos, tales como los que rodean a las naves extraterrestres.

4. «Vómitos»: ver punto 3.

5. «Caída del cabello»: es un síntoma caracterizado entre los muchos producidos por absorción de radiación.

6. «Pequeñas pústulas rojas puriginosas»: también es un síntoma frecuentemente mencionado por los testigos que han estado en las proximidades de objetos voladores.

7. «Trabazón de la lengua»: es un síntoma que no es comúnmente mencionado por testigos. En este caso ha sido corroborado por numerosas personas, inclusive por el suscripto durante su investigación, aunque para esa fecha (enero 16, 1973) su intensidad ya era marcadamente menor.

8. «Lagrimeo de los ojos»: es otro síntoma también frecuentemente denunciado por testigos, luego de haber estado cerca, o simplemente de haber observado, la fuerte luminosidad que emiten los objetos.




El testigo, Sr. V. fue interrogado en más de 60 oportunidades por diversas personas, entre las cuales figuran médicos, ingenieros, un secretario del gobierno, autoridades policiales, cuyos nombres figuran en carpeta, pero que han solicitado no sean dados a publicidad. El suscripto sometió al testigo a hipnosis profunda, oportunidad en la que no se produjeron cambios ni contradicciones con lo testimoniado por el Sr. V. antes de la hipnosis. Es de destacar que durante dos días después de haber sometido al Sr. V. a hipnosis, el suscripto cayó en cama debido a una total falta de fuerzas, sufriendo náuseas, vómitos y diarrea sanguinolenta. Al someter a una persona a hip¬ nosis, es común que el hipnotizador (o sea la persona que «cierre el circuito») absorba a su vez parte de cualquier problema que pueda estar sufriendo el sujeto. En cambio, las molestias que sufrieron cuatro personas que interrogaron al Sr. V. durante su estado normal, se redujeron solamente a dolores en las articulaciones.

A pesar de sus 73 años, el estado mental del testigo es totalmente lúcido. Los detalles del sub-contacto, como la descripción de los tripulantes y los símbolos del estandarte fueron repetidos en más de 60 oportunidades sin incurrir en contradicciones. Los interrogatorios se llevaron a cabo a lo largo de varios días, y siempre primó la espontaneidad, la seguridad y la inmediata respuesta a cada pregunta formulada. Los hechos aparecían en la mente del testigo como «grabados», y tanta exactitud desconcertó por momentos a los investigadores, sobre todo considerando que toda la observación duró solamente 20 segundos.

Podríamos considerar la posibilidad que el Sr. V. haya sido objeto de una proyección mental que haya sido el motivo de la retención de tantos detalles, y de que su testimonio aparezca como grabado en su sub-consciente. Quizás el rayo de luz que surgió del objeto haya tenido influencia en esto. Debemos recordar que actualmente en la Unión Soviética se están emitiendo hacia puntos de la Siberia Artica (a más de 5.000 km) impulsos de rayos láser que en fracciones de milésimas de segundo conducen a esa distancia páginas completas de periódicos o libros, imprimiéndolas en destino sin errores.

En consecuencia, de acuerdo con los análisis y comprobaciones llevados a cabo en el lugar de la observación tanto sobre el testigo como sobre los demás elementos, el suscripto acepta plenamente la existencia del sub-contacto, asumiendo la responsabilidad con su firma. En un breve plazo se efectuará una nueva visita al testigo para seguir controlando su evolución, y oportunamente se emitirá un informe adicional.

POST-SCRIPTUM

En la visita efectuada por el señor Pedro Romaniuk al señor V.M. entre el 19 y el 21 de febrero de 1973, se ha podido comprobar lo siguiente.

TESTIGO

Aproximadamente desde el 10 de febrero, el testigo siente que en la encía derecha superior (mirando de frente), empiezan a cortar nuevos dientes. Se comprueba la aparición de cuatro nuevas unidades dentarias, dos dientes y dos molares que a la fecha de la visita ya tenían de dos a tres milímetros de largo.

Se ha constatado a nivel científico una sintomatología de orden parapsicológico que comienza a manifestarse exactamente a los 45 días del sub-contacto. Aquellos investigadores interesados en obtener detalles sobre este fenómeno paranormal desarrollado luego de la experiencia, rogamos se dirijan por carta al señor Pedro Romaniuk Casilla de Correo 9, Morón (Pcia. Bs. As.), o a la Srta. Jane Thomas, Casilla de Correo 4709, Correo Central. Buenos Aires, Argentina.

LA GATA

Como indicáramos en la primera parte del informe, apareció el 1 6 de febrero, con quemaduras y chamuscaduras varias en el lomo. Su comportamiento se tornó sumamente arisco y se encontraba nerviosa, buscando esconderse y no se acerca al lugar de la observación. Luego de muchas tentativas se logró dormirla en brazos del suscripto, y una vez en ese estado, la llevó al lugar del sub-contacto, donde se despertó imprevistamente y escapó, rasguñándolo. Asimismo evita a sus tres crías.

PECES MUERTOS

Aún no se ha recibido el informe de Bromatología. El riacho donde aparecieron los peces muertos es de aguas potables. A pesar de tener entre 2 y 3 metros de ancho y aprox. 50 a 60 centímetros de profundidad, su caudal es cristalino y con correntada de regular a fuerte. No han vuelto a aparecer peces muertos después del primer hallazgo.

FINAL

Deseamos destacar que en esta segunda visita, tanto el testigo como las personas intervinientes en la investigación reiteraron su deseo que no se dé a conocer sus nombres, solicitando también que se mantenga de incógnito el lugar de la observación. Consideran que esta es la manera más efectiva de evitar una «invasión en masa» de periodistas y curiosos.

Pedro Romaniuk


Este artículo se publicó en la revista española Stendek año 4 n°12 Marzo 1973



sábado, 7 de junio de 2025

LAS RUINAS DEL VALLE DEL GUAPORÉ POR EL PROF. AURELIO M. G. DE ABREU

                       EN BUSCA DEL PAITITI

                 

Información tras información, un grupo de investigadores de Sáo Paulo descubrió las piezas de un rompecabezas que, aunque aún no está armado, presenta aspectos intrigantes. Basado en relatos de viajes, estudios de Roberto Levillier, descubrimientos hechos por satélites estadounidenses, investigaciones en diversos mapas y entrevistas realizadas en aldeas y haciendas, parte de este grupo llegó a ruinas aún no estudiadas y conoció la existencia de muchas otras ciudades perdidas en los territorios de Mato Grosso, en una aventura narrada aquí por uno de sus organizadores, el autor de esta edición, el Prof. Aurelio M. G. de Abreu.


 En Brasil, cuando se trata de arqueología, la ciencia oficial ha sido absolutamente escéptica ante todas las afirmaciones e investigaciones de aficionados que han intentado demostrar que hubo, en algún momento de nuestro pasado, entre los habitantes de la selva, una cultura más avanzada que la encontrada por los descubridores portugueses. Las preguntas sobre el verdadero significado de ciertos hallazgos desconcertantes se explican como resultado del paso de poblaciones más avanzadas, o no se responden en absoluto.  

 En cuanto a la posibilidad de que haya existido un grupo en Brasil que había llegado a la etapa de constructor de ciudades o centros ceremoniales como era costumbre entre los aborígenes de la región andina, esto es recibido con genuino desprecio, si no con burla, y no tiene sentido citar a autores del pasado que vieron monumentos inusuales o que recogieron descripciones precisas entre los nativos. En la opinión general de la ciencia oficial, todo esto está etiquetado como "material sospechoso" o mera falsificación. En este trabajo intento demostrar que tales actitudes son algo imprudentes y que la ciencia debería ser más abierta, para permitir al menos intentos para demostrar la veracidad de ciertas tradiciones y narraciones de los mitos de tribus antiguas.  

 Una leyenda narrada en la página 87 de un antiguo libro de viajes del padre salesiano Nicoláo Badariotti Exploraciones en el Norte del Matto Grosso - Región del Alto Paraguay y Planalto dos Parecis, publicado en 1898, por la imprenta de la orden a la que pertenecía el religioso, contiene el siguiente extracto, transcrito aquí actualizando apenas la ortografía y la puntuación, sin alterar el relato ni ninguno de sus datos:  "Las tradiciones de los Parecistas que en su libro de viajes del siglo XIX, el padre Badariotti dice que las ruinas que vio cerca del Monte das Araras le recordaron las descripciones que había leído sobre las de Babilonia (foto).  Pude reunir, y con mucha dificultad, pues se mostraron reservados ante mis indagaciones al respecto, se limitaron a lo siguiente:

 "Dalacauaiteré fue el padre de todos los pueblos. 

  "El primero en morir fue el justo (Abel), pero fue asesinado por su pérfido hermano (Cain); un gran diluvio hizo perecer a todos los hombres, excepto a Zucutahuie (Noé), quien se salvó con toda su familia y por esto fue llamado el abuelo del pueblo.  

 "La distinción de los pueblos entre hijos de Dios e hijos de Satanás está simbolizada por el parecis en la  siguiente tradición: 

  "Canicaloré, que había matado a su propio padre, se casó con Enocukini, que había matado a su propia madre, y de esta unión surgieron los Nhambiquaras, los Apiacás y los Tapanhuns, caníbales salvajes que habitan las tierras del interior al norte de los Parecis.  "Cuando pregunté por el origen de estos indios (Parecis), no supieron decirme otra cosa que su padre fue Uazare, un gran y glorioso jefe, que gobernó toda la nación en las mejores condiciones de poder y prosperidad; añadieron que si quería ver el lugar de su antiguo dominio, iría al río Juruena y allí, cerca de la gran cascada, encontraría una gran casa de piedra y un puente de la misma naturaleza."




 EL REFUGIO DELA NOBLEZA PERUANA.

  Ahí está. Indios brasileños hacen referencia a la existencia de construcciones de piedra, todavía visibles, cuando la arqueología oficial disputa vehementemente que tales construcciones existieran en Brasil antes de Cabral. 

  Pero las cosas no quedaron ahí con esta descripción legendaria. En el mismo libro, en la página 27, donde el autor describe las regiones cercanas a los pueblos Parecis, leemos el siguiente pasaje:

  Dejando a nuestra derecha el cerro Araras, donde dicen que hay una cueva notable donde murió un naturalista, entramos en un valle de aspecto singular.  Es un vasto campo cubierto de montículos de piedras negras con toda la apariencia de ruinas antiguas.  Esos montículos me recordaron las descripciones que había leído sobre las ruinas de poderosas ciudades de la antigüedad, como Ninive y Babilonia. ¿Acaso esos montículos de piedras, quizás ennegrecidos por el fuego, no podrían ser las ruinas de palacios y castillos de una ciudad de aborígenes americanos? Les corresponde a los americanistas investigar.

 ¿Fue el padre Badariotti un visionario o un mentiroso habitual? Esto ocurrió en una época en que las personas religiosas constituían una élite, incapaz de buscar en la mentira y el sensacionalismo barato una razón para su promoción personal. Y el libro contiene también la presentación del propio obispo de Goiás, entonces obispo de Goiás, Eduardo.

 La lectura de este libro fue uno de los factores determinantes para la investigación realizada en la región por miembros de una entidad de estudios arqueológicos, la cual aportó nuevos conocimientos sobre el tema. Pero hay mucho más.

  Además de la obra del padre Badariotti, hay un interesante libro publicado en Buenos Aires con material inédito del investigador Roberto Levillier, a quien nunca se ha acusado de soñador o fantasioso. Sin embargo, el titulo de la obra la coloca dentro de la lista de libros que la ciencia oficial querría ver incinerados. El título era el siguiente: El Paititi, El Dorado y las Amazonas,  publicado por la conocida casa Emecé Editores, en 1976. 

 El libro de Levillier es el resultado de años de investigación realizadas por el autor con el objetivo de diseccionar las leyendas que rodean a estos tres temas. Y es precisamente el primero el que nos interesa más de cerca, pues, como se sabe, Paititi sería una ciudad situada en algún punto en Brasil, que los aventureros españoles habían buscado con gran insistencia, debido a informaciones que habían obtenido durante la conquista del Perú. La obra es sencillamente fascinante.

 El autor demuestra que las referencias a Paiiti eran comunes entre todos los avanzadillas que recorrían las selvas de la región fronteriza entre los dominios incas y las llanuras matogrossianas, y el motivo de tal búsqueda se debía a que allí se escondería la flor y nata de la nobleza peruana, huyendo de la invasión europea. Paititi, entonces, no sería una ciudad precolombina, sino más bien un lugar de refugio construido después del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo. En resumen: una ciudad indígena postcolombina o, si se prefiere, post-Cabralina.  Basándose en documentos escritos por los conquistadores, o incluso en crónicas indígenas recogidas por algunos mestizos letrados, Roberto Levillier situó la ciudad en cuestión en la región próxima a la Serra Dos Parecis. 




CIUDADES LOCALIZADAS POR SATÉLITES

  Me intrigaba la región mencionada, pero aún no tenía indicios que pudieran probar algo más tangible. Y el asunto quedó en segundo plano durante algunos años, hasta que Rede Globo de Televisáo presentó, dentro del programa Fantástico, una comunicación que despertó la imaginación de los interesados en ciudades perdidas, sin que la ciencia oficial se expresara. 

  Fue en 1982 que en uno de los segmentos del programa se presentó un reportaje producido en Estados Unidos, sobre la investigación que un determinado ciudadano estaba desarrollando, con base en datos resultantes de fotografías tomadas vía satélite de la Amazonia brasileña. Tras analizar las fotografías mediante un ordenador, se habría identificado un grupo de seis o siete ruinas, correspondientes a otras tantas ciudades, en una región montañosa, donde no hay centros residenciales conocidos.  Y la sugerencia del descubridor fue que eran ciudades perdidas, de gran antigüedad, y que entre ellas estaría la ciudad que buscaba el coronel Fawcett (*) cuando desapareció. 

 Considerando la importancia de la revelación, el investigador Lourival Leite y yo decidimos contactar a este ciudadano, enviando una carta al corresponsal de Rede Globo, el periodista Silio Boccanera, quien nos respondió rápidamente, adjuntando una copia de la comunicación que le había enviado el Sr. René Jean-Antoine Chabbert, director de Geotex, una empresa estadounidense ubicada en Pensilvania, quien, en una larga presentación, explicó los métodos que había utilizado para localizar las ciudades en cuestión, informando también que ya había intentado obtener el apoyo de varias entidades brasileñas, de las cuales solo había respondido el Museo Emilio Goeldi, en Pará, para informar que no creía en la posibilidad de la existencia de tales ciudades, por lo que no tenía ningún interés en el tema. 

 Analizando atentamente el informe de Chabbert, fue posible verificar que había ocultado deliberadamente la ubicación de las supuestas ruinas, pero en la descripción quedó claro que estarían en una región montañosa, en algún lugar de Mato Grosso o Rondónia.  

 El investigador Prudente de Barros Camargo decidió entonces realizar un examen de la cartografía de la región y, en mapas de la Fuerza Aérea estadounidense, sorprendentemente, él y Enrique Viana Arce encontraron una serie de ruinas marcadas sin otra designación que la palabra seca ruins (ruinas), sobre una pequeña cadena montañosa, que complementa la meseta de Parecis.  

 Con su experiencia en cartografía, sumada a su condición de piloto, Prudente Camargo comenzó a investigar los mapas del Proyecto Radan y, con la ayuda de una computadora, logró identificar una serie de seis aglomeraciones que podrían ser las ruinas. Todo comenzaba a tener sentido.  Pero, a medida que pasaba el tiempo, descubrimos que las ruinas ya eran conocidas por el Instituto Cartográfico del Ejército, que no sólo ya las había situado en un mapa, sino que incluso había dado nombre a la mayoría de ellas, situándolas en la Serra da Borda, elevación situada frente a la Chapada dos Parecis.

 La región nos pareció interesante, ya que sabíamos que recientemente se había identificado un sitio arqueológico muy interesante, que había sido investigado de forma incompleta por un arqueólogo brasileño que había trabajado allí con miembros de una expedición de la National Geographic Society de Estados Unidos. Durante la investigación se encontraron restos arqueológicos interesantes, como adornos de oro encontrados junto al esqueleto de una joven. Un artículo sobre el tema fue publicado en el número de enero de 1979 de la revista National Geographic por el renombrado explorador W. Jesco von Puttkamer, quien ha estado realizando investigaciones con los indios del Brasil durante años.

 Entre las tribus que identificó como habitantes de la región, citó a los Nhambiquaras, enemigos tradicionales de los Parecis, así como otra tribu poco conocida, los Wasusus, que tienen sus chozas junto al río Galera, uno de los ríos citados por los cronistas del periodo de la conquista como utilizados por los incas en huida.  Poco a poco, la idea de lanzarse a realizar investigaciones en la región comenzó a cristalizarse, Realizamos una reunión a la que asistieron varios miembros del Instituto Paulista de Arqueología, entidad a la que pertenecía desde su fundación, y comenzamos a comparar los datos ya recopilados para realizar la expedición. 

 Luís Caldas Tibirigá y Prudente de Barros Camargo, quienes tenían la misión de obtener todos los datos sobre las ruinas, informaron que se trataba de antiguos centros mineros, del periodo colonial, ya que la región era conocida por tener varias minas de oro, muchas de las cuales ya fueron agotadas, aunque todavía hay varias minas en explotación. Se hizo evidente que existían tradiciones de que al menos una de las ciudades era muy antigua, anterior a la llegada de los buscadores de oro a finales del siglo XVII, y que anteriormente había sido un quilombo de esclavos fugitivos, que, según una tradición corriente en Vila Velha, se habrían instalado en una aldea habitada por indígenas. 




ORGANIZANDO UNA EXPEDICIÓN 

 Esta información aumentó nuestro entusiasmo. La evidencia apuntaba a la posibilidad de Una de las ciudades mineras ocupa precisamente el sitio donde vivieron los últimos descendientes de los Incas, quienes se habrían mezclado primero con los indios de la región, probablemente los propios Parecís, y luego con los negros del quilombo, desapareciendo posteriormente, o sobreviviendo en algún punto de la región. La coincidencia fue demasiado grande.  Adornos de oro, tradiciones de las ciudades anteriores a la llegada de los blancos, etc. Las posibilidades parecían crecer con cada nueva búsqueda y la única forma de estar seguro sería acudir al lugar. 

  Como no disponíamos de muchos recursos económicos, decidimos organizar una pequeña expedición, en la que participarían, además del autor de esta edición, Prudente de Barros Camargo y Enrique V. Arce, que viajarían en un Ford Rural, equipado con cabrestante y tracción a las cuatro ruedas, y Fábio Daró y Luís Caldas Tibirigá en un Fiat. El contacto entre ambos vehículos se realizaría mediante transmisores de radio, en la banda ciudadana.  El equipo necesario se dividiría entre los dos vehículos y, si teníamos éxito en la exploración preliminar, llamaríamos a algunos compañeros más, que seguirían utilizando medios de transporte comerciales. El periodo para realizar la investigación inicial se determinó a mediados de 1983, por coincidir con las vacaciones de los miembros del grupo. 

 Durante los dos meses previos a la fecha elegida, preparamos el material que utilizaríamos y, como desafío a las ideas preconcebidas, decidimos bautizar al grupo exploratorio con el pomposo nombre de Expedición Paititi. Sabíamos que las posibilidades no eran muy grandes, principalmente por el poco tiempo del que disponíamos. Pero bueno, el primer día de julio de 1983 iniciamos el viaje. Todo iba bien durante 200 km, cuando la Rural se paró de repente debido a una  rotura del diferencial, que había golpeado una roca. Parecía que la mala suerte estaba atacando nuestra expedición.

 Después de una discusión bastante acalorada, finalmente decidimos aceptar las propuestas de Fábio y Tibirigá, que implicaban un gran riesgo para aquellos compañeros.  Viajarían en el pequeño Fiat, que desde el punto de vista logístico sería sólo un vehículo auxiliar, y tratarían de llevar a cabo la misión de la mejor manera posible. En cuanto a nosotros, tendríamos que arreglar la reparación del Rural e intentar llegar a nuestros compañeros en uno o dos días más, lo que no ocurrió, debido a que no fue posible reparar el vehículo en la región, obligándonos a transportarlo en camión hasta Sáo Paulo. 

UN RUTA DEL SIGLO PASADO 

 Para nosotros la expedición a Paititi había terminado. Sin embargo, gracias a la determinación de Fábio y Tibiricá, la prueba continuó y resultó en una impresionante prueba de coraje y habilidad.  Este artículo revela los resultados de esta loca empresa, que afortunadamente terminó bien y nos proporcionó información valiosa para nuestras investigaciones posteriores, algunas de las cuales aún continúan. El siguiente material fue tomado de los cuadernos de los dos investigadores.

  Recién el 3 de julio el Fiat llegó a la ciudad de Cuiabá, en Mato Grosso. En esa capital se estableció contacto con el indigenista  Fritz Tolksdorf, quien se encontraba en la comisaría local de la Funai (Fundación Nacional del Indio). Fritz, un viejo conocido mío y de Tibirigá, proporcionó un mapa de la ubicación de las ruinas principales, así como otras tres, que habían sido descubiertas por ese explorador. Estas ruinas sin nombre fueron colocadas en sus ubicaciones adecuadas con las designaciones ruinas A, B y C. 

 Tras contactar telefónicamente con la sede del Instituto en Sáo Paulo, Fábio y Tibirigá se enteraron de que no podían contar con   nosotros. Luego decidieron continuar hacia la región de interés. El día 6 se llegó a la ciudad de Vila Bela da Santíssima Trindade, donde algunas personas relataron que las ruinas han sido visitadas por extranjeros, principalmente austríacos, que siguen el rastro dejado por el investigador de ese país Naterer, quien visitó la región de 1822 a 1829, dejando una serie de obras sobre sus descubrimientos, aún inéditas en Brasil. 

 El pastor Gustavo, de la iglesia evangélica local, informó al día siguiente que un arqueólogo húngaro naturalizado estadounidense había encontrado objetos de cerámica inca, actualmente en posesión de un residente de la ciudad. También señaló que, en la localidad de Betánia, situada aproximadamente a 145 kilómetros de Vila Bela da Santíssima Trindade, había varias piezas de cerámica indígena, de una cultura desconocida. 

 En Vila Bela vive un conocido piloto llamado Clóvis Mello y dijo que conoce algunas de las ruinas, asegurando que tienen cimientos de piedra y paredes de adobe. El acceso a la región es muy difícil y sólo se puede llegar durante algunos meses, debido a las lluvias, que al caer interrumpen todo el contacto. La ruina más cercana es la conocida como Pilar, situada a unos 70 km de Vila Bela y, para llegar a ella, es necesario subir un tramo de montaña de unos 12 km, por un sendero estrecho, que sólo se puede recorrer a pie. En cuanto a las ruinas conocidas como Sáo Vicente, el acceso se realiza remontando el río Guaporé, hasta el punto donde se encuentra con el rio Galera, donde es necesario desembarcar y caminar unos 7 km.




 VISITAS A LA CIUDAD 

 Entre los dos, Tibirigá y Fábio optaron por visitar a Pilar. Gracias a la atención de las autoridades locales, fue posible obtener una carta de presentación para agricultores locales, como el propietario de la Fazenda Eunice, en cuya zona no sólo se encuentran los restos de Pilar, sino también de otras ruinas sin nombre. En la región, Fábio Daró obtuvo algunas fotografías de muros antiguos, de un probable sitio de extracción de oro.  

 Sin embargo, los dos viajeros fueron disuadidos de su intención de visitar Pilar, ya que existían problemas en la región, producto de la presencia de mineros armados no autorizados, que ya habían intercambiado disparos con el personal de la finca el día anterior, y la presencia de extraños podría agravar la situación. 

  Los investigadores continuaron luego hacia otra propiedad, donde se encuentran restos de viviendas conocidas como las ruinas de Sáo Francisco, consistentes en paredes de adobe en muy mal estado y los cimientos de un edificio que habría sido una iglesia. A partir de ahí, las carreteras empeoraron aún más, obligando a los ocupantes del Fiat a improvisar puentes para llegar a la Hacienda Santa Terezinha, donde se encuentran los restos de unas construcciones del tipo estándar de las anteriores vistas.  

 El 15 de julio, partiendo de la Hacienda Sáo Vicente da Galera, la pareja recorrió 12 kilómetros de bosque, hasta llegar al campo de ruinas conocido como Sáo Vicente, que se encuentra cerca del nacimiento del rio Galera. Estas ruinas están completamente cubiertas por vegetación y presentan trabajos en piedra, además de muros de adobe. Alojarse aquí es difícil debido a la gran cantidad de mosquitos que infestan la región, además del excesivo número de serpientes de gran tamaño. 

   El regreso fue similar al de ida, sólo que la preocupación era regresar a Sáo Paulo lo más rápido posible. Los dos miembros restantes de la expedición de Paititi habían confirmado la existencia de una gran cantidad de ruinas de edificios antiguos y observado varios elementos completamente aberrantes, como columnas de piedra y curiosas plataformas que podrían ser antiguos lugares de culto para extrañas deidades. En ningún momento hubo posibilidad de realizar una excavación, ni siquiera un corte de prueba para intentar clasificar los utensilios utilizados por los habitantes del pasado o comprobar si alguna de las ciudades había sido construida sobre ruinas más antiguas, lo cual es posible.  Toda la región es aurífera y las luchas por la posesión de los sitios mineros se libran a menudo con armas de fuego, con informes de tiroteos violentos entre invasores y los legítimos propietarios.




  Hay algo en esa remota región de Mato Grosso. La tradición habla de indígenas con hábitos diferentes de los demás habitantes de la selva, que gustaban de utilizar adornos de oro, exquisitamente trabajados, así como de una tribu de negros, sobrevivientes de los antiguos quilombos. A estos negros también se les veía cubiertos de joyas de oro y plata, incluidas extrañas tiaras, en las que se notaban piedras de colores. Estas leyendas y tradiciones, que señalan al valle de Guaporé y la cordillera de Borda como lugar de innumerables misterios, deben hacer tomar conciencia a las autoridades de que se deben realizar investigaciones más profundas para verificar si pudo haber existido el tan anunciado contacto con los incas fugitivos. 

 Se ha comprobado concretamente que en toda la región existen numerosas ruinas antiguas, algunas de las cuales no han sido visitadas en los últimos 200 años. Estos fascinantes pueblos fantasmas esperan a exploradores que puedan revelarles sus historias, que, después de todo, son parte de una historia mucho más grande: la Historia de Brasil.

 

(*) En busca de Manca, la ciudad de Gran Paitt, el coronel Percy Fawcett, el 20 de abril de 1925, acompañado por su hijo, Jack, y un amigo, Raleigh Rimmel, se dirigió a la selva. Su última carta, enviada desde algún lugar de la selva, estaba fechada el 29 de mayo del mismo año y no había más noticias del pequeño grupo. Años después, un jefe de una pequeña tribu confesó al explorador Orlando Villas-Boas que había asesinado al explorador y a su hijo, mientras que su amigo había muerto a consecuencia de una fiebre.



 Artículo publicado en la revista brasileña Planeta,  Damos las gracias al espeleólogo e investigador Javier Stagnaro por su
colaboración con este material.